Cuarto y mitad de manifestantes
LOS ACTORES EN paro de Los ?ngeles tienen un nuevo trabajo temporal para pagar el alquiler mientras persiguen su sue?o: hacerse pasar por miembros de una multitud de cualquier ¨ªndole (entusiasta, condenatoria, interesada). Crowds on Demand, una empresa de Beverly Hills, paga 15 d¨®lares la hora por interpretaciones de lo m¨¢s colorido: desde hacerse pasar por fans en un congreso literario hasta lanzar consignas de protesta frente a la sede de una organizaci¨®n pol¨ªtica o apoyar alguna de las dos partes en litigio a la entrada de los tribunales.
Este servicio de alquiler de personas lleva cinco a?os ofreciendo operaciones de relaciones p¨²blicas imaginativas. Por ejemplo, un grupo de cazaaut¨®grafos que recibi¨® euf¨®rico a los life coaches de una convenci¨®n en Los ?ngeles. O un equipo de rodaje de un documental que acudi¨® a un estreno para animar la sesi¨®n de preguntas. Inauguraciones, discursos, simposios: innumerables situaciones pueden beneficiarse de un poco de bombo.
Los actores en paro de Los ?ngeles tienen un nuevo trabajo temporal para pagar el alquiler: hacerse pasar por miembros de una multitud.
Teniendo en cuenta que la discreci¨®n es fundamental (ning¨²n cliente quiere que se sepa que paga estos servicios, y los actores firman cl¨¢usulas de confidencialidad), su fundador no se prodiga en los medios, pero asegura que el negocio ronda el mill¨®n de d¨®lares anual. Las tarifas var¨ªan entre los 600 d¨®lares (unos 527 euros) por un paparazi que persiga al cliente como si de Angelina Jolie se tratara hasta los 50.000 (43.900 euros) por una serie prolongada de manifestaciones a favor o en contra de una campa?a determinada (los que pag¨®, por ejemplo, el promotor de un proyecto fallido para dividir California en seis Estados, un millonario de Silicon Valley). Servicios similares, como Crowds for Rent, tambi¨¦n en EE UU; Rent a Crowd, en Reino Unido, o Easycrowd, en Ucrania, han ido surgiendo en los ¨²ltimos a?os.
Mientras los expertos en marketing tradicional ya no saben qu¨¦ hacer para llamar la atenci¨®n de la gente, estas compa?¨ªas usan el efecto im¨¢n que tiene la masa. Si un evento aparenta tener ¨¦xito de convocatoria, atraer¨¢ a m¨¢s interesados. Si te siguen un mont¨®n de paparazis, la percepci¨®n de lo importante que eres cambia inmediatamente. Preferimos el restaurante lleno al vac¨ªo. Incluso hay quien planta su toalla en la playa en la zona m¨¢s atestada, convencidos de que por algo los dem¨¢s se habr¨¢n puesto ah¨ª.
En el mundo de la pol¨ªtica estos servicios son un arma de doble filo. La campa?a de Trump fue objeto de burlas cuando se supo que hab¨ªa pagado a un grupo de actores para hacer de simpatizantes en el anuncio de su candidatura. Clinton fue acusada de trasladar a un grupo de seguidores para posar como espont¨¢neos en una cafeter¨ªa de Iowa. ?An¨¦cdotas o fraude? ¡°Normalmente las campa?as no pagan a actores, lo hacen de manera m¨¢s sutil; hay quien regala tarjetas prepagadas de gasolineras o supermercados¡±, apunta Mary Bottari, directora adjunta del Centro para Medios y Democracia, que lamenta que la pr¨¢ctica no se vigile mejor.
Nada nuevo, opina Edward Walker, profesor y autor de Grassroots for Hire (Cambridge University Press, 2014), donde lista cientos de empresas que ofrecen pr¨¢cticas similares en el terreno del activismo pol¨ªtico y empresarial (env¨ªos masivos de cartas, recogidas de firmas y manifestaciones engordadas con incentivos varios, por no hablar de las que se especializan en generar ruido en las redes sociales). ¡°Es m¨¢s f¨¢cil defender una decisi¨®n legislativa si te ha apoyado un grupo ciudadano que si se descubre que una empresa ha financiado tu campa?a, por eso los lobistas en Washington llevan tiempo usando estos servicios, para camuflar su presi¨®n¡±. ?Acabaremos sospechando de todo el que porte una pancarta? ¡°Todo el mundo hace teatro¡±, afirma la inscripci¨®n en el famoso The Globe de Londres. Nunca fue m¨¢s cierto.
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