Crimen en la Guardia Urbana. Los ¡®mossos¡¯ tambi¨¦n llaman dos veces
ALBERT SALT? del coche patrulla y lanz¨® la caja encima de la mesa. ¡°Por si te lo piensas¡±, le dijo a Rosa, que estaba sentada en una terraza del centro de Barcelona tomando algo con unas amigas. La mujer abri¨® la cajita granate y extrajo una sortija de oro blanco con un diamante solitario, engarzado, que encaj¨® en su dedo anular. Al poco, regres¨® el coche patrulla. Albert necesitaba una respuesta r¨¢pida: ¡°Es para ir a la joyer¨ªa a grabarlo¡±.
La inusual propuesta de matrimonio sorprendi¨® a sus amigas. ¡°En aquella ¨¦poca sal¨ªa con Pedro¡±. Conviv¨ªan, planeaban tener hijos y casarse, declarar¨ªa una de las testigos. Un mes despu¨¦s de la rom¨¢ntica petici¨®n, el cad¨¢ver de Pedro Rodr¨ªguez, de 38 a?os, fue hallado calcinado en el maletero de su Golf en una pista forestal muy cerca del pantano de Foix, a unos 60 kil¨®metros de la capital catalana. Rosa Peral, de 33 a?os, y Albert L¨®pez, de 37, est¨¢n en prisi¨®n, acusados de matarlo. El tr¨ªo pertenec¨ªa a la Guardia Urbana de Barcelona.
Las explicaciones de Rosa
La medianoche del jueves 4 de mayo, dos agentes rompieron el silencio de la calle de Llorers, en una tranquila urbanizaci¨®n de Vilanova i la Geltr¨² (Barcelona), cuando tocaron el timbre del chalet de Rosa. Tra¨ªan malas noticias: a las seis de la tarde, en el conocido como Camino de la Casa Alta, un hombre hab¨ªa descubierto entre los matorrales un coche quemado que todav¨ªa humeaba. En el maletero se intu¨ªan los restos carbonizados de un cad¨¢ver. El n¨²mero de bastidor y una matr¨ªcula casi ilegible les hab¨ªan permitido averiguar que el propietario era Pedro Rodr¨ªguez, que constaba empadronado en esa direcci¨®n. Quer¨ªan saber si estaba en casa. ¡°Hace dos d¨ªas que no s¨¦ nada de ¨¦l¡±, les contest¨®, sin dejarles cruzar el umbral de la puerta. Pidi¨® a los agentes hablarlo al d¨ªa siguiente con calma. Era tarde, estaba cansada y ten¨ªa a sus dos hijas peque?as durmiendo en el piso de arriba.
Al d¨ªa siguiente les cont¨® que hac¨ªa ocho meses que sal¨ªa con Pedro, al que defini¨® como un ¡°hombre muy impulsivo¡±, de ¡°reacciones radicales¡±, ¡°muy celoso¡±, que pasaba de ¡°estados de euforia y de alegr¨ªa a otros de enfado y de tristeza¡±. Ambos aguantaban mucha presi¨®n, estaban separados con hijos, y ¨¦l ten¨ªa procesos judiciales abiertos y problemas laborales. Por eso, a veces se peleaban.
La ¨²ltima discusi¨®n hab¨ªa tenido lugar el martes por asuntos relacionados con sus respectivos hijos y sus parejas, y Pedro ya no volvi¨®. Sus ¨²ltimos mensajes de whatsapp eran de esa noche, a las 21.51: ¡°No te enfades, sabes que no te quiero contar para no implicarte en mis cosas. Sabes que cuando me enfado no digo lo que pienso. (¡). Amor, apago que no quiero que me est¨¦ vibrando el m¨®vil¡±.
No ten¨ªa ni idea de d¨®nde hab¨ªa podido estar, ni le constaba que estuviese metido en problemas. Pedro solo ten¨ªa mala relaci¨®n con su exmarido, un mosso d¡¯esquadra con el que ella hab¨ªa empezado a salir muy joven, con 17 a?os. Tuvieron dos ni?as, se casaron, pero en la pasada Navidad, cuando oficializ¨® lo suyo con Pedro, pidi¨® el divorcio. La relaci¨®n entre los dos hombres era ¡°muy mala¡±, confes¨® a la polic¨ªa catalana, y ten¨ªan denuncias cruzadas. En una ocasi¨®n, Pedro ¡°hab¨ªa amenazado con matar¡± a su ex parti¨¦ndole la cabeza con un bate de b¨¦isbol.
