Amy Winehouse, confesiones de una fan irredenta
La escritora Leslie Jamison explora la obsesi¨®n por la vida excesiva de la cantante brit¨¢nica, fallecida hace ahora seis a?os.
El ¨²ltimo concierto importante de Amy Winehouse?se celebr¨® en Belgrado, un mes antes de su muerte. Era junio de 2011. El evento, que se hab¨ªa anunciado como el inicio de su gira de regreso, acab¨® siendo uno de los desastres de la cantante m¨¢s tristemente c¨¦lebres: cuando subi¨® al escenario, estaba tan borracha que era incapaz de hablar con coherencia, incapaz de mantenerse en pie; se tropez¨®, se puso en cuclillas, se sent¨® para quitarse los zapatos, se apoy¨® en el bajista y le dio la mano. El p¨²blico empez¨® a abuchearla desde el principio y no dej¨® de hacerlo. "?Canta!", exclamaban los asistentes. "?Canta! ?Canta!".
Sus ojos eran grandes como los de un ni?o; parec¨ªa que le hab¨ªan impuesto una vida que no ten¨ªa la menor idea de c¨®mo vivir. Hac¨ªa a?os que su existencia era algo imposible de gestionar. Y lo curioso era que estaba rodeada de gestores: un promotor, un productor, su padre. Estaba dormida cuando la metieron en el avi¨®n que se dirig¨ªa a Serbia. Se pas¨® todo el vuelo dormida, volvi¨® a ser Amy Winehouse al despertarse y oy¨® que le gritaban: "?Canta!". Sus fans la adoraban siempre y cuando ella les diera lo que ellos anhelaban, siempre que se desmoronase para que ellos pudieran observar el proceso, siempre que volviera a recomponerse para que pudiera brindarles su voz. Sus m¨²sicos, que llevaban trajes de color naranja, no sab¨ªan qu¨¦ hacer con ella.
Las im¨¢genes grabadas en Belgrado resultan casi inveros¨ªmiles, pero son reales y se repiten un sinf¨ªn de veces, tantas veces como uno quiera pulsar el bot¨®n de repetici¨®n que tiene YouTube. Amy camina a duras penas ataviada con un min¨²sculo vestido amarillo de desiguales franjas negras, como si fuera un pl¨¢tano magullado. Cuando se cae de un amplificador, la sonrisa del bater¨ªa pasa a ser algo m¨¢s parecido a una mueca. ?Estamos ante uno de esos momentos en que una autodestructiva leyenda de la m¨²sica pierde los papeles, o estamos presenciando c¨®mo Winehouse se est¨¢ esencialmente suicidando delante de ti? El m¨²sico no sabe muy bien qu¨¦ cara poner. El p¨²blico estuvo a?os sin saber qu¨¦ cara poner. "Va pasad¨ªsima", dice una voz en el v¨ªdeo de YouTube. "No sabe d¨®nde est¨¢". Y a continuaci¨®n: "M¨ªrala. M¨ªrala". Llegado cierto punto, el semblante de la cantante cambia. Ya no trasluce confusi¨®n ni miedo. Esboza una sonrisita de desd¨¦n, que parece transmitir lo siguiente: "Ya me he hartado de esto". Tira el micr¨®fono. Alguien le da otro. Una voz grita: "?Canta o devu¨¦lveme el dinero!".
Al final canta, con una voz que apenas se oye en medio de la m¨²sica, mientras suena la canci¨®n que Winehouse hab¨ªa compuesto para transformar su desgarro emocional en algo bello, en algo de provecho, "tu amor desaparece y mi amor aumenta"; suena esa m¨²sica que la hab¨ªa convertido en protagonista de la prensa sensacionalista, cosa que daba la impresi¨®n que ella nunca quiso ser. En determinado momento, su voz ya no se percibe y queda ahogada por el ruido del p¨²blico, por los sonidos con que los asistentes manifiestan su frustraci¨®n y su deseo, con unas voces que le recuerdan a la cantante la letra de su propia canci¨®n.
Los paparazis adoraban a Amy. Les encantaba su belleza, pero les gustaba a¨²n m¨¢s su deterioro.
AL P?BLICO le encantaba ver c¨®mo Amy perd¨ªa los papeles. Le encantaba odiarla, la encantaba juzgarla, la encantaba sentir pena por ella. Tambi¨¦n verse reflejado con ella, fueran cuales fueran los t¨¦rminos de ese v¨ªnculo entre ambos, porque as¨ª los espectadores se sent¨ªan m¨¢s cerca de Winehouse, y lo que m¨¢s deseaban era tener acceso a la artista. A la opini¨®n p¨²blica le encantaba ver c¨®mo Winehouse se desmoronaba. La oscuridad que hab¨ªa en el interior de la cantante siempre acababa saliendo al exterior. Los espectadores recibieron una dosis mayor de la que deseaban: en Belgrado, no pudo cantar para ellos. En Londres, no pudo mantenerse con vida para seguir junto a ellos.
