?C¨®mo influir las actitudes p¨²blicas hacia la inmigraci¨®n?
Un informe del Overseas Development Institute sugiere un cambio urgente de estrategia
Estos son los hechos: los flujos migratorios, incluso los m¨¢s abundantes, contribuyen de manera determinante al crecimiento econ¨®mico y la generaci¨®n de empleo en las sociedades de destino. Con excepciones contadas, tienen un efecto neutro sobre los salarios de las poblaciones en las que se establecen, reducen la desigualdad global y contribuyen al reequilibrio demogr¨¢fico en sociedades envejecidas como la nuestra. Y no existe vinculaci¨®n probada alguna entre los refugiados y el terrorismo o entre la abundancia de migrantes y el incremento de la inseguridad; m¨¢s bien lo contrario.
Si estos son los hechos, ?por qu¨¦ seg¨²n la Organizaci¨®n Internacional de Migraciones 82 de cada 100 europeos (73/100, en el caso de los norteamericanos) quieren ver los niveles de inmigraci¨®n reducidos o congelados? Por una raz¨®n muy simple: los hechos racionales cuentan en este debate muy poco en comparaci¨®n con las emociones y las percepciones.
Este es una de las principales conclusiones a las que llega un fascinante papel del Overseas Development Institute y Chatham House sobre las actitudes p¨²blicas hacia los refugiados e inmigrantes. La pr¨¢ctica del myth-busting (derribar mitos) a las que somos tan aficionados algunos y en las que reposa buena parte de la estrategia de comunicaci¨®n pro-migrantes, es una (contraproducente) p¨¦rdida de tiempo. Mientras nosotros nos enfrascamos en un debate acad¨¦mico y elitista sobre n¨²meros agregados, el grueso de la sociedad se concentra en los ¡°problemas del mundo real¡±, como el coste de la atenci¨®n a los inmigrantes, su disposici¨®n a ¡°integrarse¡± o la preocupaci¨®n acerca de la ausencia de control que traslada la inmigraci¨®n irregular. Su visi¨®n se conforma con una interpretaci¨®n parcial de la realidad (inmigrante es el que tengo por delante en la cola del ambulatorio o la mujer de cabeza cubierta que me cruzo en la calle, no el amigo de la escuela de mi hija peque?a o la se?ora que atiende a mi madre) y est¨¢ profundamente enraizada en la idea de lo exterior como amenaza. Las actitudes pol¨ªticas, las campa?as sociales, la informaci¨®n de los medios de comunicaci¨®n y la opini¨®n de los propios migrantes juegan un papel relevante pero accesorio en este panorama. No es evidente cu¨¢l ser¨ªa el papel de la educaci¨®n y las escuelas.
Para ser claros, no se trata de que la mayor¨ªa se oponga a la inmigraci¨®n, sino que tienen sensaciones enfrentadas que no son capaces de resolver f¨¢cilmente. La estrategia adecuada podr¨ªa alterar el equilibrio de la balanza en uno u otro sentido y con bastante rapidez, como hemos comprobado de manera dram¨¢tica con las victorias del Brexit y Trump.
El movimiento a favor de la reforma migratoria necesita cambiar urgentemente de estrategia, sugieren los autores. La informaci¨®n acad¨¦mica y ¡®vertical¡¯ debe ser sustituida por un debate franco sobre las cuestiones que preocupan a la gente y las medidas que podr¨ªan resolverlas. Eso implica aterrizar en los contextos nacionales y locales, adaptando los mensajes y aceptando transacciones dolorosas: ?pueden las ONG, por ejemplo, presentar a los refugiados como individuos capaces y operativos en vez de v¨ªctimas que necesitan nuestra compasi¨®n y dinero? ?Podemos sustituir los canales habituales ¨Ccomo este blog- por las voces de quienes pueden hablar de su propia experiencia en la acogida de inmigrantes, por ejemplo?
Las conclusiones de este trabajo son inquietantes, porque demuestran que la evidencia no siempre gana frente a los emociones. La primera sigue siendo imprescindible en un debate p¨²blico informado que exija cuentas y ofrezca soluciones, pero las segundas deben ganar un terreno que hasta ahora les hemos negado.
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