El tri¨¢ngulo amoroso
Los Mossos citaron a declarar al exmarido de Rosa, que le quit¨® hierro: su trato no era tan malo. Ni siquiera su matrimonio se hab¨ªa roto por ¨¦l, en realidad fueron las ¡°diversas infidelidades¡± de Rosa las que destruyeron la relaci¨®n. De hecho, era sabido por todos los compa?eros que desde hac¨ªa tres a?os ella manten¨ªa una relaci¨®n sentimental con su binomio en la Unidad de Soporte Diurno de la Guardia Urbana: Albert L¨®pez, al que despu¨¦s dej¨® por Pedro. Tambi¨¦n apunt¨® que cre¨ªa que al final Rosa hab¨ªa mantenido una ¡°relaci¨®n paralela¡± a tres bandas: ¨¦l, Pedro y Albert.
El tercero en liza, Albert, al que Rosa ni siquiera hab¨ªa mencionado ante los Mossos, tambi¨¦n fue citado a declarar. Ten¨ªa con Pedro muchas cosas en com¨²n: los dos eran corpulentos, culturistas y superaban los 90 kilos. En los ¨²ltimos tiempos, ambos llevaban barba y compart¨ªan la afici¨®n por las motos. Incluso ten¨ªan el mismo modelo de BMW. Tambi¨¦n los dos hab¨ªan protagonizado algunos incidentes en su trabajo.
Albert defini¨® su relaci¨®n con Rosa como una amistad con ¡°relaciones sexuales espor¨¢dicas¡± que se termin¨® cuando ella empez¨® a salir con Pedro, al que conoc¨ªa solo de verlo en la sede de la Guardia Urbana. S¨ª destac¨® que Pedro era una ¡°persona muy celosa¡± y por eso Rosa y ¨¦l hab¨ªan tenido que dejar de saludarse cuando se cruzaban en la base. Hab¨ªan recuperado el contacto hac¨ªa tres semanas, les coment¨® a los agentes, sin mencionar el episodio del anillo. Ella le hab¨ªa confesado que estaba preocupada por los celos de Pedro. ¡°Le borraba los tel¨¦fonos de hombres, incluso de alguna mujer¡±. Tambi¨¦n relat¨® alguna discusi¨®n fuerte en la que ¨¦l ¡°la tir¨® al suelo y la cogi¨® por el cuello, delante de su hija¡±. Cuando Rosa le llam¨® para contarle la pelea con Pedro, corri¨® en su ayuda y se qued¨® con ella a dormir.
¡°Han tenido que ser dos¡±
Dos d¨ªas despu¨¦s del hallazgo del cad¨¢ver todav¨ªa ol¨ªa a quemado en el camino junto al pantano de Foix. La exesposa de Pedro, una mossa d¡¯esquadra con la que ten¨ªa un hijo, y su hermano fueron hasta all¨ª para ver con sus ojos el lugar donde calcinaron el cuerpo y dejar unas flores. M¨¢s tarde, varios amigos improvisar¨ªan una especie de altar con fotos del polic¨ªa. Todav¨ªa no ten¨ªan la confirmaci¨®n oficial de que era ¨¦l, pero entre los restos carbonizados hab¨ªa dos pr¨®tesis como las que Pedro llevaba en la espalda tras una operaci¨®n. La autopsia no aclarar¨ªa c¨®mo muri¨®. Seg¨²n el forense, podr¨ªan haberlo estrangulado porque ten¨ªa dos v¨¦rtebras rotas, pero el cuerpo estaba tan quemado que no se pod¨ªa asegurar a ciencia cierta.
