Polonia y la paradoja de 'sorites'
?En qu¨¦ momento una democracia liberal deja de serlo cuando se van quitando libertades?
Una de las paradojas m¨¢s conocidas que nos ha dejado la filosof¨ªa cl¨¢sica es la de sorites (del griego ¡°mont¨®n¡±). Estamos todos de acuerdo que un grano de arena no es un mont¨®n. Ni lo son dos, ni tres granos. Podr¨ªamos decir que un mill¨®n por ejemplo ya s¨ª que lo es. Imaginemos que vamos quitando granos uno a uno de este mill¨®n, ?en qu¨¦ momento el mont¨®n de arena dejar¨¢ de serlo? ?D¨®nde est¨¢ el l¨ªmite?
Apliquemos la misma paradoja a la deriva autoritaria de las democracias de Europa Central y del Este. En Polonia, desde 2015 gobierna Ley y Justicia (PiS en sus siglas polacas) con mayor¨ªa absoluta, algo que no hab¨ªa conseguido ning¨²n partido desde la transici¨®n de 1989. Lo que ocurre es que el Gobierno, en vez de quitar los granos del mont¨®n uno a uno, llega de noche, se llena los bolsillos de arena y a la ma?ana siguiente explica que el mont¨®n de hoy es ¡°mayor que el de ayer¡±. Los polacos llevan veinte meses viendo como su mont¨®n (la democracia liberal que tanto cost¨® conseguir) va disminuyendo semana a semana. Se han recortado las libertades, se ha eliminado la divisi¨®n de poderes, la televisi¨®n p¨²blica es pura propaganda, no se est¨¢ respetando la Constituci¨®n. Y a muchos parece no importarles: PiS, seg¨²n los sondeos, sigue teniendo el apoyo de alrededor de una tercera parte de los polacos.
Quien gobierna de facto en Polonia no es ni el presidente de la Rep¨²blica, Andrzej Duda, ni la primera ministra, Beata Szyd?o. El que lleva las riendas del pa¨ªs es Jaros?aw Kaczy¨½ski, hermano gemelo del presidente fallecido en el accidente de avi¨®n en Smole¨½sk hace siete a?os. Aunque el ¨²nico cargo que ostenta es el de diputado del Parlamento Nacional, es tambi¨¦n el l¨ªder de PiS, y gobierna desde la jefatura del partido. Sus decisiones parecen sacadas de un manual de c¨®mo descomponer una democracia liberal paso a paso. Primero, pon un candidato a la presidencia que te sea absolutamente leal. Despu¨¦s, obl¨ªgale a violar la Constituci¨®n, como si de un ritual de iniciaci¨®n de la mafia se tratara. Te ser¨¢ fiel. Seguidamente, instala en la silla del primer ministro a alguien, un t¨ªtere, al que puedas manejar. Si adem¨¢s tienes mayor¨ªa absoluta en el Parlamento, la divisi¨®n entre el poder ejecutivo y el legislativo desaparecer¨¢ y podr¨¢s ejecutar el ¡°buen cambio¡± (as¨ª llama a sus decisiones el Gobierno de PiS). Un momento, te has olvidado de algo. El Tribunal Constitucional puede tumbar tus leyes. No pasa nada, se cambian los jueces por otros m¨¢s comprensivos con el ¡°buen cambio¡± y ya est¨¢. Olv¨ªdate de los pluralismos y de las deliberaciones, de lo que manda la Constituci¨®n y de lo que exigen los reglamentos: ya nadie podr¨¢ detenerte en la tarea de promulgar la santa voluntad del soberano pueblo polaco, de la cual eres la m¨¢s pura emanaci¨®n.
Aunque suene a ficci¨®n pol¨ªtica, es lo que est¨¢ ocurriendo en Polonia durante los ¨²ltimos dos a?os. A diferencia del gobierno de V¨ªktor Orb¨¢n en Hungr¨ªa, de quien Kaczy¨½ski es fiel seguidor, PiS no tiene mayor¨ªa suficiente para modificar la Constituci¨®n a su antojo. Kaczy¨½ski decidi¨® paralizar al Tribunal Constitucional, violando la Constituci¨®n, al imponer a cinco nuevos magistrados y de paso cambi¨® la ley que rige el funcionamiento del Tribunal. Aunque el Tribunal hab¨ªa sentenciado que la nueva ley era inconstitucional, el Gobierno, sin inmutarse, decidi¨® ignorar la sentencia mediante la ins¨®lita decisi¨®n de no publicarla en el bolet¨ªn oficial. Ha pasado m¨¢s de un a?o y la sentencia sigue sin publicarse, mientras que el nuevo Tribunal decide a gusto del partido gobernante.