En un concierto celebrado en la isla de Wight, en el que la artista se dedic¨® a farfullar detr¨¢s de un tim¨®n en el que aparec¨ªa la inscripci¨®n "Buque de guerra Winehouse", cant¨® Rehab, su desobediente declaraci¨®n de intenciones, y estuvo bebiendo vino de un vaso de pl¨¢stico que sosten¨ªa cerca de la boca. Ten¨ªa que elegir continuamente entre cantar y beber, a un nivel f¨ªsico y literal: no pod¨ªa hacer las dos cosas a la vez. Ya estaba borracha. Al final de la canci¨®n, lanz¨® el vaso, un reguero de alcohol se desparram¨® por el escenario y dej¨® un rastro, como si fuera pintura. "No, no, no", cantaba Amy. No pensaba someterse a un tratamiento de rehabilitaci¨®n. En cambio, se sub¨ªa al escenario.
Hay miles de comentarios en sus v¨ªdeos de YouTube, en los que abundan las empalagosas muestras de conmiseraci¨®n: "Qu¨¦ triste es ver as¨ª a un ser humano". O frases implacables y sentenciosas: "Amy es el mejor ejemplo de alguien de baja estofa, ?tenga buena voz o no! Es una verg¨¹enza para la m¨²sica y para todos los m¨²sicos que trabajan duramente en todo el mundo". Cincuenta a?os despu¨¦s de la aparici¨®n del modelo de Morton Jellinek que considera el alcoholismo una enfermedad, la gente sigue sin tener claro si esta dependencia se trata de una afecci¨®n o un pecado: "Un adicto es un retrasado mental... La gente acert¨® al abuchearla... Mucha gente sue?a con ser cantante y estar sobre un escenario y Amy lo tir¨® todo por la borda".
Otra persona: "Yo veo a alguien con el coraz¨®n partido".
Despu¨¦s del concierto de Belgrado, el presentador de un telediario se pregunt¨®: "?Por qu¨¦ siguen sac¨¢ndola al escenario? Es imposible que no sepan que tiene un problema". Otro declar¨®: "En teor¨ªa, esto iba a ser su reaparici¨®n. ?Y ha fracasado estrepitosamente!".
Hab¨ªa algo en su adicci¨®n que enfadaba a la gente. Pero ese enfado era complejo. La mujer que escribi¨® el comentario de que Amy lo hab¨ªa tirado todo por la borda tambi¨¦n hab¨ªa vivido una historia personal: "Lo de las sobredosis por accidente es una gilipollez. Mi padre no tuvo un puto accidente cuando le sufri¨® una sobredosis de hero¨ªna... Mis hermanos y yo nos quedamos mirando c¨®mo el personal de urgencias lo reviv¨ªa".
Otra persona plante¨® una pregunta: "Y ahora ?querr¨¢ o no ir a rehabilitaci¨®n?".
LA VERSI?N QUE presentaba esta historia en clave de telenovela ven¨ªa a decir lo siguiente: Amy empez¨® a beber de forma descontrolada despu¨¦s de una ruptura con Blake, su novio tarambana y yonqui; entonces, sus amigos trataron de que se sometiera a un tratamiento de rehabilitaci¨®n. Ella contest¨® que "no, no, no", y a continuaci¨®n compuso un disco que alcanz¨® un ¨¦xito clamoroso, gracias a ese himno en el que hablaba de su negativa a curarse. Su carrera profesional lleg¨® a lo m¨¢s alto y Blake se esforz¨® por recuperarla. Estaban locamente enamorados. Se casaron en Miami y, con una tremenda adicci¨®n al crack, volvieron a Londres. En el punto culminante de su consumo, Winehouse gastaba diecis¨¦is mil libras [unos dieciocho mil euros] en drogas duras a la semana.
Despu¨¦s de que la cantante estuviera a punto de sufrir una sobredosis, su familia y sus amigos le organizaron una sesi¨®n de intervenci¨®n psicol¨®gica en un hotel Four Seasons de Hampshire. El m¨¦dico afirm¨® que, si padec¨ªa otro episodio semejante, morir¨ªa. Sin embargo, ella se march¨® de gira por Estados Unidos. Blake y Winehouse siguieron drog¨¢ndose juntos hasta que ¨¦l entr¨® en la c¨¢rcel. Ella gan¨® cinco premios Grammy pero no le permitieron acudir a la ceremonia por culpa de su drogodependencia. En su discurso de agradecimiento (pronunciado en un club de Londres, en el que segu¨ªa la gala desde la distancia), dijo: "Para mi Blake, mi Blake que est¨¢ encarcelado".