Luego visitaron a Rosa, que viv¨ªa muy cerca. La exesposa de Pedro nunca hab¨ªa cruzado palabra antes con ella, convencida de que era la responsable de que Pedro la abandonara. Le hab¨ªa costado pasar p¨¢gina. Pero ahora, explic¨® a los Mossos, se sent¨ªa identificada. En la cadena de mensajes que intercambiaron, Rosa dec¨ªa tambi¨¦n verse ¡°reflejada¡± en la ex de Pedro. Le explicaba que se sent¨ªa in¨²til: ¡°Intento buscar culpables y no encuentro nada¡±; lanzaba teor¨ªas: ¡°Yo creo que no ha sido un solo t¨ªo, han tenido que ser dos como m¨ªnimo porque para poder con Pedro¡¡±; y amenazaba: ¡°Solo pienso en adelantarme a los Mossos y pegarle dos tiros al hijo de puta que haya hecho esto¡±. La ex de Pedro entreg¨® los mensajes a la polic¨ªa.
La detenci¨®n
En el sumario se recogen tambi¨¦n otras declaraciones: ¡°Dios, si hay algo en lo que pueda ayudar, ll¨¢mame, sea la hora que sea¡±, le escribi¨® a Rosa, un d¨ªa despu¨¦s de la aparici¨®n del cad¨¢ver, un compa?ero de la Guardia Urbana. Al instante ten¨ªa respuesta: ¡°Gracias, ni?o. Llevo una racha¡ que no s¨¦ c¨®mo me voy a levantar¡±. A los dos d¨ªas le invit¨® a cenar en su casa (¡°as¨ª no estoy sola d¨¢ndole vueltas a la cabeza¡±). En las sucesivas conversaciones que mantuvieron, Rosa le fue desvelando sus dudas, y ¨¦l la convenci¨® de que volviese a hablar con los Mossos para, esta vez s¨ª, ¡°soltarlo todo¡±.
Las se?ales de los m¨®viles ubican a Rosa, Albert y Pedro en el chalet de Vilanova i la Geltr¨² la madrugada del asesinato.
Y as¨ª, a las 13.30 del s¨¢bado 13 de mayo, 12 d¨ªas despu¨¦s de la desaparici¨®n de Pedro, empez¨® su declaraci¨®n.
¡°Que en los ¨²ltimos d¨ªas y despu¨¦s de darle vueltas tengo sospechas de que Albert puede ser el presunto autor de los hechos¡±, les dijo. Su exnovio, al que hab¨ªa dejado por Pedro, estaba obsesionado con ella. El lunes se hab¨ªa presentado de madrugada en su casa, muy insistente, pero hab¨ªa logrado que se marchara. Al d¨ªa siguiente, volvi¨®. Y al otro estuvieron juntos en una comida de trabajo. La medianoche del jueves, cuando los Mossos le dieron la terrible noticia, le pareci¨® ver su coche en la parte de atr¨¢s de su casa.
Albert, a?adi¨®, nunca acept¨® que lo hubiese dejado y les ense?¨® unos correos electr¨®nicos de enero. ¡°No lo he matado porque creo que no lo vales despu¨¦s de esto¡±, le escribi¨®, en un mensaje plagado de insultos despu¨¦s de ver la moto de Pedro aparcada en la puerta de su domicilio. ¡°Me dais asco y gracias por joderme la vida¡±. Tras unos meses sin saber de ¨¦l, en abril volvi¨® a la carga a trav¨¦s de Facebook: ¡°?Desbloqu¨¦ame, anda! Si es por que no vea tu foto, con que me borres de tu agenda no la ver¨¦, no seas mala, anda. Tontalbote, que sabes que soy un trozo de pan que no te buscar¨¦ m¨¢s problemas. Conf¨ªa, anda, un poco en m¨ª, que nunca te enga?¨¦¡±.
Al acabar su declaraci¨®n, Rosa fue detenida acusada de homicidio por las ¡°incongruencias¡± en su relato. Dos horas antes, los Mossos hab¨ªan detenido a Albert por el mismo motivo.
Las mentiras
Las se?ales de los tel¨¦fonos m¨®viles ubican a Rosa, Albert y Pedro en el chalet de Vilanova en la noche del lunes al martes. Cuando, sospechan, Pedro fue asesinado. Seg¨²n la polic¨ªa, todos los mensajes posteriores de Pedro fueron enviados en realidad por la propia Rosa, suplant¨¢ndole. A los agentes no les pas¨® por alto que la mujer no hab¨ªa llamado a nadie ni hab¨ªa intentado localizar a Pedro despu¨¦s de que se presentasen en su casa para decirle que hab¨ªan encontrado su coche calcinado con un cad¨¢ver dentro.
