Tan viejo y tan moderno
Hay un plano moral perverso que afecta al debate de la gestaci¨®n subrogada en Espa?a: aquel que dice que si la mujer es libre para abortar, lo es para alquilarse
En casa estamos viendo El cuento de la criada, una serie que presenta la distop¨ªa de un mundo ordenado con supuestos familiares, no en vano el relato de Margaret Atwood se incrusta en una tradici¨®n conocida: la dictadura pol¨ªtica de Orwell y la de la felicidad de Huxley. Para conseguirlo, El cuento de la criada levanta testimonio de un aplastamiento, el de la mujer: ha sido confinada al s¨®tano tras un proceso gradual que, aun incluyendo su erradicaci¨®n del mundo laboral y econ¨®mico, no agit¨® lo suficiente a nadie. Prueba de ello es la reacci¨®n de un protagonista al saber que su mujer ya no podr¨¢ ganarse la vida por s¨ª misma: ¡°Yo cuidar¨¦ de ti¡±.
En el mundo de Atwood esas mujeres s¨®lo valen para dar hijos y entreg¨¢rselos a las parejas inf¨¦rtiles de las ¨¦lites. Para eso, la criada se tumba con la cabeza entre las piernas de la se?ora, mientras el se?or la penetra mirando a su esposa. Hay otra escena, ¨¦sta modern¨ªsima. Cuando la criada se pone de parto, se sienta en una silla y, pegada a su espalda tambi¨¦n con las piernas abiertas, se sienta la se?ora. Las dos respiran y empujan, las dos se retuercen de dolor, las dos gritan cuando el beb¨¦ empieza a salir y las dos lloran al verlo; entonces, la que estaba detr¨¢s fingiendo se tumba en la cama y recibe al ni?o.
Hay un plano moral que afecta al debate de la gestaci¨®n subrogada en Espa?a: aquel que dice que si la mujer es libre para abortar, lo es para alquilarse. Se pasa por alto ya no la empat¨ªa, a la que no se espera en seg¨²n qu¨¦ debates, sino algo que siempre ha intoxicado la discusi¨®n sobre la interrupci¨®n voluntaria del embarazo: la mujer no sufre, a la mujer no le afecta, la mujer aborta por necesidad o vicio sin consecuencias psicol¨®gicas.
Esa visi¨®n, perceptiblemente masculina, entiende que la mujer que acepta dinero por gestar un beb¨¦ va a seguir siendo la misma mujer tras parirlo y entregarlo, y, si no lo es, entra dentro del precio. Esa visi¨®n, masculina hasta la piedad, entiende que cuando llega el mercado con su pesada jerga lo dem¨¢s es secundario: el embarazo como contrato laboral, la gestaci¨®n sujeta a convenio colectivo. Como siempre, se trata de hacer un mundo mejor; como se dice en la serie, un mundo mejor no significa que sea mejor para todos. Por eso una criada no podr¨¢ tener hijos del vientre de una se?ora porque lo que separa a todo el mundo es el dinero; por eso el asunto se aborda desde la perspectiva anticipada por Atwood: cuerpos que legislan mandando sobre cuerpos gestadores. Tan viejo y tan moderno.
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