Un v¨ªdeo de YouTube de seis meses antes de la entrada en prisi¨®n de Blake muestra a Amy puesta de crack y jugando con una camada de ratones reci¨¦n nacidos. Verlo es como entrar en el sue?o horrible de otra persona. "?ste de aqu¨ª tiene un mensaje para Blake", asegura la artista mientras sostiene en un dedo uno de los inquietos animales carentes de pelaje. Entonces adopta una chillona voz de ratona y dice en tono suplicante: "Por favor, Blake, no te divorcies de m¨ª". Esa misma voz a?ade: "Solo llevo vivo un d¨ªa pero ya s¨¦ lo que es el amor".
Incluso despu¨¦s de dejar finalmente de consumir drogas duras, Amy sigui¨® bebiendo. Blake y ella se divorciaron, a pesar de las ratoniles s¨²plicas. La cantante continu¨® consumiendo alcohol y tambi¨¦n cantando, pero no lleg¨® a crear otro ¨¢lbum. Dejaba de beber y lo retomaba, dejaba de beber y lo retomaba, hasta que finalmente su cuerpo dijo basta. Cuando falleci¨®, su tasa de alcohol era superior a los 400 miligramos por cada 100 mililitros de sangre, una cantidad cinco veces superior al l¨ªmite legal permitido para conducir. El forense dictamin¨® que se trataba de una "muerte accidental".
LOS PAPARAZIS adoraban a Amy. No se cansaban de ella. Les encantaba su belleza, pero les gustaba a¨²n m¨¢s su deterioro. No solo quer¨ªan fotografiar su mo?o alto y cardado; quer¨ªan que lo llevara despeinado. No solo aspiraban a ver su mirada felina realzada con l¨¢piz de ojos; quer¨ªan que el maquillaje estuviera corrido. En las fotos, intentaban que se vieran de forma destacada los cortes y los moratones, las lesiones que Winehouse sufr¨ªa durante las juergas aderezadas de crack y alcohol. Peque?as heridas que parec¨ªan aberturas por las que acceder a lo m¨¢s rec¨®ndito de su intimidad. La c¨¢mara se acercaba a su carne h¨²meda como si intentase entrar en las propias heridas; si las c¨¢maras pudieran follar, lo har¨ªan precisamente de ese modo. Los paparazzi quer¨ªan introducirse hasta el torrente sangu¨ªneo de la artista.
En cierta ocasi¨®n, Amy le dijo a su marido: "Quiero sentir lo que sientes t¨²". Y eso era lo que el p¨²blico esperaba de ella: saber lo que sent¨ªa, meterse en su piel. Pero los espectadores tambi¨¦n aspiraban a salir despu¨¦s del interior de la artista, a ocultarse bajo el manto seguro de la iron¨ªa: "?Qu¨¦ se le ha colado en el pelo y se le ha muerto ah¨ª dentro?", pregunt¨® un humorista. "Parece sacada del p¨®ster de una campa?a para salvar a los caballos maltratados". El lado de su personalidad adicto y destruido molestaba. Era algo "triste de cojones". Tambi¨¦n era divertido, "?y muy fuerte!".
Sus adicciones no dejaban de presentar pruebas f¨ªsicas de la vulnerabilidad de Amy, a trav¨¦s de sus moratones, sus heridas y su cuerpo escu¨¢lido; los humoristas, a su vez, no dejaban de crear chistes mediante los cuales los espectadores procesaban el horror de lo que estaba sucediendo, como si el proceso fuera un v¨ªdeo de cinco a?os de duraci¨®n en el que una persona va muriendo lentamente en p¨²blico. Un paparazzo hizo una foto en la que la artista sub¨ªa a un coche; a continuaci¨®n, empez¨® a sacar otras im¨¢genes en las que se iba centrando cada vez m¨¢s en la entrepierna de la cantante, y las public¨® en internet para demostrar que Amy llevaba pa?ales, que hab¨ªa empezado a utilizarlos porque era incapaz de controlar sus necesidades fisiol¨®gicas. Parec¨ªa inagotable esa fascinaci¨®n colectiva que nos inspiraba la debilidad autoinfligida de una mujer bella.
?Por qu¨¦ nos obsesionaba ese himno suyo en que se mostraba contraria al proceso de rehabilitaci¨®n? Rehab es una canci¨®n extraordinaria, sincera y rotunda, descarada y sublime; en ella, la singular voz de Amy suena acrob¨¢tica, segura y llena de matices, como el vinilo y el cuero; el estribillo llega de forma brusca y sorprendente, rebosante de rebeld¨ªa en el momento en que quiz¨¢ esperar¨ªamos escuchar la melod¨ªa desfallecida del victimismo. La canci¨®n encuentra esperanza y energ¨ªa en su propio ritmo. Es un tema en el que no se defiende la idea de cuidar de uno mismo; el "no, no, no" con el que se rechaza la rehabilitaci¨®n anticipa otra declaraci¨®n que se produce despu¨¦s: "S¨ª, he estado mal, pero cuando vuelva lo sabr¨¢s, sabr¨¢s, sabr¨¢s". El "no" da paso a "lo sabr¨¢s": la resistencia se convierte en conocimiento. No estamos ante un mero rechazo, sino ante la afirmaci¨®n de una presencia.
