Hacia la tormenta
Espa?a no ha sabido y no ha querido gestionar en Catalu?a una crisis pol¨ªtica de primer orden
El primer tomo de las memorias de Winston Churchill sobre la Segunda Guerra Mundial, C¨®mo se fragu¨® la tormenta, es una cr¨®nica que relata las circunstancias que condujeron al mundo a la tempestad que se desencaden¨® en 1939. Todos sab¨ªan que la guerra era inminente. Solo algunos gobernantes como el primer ministro brit¨¢nico, Neville Chamberlain, creyeron que la raz¨®n se impondr¨ªa. ?Ser¨¢ que el ser humano nunca aprende? ?Ser¨¢ que las guerras son una parte de la constituci¨®n gen¨¦tica y biol¨®gica de la sangre de los pueblos? ?Ser¨¢ que no hay nada m¨¢s humano que el complejo de avestruz?
Ahora empiezan las vacaciones y es evidente que vamos hacia la tormenta. A pesar de que no es posible advertir con exactitud la fuerza que tendr¨¢, s¨ª se puede alertar de que un tif¨®n devastador est¨¢ por venir. Uno de esos tifones, el m¨¢s claro, el m¨¢s peligroso y que pudo haberse evitado, es el catal¨¢n.
Espa?a est¨¢ dividida entre quienes piensan que la fuerza de la raz¨®n y de la ley ser¨¢n suficientes y quienes esgrimen el arma de la voluntad y la capacidad de autodeterminaci¨®n de los pueblos, aunque, al final, la idea de que no se atrever¨¢n a ejercerlos se convierte en un valor agregado.
Espa?a no ha sabido y no ha querido gestionar lo que ya es una crisis pol¨ªtica de primer orden. Los catalanes se ir¨¢n a descansar con el bloqueo del presupuesto de la Generalitat impuesto por el Gobierno espa?ol con el fin de impedir el desv¨ªo de recursos para el refer¨¦ndum del 1 de octubre.
Sin embargo, esa consulta ya est¨¢ en marcha: el levantamiento contra la legalidad vigente, anteponiendo la legalidad catalana a la espa?ola, es ya per se un ¨¦xito. Catalu?a est¨¢ fragmentada y atomizada y Espa?a, quebrada. Y aunque se env¨ªen fuerzas de seguridad o se tome la decisi¨®n ¡ªaunque parezca broma¡ª de detener al Gobierno catal¨¢n, el da?o ya est¨¢ hecho.
Pero, adem¨¢s, una posible salida resulta muy dif¨ªcil porque, desde el punto de vista democr¨¢tico, no se puede ignorar la importancia de adaptar las leyes a las necesidades sociales de cada momento.
En democracia, el poder del pueblo se organiza y tiene su origen en el ordenamiento de la convivencia bajo la supremac¨ªa de las leyes. Sin embargo, no hay que olvidar que ninguna ley en ninguna democracia est¨¢ por encima de la voluntad popular. Cuando las leyes sirven para limitar la expresi¨®n de los pueblos y no para ordenarla de manera civilizada como un acto de participaci¨®n y no de imposici¨®n, eso deja de ser una democracia y se convierte en una autocracia.
Los grandes hitos que han permitido a las sociedades avanzar se han gestado contra los ordenamientos jur¨ªdicos en los cuales se originaron, desde el New Deal de Roosevelt hasta otros ejemplos como aquel ejercicio de funambulismo pol¨ªtico que signific¨® la transici¨®n de la dictadura a la democracia, sin romper las leyes y convenciendo a los franquistas de la necesidad del suicidio colectivo para que la democracia fuera un producto legal en Espa?a.
Pero eso no fue una revoluci¨®n, fue una transici¨®n. Y, en el caso de Catalu?a, la Transici¨®n fracas¨® y la revoluci¨®n de las formas permanece porque superponer la legalidad de la Generalitat a la de Espa?a ya es toda una revoluci¨®n, sobre todo porque, a fin de cuentas, la legalidad catalana emana de la Constituci¨®n espa?ola.
Espa?a no ha sabido solucionar el problema pol¨ªtico. No basta con encerrarse en lo que las leyes permitan hacer, tambi¨¦n es necesario saber escuchar las demandas. En mi opini¨®n, la generaci¨®n que hizo posible la Transici¨®n ha visto endurecerse su capacidad de escuchar y comprender para dar una salida pol¨ªtica a los problemas que trajo consigo el cambio de siglo.
Ahora la iniciativa est¨¢ en la improvisaci¨®n y en aquella gente que, frente al imperio de las leyes, se atreve en nombre de la paz a desafiar el orden para cambiar la historia. No hay que olvidar que uno de los mayores ap¨®stoles de la paz se llam¨® Gandhi y fue el que demostr¨® que, cuando no se tiene el poder, pero s¨ª se cree tener la raz¨®n, todo lo que hay que hacer es golpear, golpear y golpear hasta que el poder cometa un error que legitime conseguir lo imposible.
Volver¨¦ a encontrarme en septiembre con los lectores que me hacen el favor de seguirme para continuar con este espacio de an¨¢lisis.
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