Mujeres poderosas y el ¡®cine rompehuesos¡¯
Miren las se?oras actrices m¨¢s a Bette Davis, Joan Crawford, Vera Miles, Maureen O'Hara o Helen Mirren, capaces con su presencia f¨ªlmica de conmocionar la sociedad que les rodea y menos a Schwarzie, Sly o Jet Li
Wonder Woman (WW) y Atomic Blonde (AB) est¨¢n disparando dos presunciones entusiastas: a) empieza una etapa de mujeres poderosas en el cine (Charlize Theron, protagonista de AB, tiene antecedentes, la Imperator Furiosa de Mad Max); b) El feminismo ha llegado por fin a las playas del cine de acci¨®n y ocupar¨¢ todas las posiciones estrat¨¦gicas de la producci¨®n en una blitzkrieg fulgurante y triunfal. Dos palabras antes de entrar en materia. Tanto WW como AB son artilugios prescindibles ¡ªma?osas frusler¨ªas, dir¨ªa el cl¨¢sico¡ª, igual que buena parte del cine comercial, construido sobre franquicias, violencia de esth¨¦ticienne e infograf¨ªa. WW, de Patty Jenkins, replica con fidelidad perruna las ma?as enf¨¢ticas de Zack Snyder, compuestas a base de peleas con posado y c¨¢mara lenta discrecional. AB sigue la otra v¨ªa can¨®nica de Hollywood: coreograf¨ªas violentas largas y bien medidas como esqueleto o soporte de un vac¨ªo dram¨¢tico. Nada entre dos platos.
El cebo publicitario de las mujeres poderosas tiene m¨¢s miga. Tal parece que la mujer poderosa es un invento genial del cine de hoy. Este adanismo es congruente con la ausencia de memoria (literaria, cinematogr¨¢fica, pict¨®rica, etc¨¦tera) entre el consumidor o espectador que explica el triunfo en los mercados del arte de cualquier idea vieja envuelta en celof¨¢n o palabrer¨ªa barata. Reciclado oportunista. El cine cl¨¢sico abunda en mujeres poderosas; pero en ese cine la imagen de poder estaba unida sin remisi¨®n a la calidad interpretativa de las actrices y a la excelencia de los papeles (guiones, argumentos) que deb¨ªan representar. ?Quieren una mujer poderosa? La Regina Giddens de La loba (interpretada por Bette Davis) es un ejemplo, excelso, eso s¨ª, entre cientos. ?M¨¢s? Pues ah¨ª est¨¢n Vienna (Joan Crawford) en Johnny Guitar o Emma Small (Mercedes McCambridge) en la misma pel¨ªcula. ?Prefieren alguna m¨¢s joven? Pues Laurie (Vera Miles) en Centauros del desierto. Y si gusta m¨¢s la comedia, la apabullante Susan Vance (Katharine Hepburn) en La fiera de mi ni?a, de Hawks, est¨¢ a la altura. Entre muchas.
La presunci¨®n de feminismo en el cine de acci¨®n no supera la categor¨ªa de hip¨®tesis epid¨¦rmica que los hechos no respaldan. Si por feminismo se entiende que el encadenado de mamporros que hasta ahora propinaban Schwarzenegger, Stallone o Statham ahora llevar¨¢ la firma de Gal Gadot (una diosa pueril en WW) o la Theron, estaremos todos al cabo de una calle donde reza el cartel Mujeres neutralizadas. La confluencia de mujeres poderosas y cine de acci¨®n no es el camino que reivindicar¨¢ a la mujer en el cine, salvo que todo el meollo de esta cuesti¨®n sea la equiparaci¨®n salarial de las protagonistas con los h¨¦roes del actioner.
Miren las se?oras actrices m¨¢s a Bette Davis, Joan Crawford, Vera Miles, Maureen O¡¯Hara o Helen Mirren, capaces con su presencia f¨ªlmica de conmocionar la sociedad que les rodea y menos a Schwarzie, Sly o Jet Li. La aportaci¨®n de actrices poderosas, que las hay, al cine deber¨ªa ir m¨¢s all¨¢ de romper brazos o ejecutar exquisitos desnucamientos como sus colegas de productora.
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