La figura del yonqui que no muestra arrepentimiento llevaba mucho tiempo gozando de gran popularidad; constitu¨ªa la alternativa desbocada de la figura del muchacho bueno y formal. Yonqui, el cl¨¢sico de culto que public¨® William Burroughs en 1953, llevaba el subt¨ªtulo de Confesiones de un drogadicto irredento; el libro ofrec¨ªa un atractivo ant¨ªdoto frente al relato oficial sobre las rehabilitaciones.
A lo largo de la misma d¨¦cada, mientras la legislaci¨®n contra los "adictos a los narc¨®ticos" se iba haciendo m¨¢s draconiana (prescrib¨ªa penas m¨ªnimas y presentaba al adicto como una persona malvada), ciertas personas crearon otra visi¨®n del consumidor de estupefacientes, una imagen diametralmente opuesta a la que ofrec¨ªan esas medidas moralizantes: la de un individuo que no ped¨ªa perd¨®n por nada, que lograba extraer algo contestatario o incluso bello de la oscuridad de su compulsi¨®n. A la escritora Elizabeth Hardwick le encantaba imaginar que Billie Holiday se hab¨ªa enfrentado al desmoronamiento de su vida con una magnificencia exenta de remordimientos. Admiraba la "luminosa autodestrucci¨®n" de Holiday y su negativa a acatar las convenciones sociales: "Daba la impresi¨®n de que no sent¨ªa la necesidad acuciante de dejarlo, de cambiar". Pero esta idea tambi¨¦n es un mito: Holiday trat¨® de desengancharse muchas veces.
Es posible que en el caso de Amy, d¨¦cadas despu¨¦s, el fen¨®meno de ver a alguien que no quer¨ªa curarse presentara un elemento liberador; parec¨ªa que la artista estaba diciendo: "A tomar por culo, ?vamos a beber! Hagamos un canuto de papel de plata y fumemos". Si Amy fue una adicta irredenta, Rehab fue su grito de guerra: lo enton¨® en infinidad de ocasiones. Lo cantaba mientras se tambaleaba; lo cantaba mientras beb¨ªa; lo cantaba mientras derramaba el vino, mientras se tropezaba con los tacones de v¨¦rtigo. "No pienso dedicarle a eso diez semanas -dec¨ªa la letra de la canci¨®n-, para que la gente crea que me he reformado".
Era emocionante ver c¨®mo Winehouse rechazaba el consuelo y las respuestas f¨¢ciles que brinda la rehabilitaci¨®n, c¨®mo se negaba a aceptar una redenci¨®n que se presentaba como un regalo, c¨®mo se resist¨ªa a darnos un acto p¨²blico en el que mostrase que hab¨ªa superado el dolor, que lo hab¨ªa trascendido mediante el arte. Se negaba a curarse.
Aunque es posible que ese car¨¢cter irredento no supusiera una alternativa a la fantas¨ªa de la rehabilitaci¨®n, sino que m¨¢s bien constituyera otra clase de fantas¨ªa. Es posible que esa actitud de "a tomar por culo" fuera otra fantas¨ªa. Es posible que nuestra visi¨®n colectiva de su alquimia, de esa fusi¨®n entre dolor y melod¨ªa, se basara en un mito que no era del todo real. Tal como lo expres¨® el poeta John Berryman, hasta ¨¦l tuvo que luchar contra el "enga?o de que mi arte depend¨ªa de mi alcoholismo". Era un enga?o que Berryman cre¨ªa que deb¨ªa romper si quer¨ªa llegar a estar sobrio.
Amy lanz¨® su carrera a partir de esa negativa a someterse a un proceso de desintoxicaci¨®n, pero lo cierto es que estuvo en rehabilitaci¨®n cuatro veces. En un v¨ªdeo casero grabado durante su primera estancia en un lujoso centro para adictos situado en una isla y llamado Causeway Retreat, Blake le reta a que cante una versi¨®n alterada de Rehab.
?Puede Amy entonar ese "no, no, no" mientras est¨¢ en tratamiento? ?No deber¨ªa decir "s¨ª" en la canci¨®n? Sin embargo, da la impresi¨®n de que a Winehouse el chiste no le hace una gracia especial. Le contesta a Blake: "La verdad es que no me molesta estar aqu¨ª".
A pesar de su negativa p¨²blica a desintoxicarse, Amy estuvo cuatro veces en rehabilitaci¨®n.