Pero a los Mossos les desorientaba que el padre de Rosa hab¨ªa asegurado que el martes, a la hora de comer, hab¨ªa visto a Pedro. Despu¨¦s de la detenci¨®n de su hija, el hombre no aguant¨® la tensi¨®n y rompi¨® a llorar ante dos polic¨ªas: ¡°Quiero deciros toda la verdad¡±. No hab¨ªa visto a Pedro el martes, y adem¨¢s esa noche se hab¨ªa quedado al cuidado de sus nietas, algo que hasta el momento hab¨ªa negado.
Los Mossos creen que Rosa y Albert quemaron el autom¨®vil la noche del martes al mi¨¦rcoles. Antes, condujeron hasta la casa del exmarido de ella, en La Bisbal del Pened¨¨s (Tarragona), con el tel¨¦fono de Pedro, para incriminarle cuando rastreasen la ubicaci¨®n del aparato.
La confesi¨®n
Tercera declaraci¨®n, nuevo cambio de versi¨®n. El 16 de mayo, cuando pas¨® a disposici¨®n judicial, medio mes despu¨¦s de la muerte de Pedro, Rosa le dijo a la juez que a ella s¨ª le iba a contar ¡°toda la verdad¡±. Si no lo hab¨ªa hecho antes era porque estaba aterrorizada por lo que Albert pudiese hacerle a ella y a sus hijas.
Con el pelo negro recogido en una coleta, las piernas muy juntas y las manos en las pantorrillas, cont¨® casi a media voz que, la madrugada del martes 2 de mayo, Albert la llam¨® insistentemente para hablar con ella. Acababa de regresar de un fin de semana en una residencia de las afueras con Pedro y su familia y se encontraban en el garaje cuando vio a Albert saltando la valla con una mochila y un palo al hombro. Amenaz¨¢ndola con el arma reglamentaria, le orden¨® que le diese el m¨®vil y que se fuese al piso de arriba con sus hijas. Rosa obedeci¨®, sin tiempo de avisar a su compa?ero.
Durante horas oy¨® una sucesi¨®n de golpes, hasta que Albert sali¨® al jard¨ªn delantero y grit¨® su nombre. ¡°Ten¨ªa manchas de sangre por toda la cara y un hacha de color amarillo, tambi¨¦n manchada¡±. Le orden¨® que bajase y le ayudase a limpiar la sangre del garaje, donde estaba aparcado el coche de Pedro. Si se negaba, matar¨ªa a las ni?as. Lo ayud¨®, pero no tuvo valor de mirar dentro del veh¨ªculo. La noche siguiente, del martes al mi¨¦rcoles, tras ir a casa de su ex con los m¨®viles para incriminarlo, lo quemaron. Cuando el jueves dos mossos fueron a comunicarle que hab¨ªan encontrado el coche, Albert estaba en su domicilio, observ¨¢ndola, por eso no se atrevi¨® a decir m¨¢s.
Rosa asegur¨® que Albert lleg¨® a su casa y mat¨® a Pedro. Y neg¨® que aquella noche hubiese discutido con su pareja, aunque una de sus hijas cont¨® a su padre que hab¨ªa visto a Pedro pegar a su madre y tirarla al suelo. Las cosas entre ellos iban muy bien, repiti¨® Rosa a la juez, pero una amiga entreg¨® una conversaci¨®n que hab¨ªa mantenido con ella un mes antes que indicaba lo contrario: ¡°Con ese chico, fatal. Antes estaba muy contenta porque me daba todo lo que quer¨ªa (¡), pero ahora todos los d¨ªas son peleas. Est¨¢ celoso de mis hijas. Se enfada por cualquier cosa (¡). Echo de menos a Albert¡±.
Los tres protagonistas hab¨ªan participado en oscuras operaciones policiales. En una de ellas, muri¨® una persona.