La subordinaci¨®n total del sistema judicial se materializ¨® la semana pasada. El Parlamento, otra vez a altas horas de la madrugada, aprob¨® una ley que deja al Consejo Nacional de Poder Judicial en manos del Gobierno. Asimismo, el ministro de Justicia tendr¨¢ control sobre los nombramientos de presidentes y vicepresidentes de los tribunales. El Tribunal Supremo corre el mismo riesgo de ser partidista. El asalto al poder judicial servir¨¢ tambi¨¦n para que nadie logre parar la ofensiva en contra de los enemigos del partido (o de la patria) planeada para oto?o. Entre los que est¨¢n en el punto de mira se encuentra el presidente del Consejo Europeo y ex primer ministro Donald Tusk, archienemigo de Kaczy¨½ski. (Recuerden la absurda decisi¨®n de Polonia de ser el ¨²nico pa¨ªs que no apoyara a Tusk para su segundo mandato en el Consejo.)
El camino escogido por Kaczy¨½ski es similar al de Orb¨¢n, pero tambi¨¦n recuerda al de Erdo?an (por quien el polaco siente admiraci¨®n) y, parad¨®jicamente, al del odiado Putin. Todo esto ocurre bajo la atenta mirada de la UE. Sigue vigente la pregunta de Soledad Gallego-D¨ªaz del a?o pasado: ?hasta cu¨¢ndo aguantar¨¢ la UE el camino autoritario emprendido por Polonia? Aunque la UE intenta ejercer cierta presi¨®n (sobre todo por los esfuerzos de Frans Timmermans, el vicepresidente de la Comisi¨®n), ha sido hasta ahora reacia a sancionar a Polonia. Est¨¢ claro que el l¨ªder de PiS no es un euroentusiasta. Algunos comentaristas afirman que a Kaczy¨½ski le gustar¨ªa incluso un Polexit. El problema es que a los polacos, en mayor¨ªa, no. Entonces, ?por qu¨¦ siguen apoyando a este Gobierno y a su partido?
Es probable que ese apoyo pueda explicarse por la conquista total de los medios de comunicaci¨®n p¨²blicos (que pasaron a llamarse ¡°nacionales¡±) y unos niveles de propaganda que a muchos les recuerdan tiempos pasados de la Polonia comunista. Tambi¨¦n la intimidaci¨®n provocada por destituciones masivas y sin precedentes de funcionarios en todos los ¨¢mbitos, desde las empresas nacionales m¨¢s importantes hasta incluso los establos. La medida estrella del partido gobernante ha consistido en ayudas sociales de 500 zlotys (unos 120 euros) a partir del segundo hijo, independientemente del nivel de ingresos del solicitante. Y quiz¨¢s el factor m¨¢s importante puede ser el discurso antiinmigrante de tintes xen¨®fobos e incluso racistas (Kaczy¨½ski lleg¨® a decir que los refugiados tra¨ªan par¨¢sitos), al que la oposici¨®n no tiene una respuesta convincente; una oposici¨®n sin l¨ªder a un poco m¨¢s de dos a?os de las elecciones generales. Sin una alternativa clara, Varsovia repetir¨¢ los mismos errores que Budapest.
Afortunadamente, existen razones para no perder la esperanza. La sociedad civil polaca parece estar respondiendo. En los ¨²ltimos meses, manifestaciones multitudinarias (de las que no se han visto en mucho tiempo) han recorrido las calles de todas las ciudades del pa¨ªs. Las mujeres de la llamada Protesta Negra han logrado parar una reforma de ley de aborto que la convertir¨ªa en una de las m¨¢s restrictivas del mundo. Si la UE no logra imponer sanciones a Polonia, puede en cambio ayudar a la sociedad civil a defender su democracia. Si no se consigue instalar unas vallas tan firmes como eficaces alrededor del mont¨®n de arena que queda, debe hacerse al menos todo lo posible para que la gente aporte su grano de arena.
?Piotr Zag¨®rski es investigador predoctoral de la Universidad Aut¨®noma de Madrid.
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