AMY WINEHOUSE NACI? EN Londres en septiembre de 1983, tres meses despu¨¦s de que lo hiciera yo al otro lado del oc¨¦ano. Cuando ten¨ªa veintisiete a?os, muri¨® por tener una cantidad demasiado elevada de alcohol en sangre. Con la misma edad, yo abandon¨¦ por completo el consumo de alcohol. Es posible que estos paralelismos expliquen en parte por qu¨¦ me acabaron obsesionando tanto la vida de Winehouse y la posibilidad de c¨®mo podr¨ªa haber sido su vida de haber estado sobria. Tambi¨¦n cabe la posibilidad de que estos paralelismos no sean m¨¢s que pedacitos de ella que me gustar¨ªa quedarme. A la gente le encanta hacerlo: "Todo el mundo quer¨ªa un pedacito de Amy", afirm¨® su amigo Nick, su primer m¨¢nager.
Cuando, de forma inconsciente, empec¨¦ a notar el deseo de tener ese pedacito de Amy, p¨®stumamente, yo ya llevaba a?os sin beber alcohol. Pero a¨²n recordaba lo que era la embriaguez, una embriaguez gloriosa y carente de remordimientos, cuando tomaba whisky junto a una hoguera y notaba c¨®mo el chorro de calor me bajaba por la garganta, tan caliente como las llamas que casi rozaba con los dedos. Recuerdo que me daba la impresi¨®n de que beber era una disculpa constante, que una p¨¦rdida de conocimiento pod¨ªa introducirse en tu vida como si fuera un territorio hostil, como si estuvieras detr¨¢s de las l¨ªneas enemigas; y que emborracharme tambi¨¦n me parec¨ªa algo absolutamente necesario, la ¨²nica perspectiva de alivio, como el punto de fuga de un cuadro, el n¨²cleo esencial en torno al cual giraba todo lo dem¨¢s. Tambi¨¦n recuerdo que la idea de la sobriedad me presentaba una grisura implacable, despu¨¦s de haber vivido noches luminosas y disruptivas: un horizonte sombr¨ªo, una prenda lavada tantas veces que hab¨ªa perdido el color. ?Pod¨ªa la l¨ªnea recta de la rehabilitaci¨®n ofrecer algo equiparable al oscuro y centelleante torrente de la destrucci¨®n?
CUANDO ME IMAGINABA la ausencia de alcohol, antes de estar sobria, me ven¨ªa a la cabeza El resplandor: Jack Nicholson fingiendo que escribe mientras lucha denodadamente por alcanzar una amarga sobriedad en un vac¨ªo complejo vacacional, lo contrario de la rehabilitaci¨®n, un encierro solitario en vez de estar en compa?¨ªa; o tambi¨¦n podr¨ªa considerarse una rehabilitaci¨®n llena de fantasmas, mientras Nicholson se pasa el d¨ªa tecleando una sola frase en la m¨¢quina de escribir, una y otra vez: "No por mucho madrugar amanece m¨¢s temprano".
En la noche en que gan¨® cinco premios Grammy, Amy le confes¨® a una de sus mejores amigas: "Jules, esto es de lo m¨¢s aburrido sin drogas".
Una parte de m¨ª quiere decirle: "Te equivocabas. La vida no era aburrida sin drogas. Solo ten¨ªas que aprender a vivir sin consumir". Una parte de m¨ª quiere hablarle de las reuniones en s¨®tanos de iglesias, de citas vespertinas para tomar caf¨¦, de la emoci¨®n primaria que surge al estar delante de una persona que ha sentido una versi¨®n parecida de lo que sientes t¨²: el miedo al aburrimiento, el impulso de huir del dolor, de borrar el yo, o de permitirte el yo; la emoci¨®n de o¨ªr c¨®mo la otra persona lo dice de viva voz, lo liberador que eso resulta; cuando te rehabilitas, verte reflejado en el otro no es un ejercicio moralizante ni de redenci¨®n, sino algo que te ayuda a percibir las posibilidades del exterior, que te abre una puerta en un sitio que parec¨ªa un muro.
Lo arriba descrito forma parte de m¨ª. Otra parte de m¨ª sabe que tambi¨¦n me atrae contemplar c¨®mo Amy se destruye. En un relato breve sobre un alcoh¨®lico que acude a sesiones de rehabilitaci¨®n, Raymond Carver escribe lo siguiente: "Una parte de m¨ª quer¨ªa ayudar. Pero hab¨ªa otra parte".
La otra parte era la siguiente: las drogas y el alcohol constitu¨ªan uno de los rasgos por los cuales la vida de Amy resultaba tan interesante, tanto para m¨ª como para todo el mundo. Explicaban parcialmente por qu¨¦ quer¨ªamos acercarnos cada vez m¨¢s, por qu¨¦ quer¨ªamos sacar las lupas y los microscopios, los teleobjetivos, para obtener una imagen mejor de su desgarro emocional.
Incluso el t¨ªtulo del documental que Asik Kapadia estren¨® en 2015 sobre la vida de la artista pone de manifiesto nuestro colectivo deseo de cercan¨ªa: se titula Amy a secas. Como si todos la conoci¨¦ramos, o todav¨ªa pudi¨¦ramos llegar a hacerlo, incluso despu¨¦s de que haya muerto, quiz¨¢ precisamente por eso. Como si todav¨ªa la tuvi¨¦ramos disponible; como si siempre lo hubiera estado.