Parco en palabras, Albert cont¨® lo mismo que Rosa, pero al rev¨¦s. ¡°Me llam¨® ella el lunes muy nerviosa, que a Pedro se le hab¨ªa ido un poco la mano¡±. La acompa?¨® un rato en su chalet de Vilanova, pensando que ¨¦l dorm¨ªa, y regres¨® al d¨ªa siguiente, a la hora de comer, para preparar una barbacoa. Mientras ¨¦l cortaba le?a, ella cambi¨® de opini¨®n y le cocin¨® pollo con patatas. Luego lo llev¨® hasta el garaje, donde vio el coche con un reguero de sangre que surcaba del guardabarros y con el cad¨¢ver en el maletero. ¡°Me dio mucho asco, no fui capaz de mirar¡±, le dijo a la juez. ¡°Casi vomito el pollo con patatas¡±, a?adi¨®. Por toda explicaci¨®n, ella le dijo que Pedro la hab¨ªa vuelto a coger del cuello, y que hab¨ªa decidido que no volver¨ªa a pasar. Al ¡°verla tan mal¡±, Albert le ofreci¨® su ayuda para quemar el coche: ¡°S¨¦ que hice mal¡±.
El secreto de la monta?a de Montju?c
La monta?a de Montju?c se encuentra a las afueras de Barcelona. Tiene jardines, un castillo y un hotel de cinco estrellas. El mediod¨ªa del 9 de agosto de 2014 un hombre muri¨® al caer por un terrapl¨¦n cuando hu¨ªa de Rosa y Albert, en los d¨ªas en que formaban pareja policial y sentimental, en una actuaci¨®n contra la venta ambulante.
Rosa sac¨® a relucir el episodio ante la juez: ¡°A m¨ª me hizo desconfiar de ¨¦l¡ Un hombre me vino con una navaja y me dio en la pierna y Albert sali¨® corriendo detr¨¢s. Luego, cuando yo llegu¨¦ donde estaban, el hombre estaba muerto. Pregunt¨¦ qu¨¦ hab¨ªa pasado y me dijo que lo hab¨ªa matado, que no quer¨ªa que nadie me tocara ni que se acercaran a m¨ª¡±. Albert lo neg¨® todo. Oficialmente, el hombre, un supuesto ladr¨®n, salt¨® de espaldas por voluntad propia por un terrapl¨¦n de m¨¢s de 20 metros. El caso se archiv¨®.
Rosa incrimin¨® tambi¨¦n a Albert en una tercera muerte. ¡°Tiempo atr¨¢s me explic¨® que hace a?os cogi¨® a un vagabundo, lo meti¨® dentro de una f¨¢brica y lo quem¨® junto con los perros porque le ladraban cuando pasaba. Y me dijo que sali¨® en las noticias y todo, como ri¨¦ndose del hecho, como si fuese normal¡±. ¡°No, no tengo la costumbre¡±, zanj¨® Albert, cuando su abogado le pregunt¨® si hab¨ªa matado a un vagabundo.
Viejos conocidos de la prensa
Rosa y Albert est¨¢n en prisi¨®n desde el 16 de mayo. En la reconstrucci¨®n del crimen, d¨ªas despu¨¦s de su declaraci¨®n ante la juez, ella acudi¨® vestida con sobriedad, en blanco y negro, con la melena negra perfecta y la manicura hecha. No dud¨® en mirar desafiante a las c¨¢maras. Albert se cubri¨® la cabeza con una gorra. Los Mossos siguen investigando qu¨¦ pas¨® la noche del 1 al 2 de mayo en el chalet de Vilanova.
Cuando esta truculenta historia, reconstruida ahora con el sumario de la causa, salt¨® a los medios, sus tres protagonistas eran ya viejos conocidos. En 2008, Rosa hab¨ªa denunciado en La Vanguardia una pornovenganza a manos de un examante, un subinspector de la Guardia Urbana que, seg¨²n ella, hab¨ªa distribuido una foto suya haci¨¦ndole una felaci¨®n. Ese juicio, que deber¨ªa haberse celebrado el pasado 28 de abril, llev¨® a Albert a acercarse de nuevo a Rosa, para darle apoyo. La vista se suspendi¨® hasta el 11 de mayo, pero el asesinato de Pedro provoc¨® su aplazamiento hasta octubre. Albert hab¨ªa sido condenado a?os antes por golpear a un vendedor ambulante que se hab¨ªa quejado de ¨¦l varias veces.
En el momento de su muerte, Pedro, por su parte, llevaba un a?o suspendido de empleo y sueldo por golpear a un motociclista de 18 a?os que se hab¨ªa saltado un control. Las im¨¢genes, grabadas por las c¨¢maras de seguridad de una perrera municipal, jam¨¢s salieron a la luz.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.