Amy. Es rid¨ªculo que yo la llame de ese modo. Pero me cuesta utilizar cualquier otro apelativo. El documental recurre a una intimidad ilusoria, pero tambi¨¦n la aborda con iron¨ªa. En ¨¦l se ve a un sinf¨ªn de paparazzi que gritan: "?Amy! ?Amy! ?Amy!", como si estas palabras fueran el estribillo de otra canci¨®n.
As¨ª pronunciado, tal como lo dicen, su nombre no evoca una sensaci¨®n de intimidad, sino su deformaci¨®n; no una relaci¨®n privada, sino su violaci¨®n. "?Alegra esa cara, Amy!", le grita el periodista de un tabloide, despu¨¦s de que ella aparte a empellones a varios de los colegas de este hombre. Despu¨¦s, al cabo de un a?o, cuando est¨¢n sacando su cuerpo de su casa de Camden, otra voz dice: "Descansa en paz, Amy": un perfecto desconocido sigue empleando su nombre de pila.
A Amy la matamos nosotros. La celebridad se convirti¨® en una aliada de sus adicciones.
EN TODAS LAS HISTORIAS sobre una chica muerta hace falta que aparezca un villano, y Amy nos presenta a varios sospechosos: es posible que la matara su promotor al impedir que la maquinaria de su fama se detuviese, a pesar de que todo aquello le estaba destrozando el cuerpo. Quiz¨¢ la mat¨® su padre por no haberle dado el amor que necesitaba de peque?a. A lo mejor la mat¨® su marido por haberle dado aquello que le mitigaba el dolor que ya le hab¨ªa infligido su padre, y por causar a¨²n m¨¢s dolor que hac¨ªa falta mitigar.
La cinta nos muestra a Amy como adicta y v¨ªctima, a Blake como adicto y villano: ella es la mujer que se vio arrastrada al consumo de crack; ¨¦l, quien la convenci¨® para que cayera bajo el hechizo de esta droga. No nos resulta necesario romper esa distinci¨®n entre el adicto que es una v¨ªctima y el que es un villano. Se nos permite proyectar estas ideas en dos cuerpos humanos que, convenientemente, son muy distintos entre s¨ª.
Cuando el documental muestra el momento en que Blake reaparece en la vida de Amy, despu¨¦s de que el disco sobre la ruptura entre ambos haya convertido a la artista en una estrella, visualmente se nos presenta ese regreso como una ascensi¨®n literal desde las tinieblas: vemos a Blake en una puerta oscura, a lo largo de toda una serie de im¨¢genes de paparazzi. Parece un demonio que est¨¢ dispuesto a recuperarla: Back to Black [Regreso a la oscuridad]. Un m¨¦dico que los trat¨® a ambos declar¨®: "Aquello fue un caso t¨ªpico de una persona que vive una situaci¨®n que puede utilizar de forma muy beneficiosa..., que no quiere que la otra persona mejore porque le da miedo perder el chollo del que disfruta".
Con respecto a Amy, el doctor coment¨® sin m¨¢s: "Era una mujer muy vulnerable".
La adicci¨®n de Amy la convert¨ªa en esa persona vulnerable, mientras que la adicci¨®n de Blake lo convert¨ªa en depredador de la persona vulnerable. A Amy hab¨ªa que protegerla; en el caso de Blake, hab¨ªa que proteger a los dem¨¢s de ¨¦l. Aunque ¨¦l tambi¨¦n recurr¨ªa al crack por motivos personales: "Literalmente, elimina todos los sentimientos negativos", afirm¨® en cierta ocasi¨®n. Hablamos de un hombre que, con nueve a?os, intent¨® cortarse las venas. ?No estamos ante otra muestra de vulnerabilidad?
En realidad, el mayor villano del documental es la fama en s¨ª: a Amy la matamos nosotros. La celebridad se convirti¨® en un aliado de sus adicciones, y en enemigo de su arte. La obligaba a seguir dando conciertos en vez de volver al estudio. El documental de Kapadia mantiene una relaci¨®n inc¨®moda con los paparazzi a los que muestra. Son los personajes malvados de la cinta (un estallido de amenazas y flashes; los obturadores suenan como los disparos entrecortados de armas de fuego), pero tambi¨¦n sus colaboradores. Gran parte de la obra est¨¢ creada a partir de las im¨¢genes que ellos sacaron. En determinado momento vemos c¨®mo Amy corre una cortina, mientras mira por la ventana con recelo, tap¨¢ndose para no ser vista. Pero solo podemos presenciar esa violaci¨®n porque dicha violaci¨®n nos brind¨® un ejemplo grabado de su resistencia.
El documental critica el ansia de los paparazzi por tener acceso a Amy, pero al mismo tiempo intensifica esa ansia (de forma efectiva e impl¨ªcita) cuando nos promete que nos va a ense?ar las heridas de Amy con una profundidad mayor que la que jam¨¢s logr¨® cualquier paparazzo. Al mostrar el duro resplandor y la invasiva constancia de estos fot¨®grafos como un acercamiento de cierta ¨ªndole, despiadado y superficial, la pel¨ªcula nos invita a que consideremos que su exploraci¨®n plantea un acercamiento de otra ¨ªndole completamente distinta, llena de profundidad y compasi¨®n. Queremos que nuestra ansia no nos haga sentir tan mal, pero no deja de ser ansia: seguimos persiguiendo a la cantante, no dejamos de olfatear el rastro de su sangre. Seguimos queriendo estar dentro de ella.
O quiz¨¢ deber¨ªa decir que era yo quien lo quer¨ªa. No es algo que me guste ni que me inspire orgullo, ese deseo. La vida de Winehouse hab¨ªa tocado a su fin, el documental no lo explicaba todo, lo cual solo aumentaba mis ganas de conocer su existencia con una profundidad a¨²n mayor. Mi vida de borracha tambi¨¦n hab¨ªa tocado a su fin y, a veces, tambi¨¦n sent¨ªa ganas de volver a estar dentro de ella. A veces me acomet¨ªa la sensaci¨®n de que no hab¨ªa dejado atr¨¢s del todo esa existencia. Cuando vi las diez copas de champ¨¢n vac¨ªas y colocadas delante de ella en una mesa, en la isla de Santa Luc¨ªa, Amy me dio pena, pero tambi¨¦n sent¨ª verg¨¹enza (por ese deseo m¨ªo de acercamiento), y asimismo ganas de beber. Hasta las botellas de vodka vac¨ªas que atestaban su casa..., todo aquello me recordaba la antigua sensaci¨®n que ten¨ªa cuando me dec¨ªa: "Que se vaya todo a tomar por culo". Ella hab¨ªa seguido esa sensaci¨®n hasta llegar a otro lugar.
Cuando vi esa obsesi¨®n p¨²blica reflejada en la pel¨ªcula, ese combustible inagotable que daba vida a la fama que la mat¨®, las manos anhelantes de quienes compraban las revistas que los paparazzi llenaban con sus ¨¢vidas im¨¢genes, odi¨¦ al p¨²blico. Pero supe que yo tambi¨¦n formaba parte de ¨¦l. El hecho mismo de que el documental existiera casi resultaba repulsivo: hab¨ªamos sobrevivido a Amy, pero segu¨ªamos obsesionados con ella.
En determinado momento, en el documental se nos muestra, mediante un collage fotogr¨¢fico, una juerga celebrada despu¨¦s de la primera estancia de Amy en un centro de desintoxicaci¨®n; aparece con el rostro emborronado por el r¨ªmel corrido, y unos hilos de sangre cubren toda la cara de Blake, que lleva los brazos vendados y sostiene unos cigarrillos; en los zapatos planos de Winehouse se observan otras manchas rojas. ?l se hab¨ªa cortado con una botella y ella hab¨ªa tenido que hacer lo mismo, porque quer¨ªa sentir todo lo que sent¨ªa Blake; nosotros queremos ver la sangre en el cuerpo de Amy, para sentir tambi¨¦n lo que ella sent¨ªa, o convencernos de que nos acercamos a ello.
En la cinta se cuenta c¨®mo qued¨® el ba?o del estudio de grabaci¨®n de Amy despu¨¦s de que ¨¦sta lo dejara lleno de v¨®mitos; en las toallas blancas se ve¨ªa un rastro de r¨ªmel despu¨¦s de que se limpiara la cara en ellas. En el documental se narran todos estos detalles mientras se muestra un v¨ªdeo en el que Amy toca la guitarra en el estudio: bebe compulsivamente y, mediante un proceso de purgaci¨®n, crea belleza mientras sigue metabolizando el dolor, mientras sigue convirti¨¦ndolo en canciones.
Ver la pel¨ªcula me result¨® inc¨®modo porque en ella se pone de manifiesto una obsesi¨®n y, al mismo tiempo, se explota. Llor¨¦ durante su visionado, y quise que terminara. Luego quise volver a verla desde el principio, para poder llorar de nuevo. Me puse el final por lo menos veinte veces, cuando suena una evocadora pieza de piano al mismo tiempo que sacan su cad¨¢ver de su casa y lo meten en una ambulancia privada que aguarda en la calle, mientras la voz de un m¨¦dico plantea la posibilidad de que tantos a?os de desnutrici¨®n, purgas y alcoholismo "hicieran que se le parara el coraz¨®n". Contempl¨¦ c¨®mo quienes lloraban su muerte se congregaban torpemente en la calle despu¨¦s del rito funerario: un hombre que lleva un kip¨¢ aparece con la cabeza inclinada por la pena, tap¨¢ndose el rostro con una mano; la madre de la artista camina con bast¨®n para subir al coche. Pens¨¦: "?Qui¨¦n grab¨® este dolor privado". Pens¨¦: "?En qu¨¦ me convierto yo al ver esto?".
"He muerto mil veces", canta Amy en una de sus baladas; yo no dejaba de pulsar el bot¨®n de rebobinado para ver c¨®mo mor¨ªa de nuevo.
"?sa no es Amy", declar¨® su madre en 2007. "Da la impresi¨®n de que han convertido toda su vida en un espect¨¢culo teatral". La cantante siempre se tom¨® con sentido del humor haber pasado a ser un personaje oscuro, las formas en que se hab¨ªa transformado en estereotipo. Cuando el peri¨®dico The Guardian le pregunt¨®: "?Qu¨¦ te impide dormir por las noches", contest¨®: "Estar sobria". Era consciente de sus "problemas" y c¨®mo se percib¨ªan en p¨²blico. "?Cu¨¢l es tu costumbre m¨¢s desagradable?", le preguntaron en otra ocasi¨®n. "Abusar del alcohol", respondi¨®.
Parec¨ªa que sent¨ªa cierto subid¨®n al incurrir en una especie de autodestrucci¨®n ir¨®nica, por ejemplo al escribirse el nombre de Blake en el vientre con un cristal roto mientras Terry Richardson lo fotografiaba. Ella declar¨® que aquello eran "unos garabatos en la tripa", pero no solo hac¨ªa esas cosas cuando hab¨ªa p¨²blico. Se autolesion¨® de veras durante a?os; ten¨ªa los brazos llenos de cicatrices.
El rapero Mos Def recuerda haber contemplado c¨®mo Amy fumaba crack y haber pensado: "Estoy viendo a una persona que aspira a desaparecer". Cerca del final, su m¨¦dico le pregunt¨®: "?Quieres morir?". Winehouse contest¨®: "No, no quiero morir". Su guardaespaldas asegur¨® que la artista se mostraba reacia a ofrecer ese ¨²ltimo concierto en Belgrado: "No pod¨ªa ir a ning¨²n sitio. No pod¨ªa esconderse en ning¨²n sitio. Amy necesitaba una escapatoria". El hombre a?adi¨®: "Y el alcohol... es una v¨ªa de escape, ?no?".
Cuando observ¨¦ los cambios de Amy a lo largo del documental, cuando vi c¨®mo el cuerpo le iba menguando con el paso de los a?os, sent¨ª que estaba contemplando esa desaparici¨®n que, seg¨²n Mos Def, ella anhelaba. Pas¨® de ser una chica voluptuosa a un ser escu¨¢lido; de tener un cuerpo rellenito a otro esquel¨¦tico. Su mo?o alto adquiri¨® unas proporciones inmensas; su cuerpo, diminutas.
Ese cuerpo min¨²sculo tambi¨¦n formaba parte de su mito exagerado, tambi¨¦n nos inspiraba un asombro colectivo que su potente voz, y el caos de sus febriles disfunciones, pudieran estar albergados en un cuerpo que era tan poca cosa. El reportaje de portada que le dedic¨® Rolling Stone empezaba mencionando su tama?o: "Situada junto a la torre sin apoyos m¨¢s alta del mundo, una de las estrellas de pop m¨¢s diminutas del planeta est¨¢ en cuclillas al lado de un cubo de la basura, recogiendo una monta?a de l¨¢pices de ojos y de tubos de r¨ªmel". No falta nada: era diminuta, le obsesionaba su belleza, viv¨ªa cerca de la basura.
En ese perfil, la artista declara que quer¨ªa llevar una existencia distinta: "S¨¦ que tengo talento, pero no he venido a este mundo para cantar. He venido para ser madre y esposa, para cuidar a una familia". A un peri¨®dico le cont¨® que quer¨ªa que la recordasen como una persona "aut¨¦ntica".
Es posible que a Billie Holiday la quisieran por lo que Hardwick denomin¨® "la tremenda magnitud de sus vicios, lo escandaloso de ¨¦stos", pero Holiday albergaba otros sue?os: quer¨ªa comprarse una granja en el campo y acoger a hu¨¦rfanos. En una ocasi¨®n trat¨® de adoptar a un ni?o en Boston, pero el juez no se lo permiti¨® debido a sus antecedentes de consumo de drogas. A Hardwick le encantaba de ella esa ausencia de cualquier "necesidad acuciante de dejarlo, de cambiar", y le suscitaba admiraci¨®n que la cantante hubiera hablado con una "fr¨ªa rabia" de "las diversas curas a las que le hab¨ªan obligado a someterse". Pero Holiday no se mostr¨® del todo reacia a dejar de consumir, ni a las curas. Esa rabia se la despertaba la clase concreta de "cura" en la que se produc¨ªan arrestos y encarcelamientos, persecuciones por parte de los agentes federales. En tanto que mujer negra, sus adicciones le hac¨ªan m¨¢s susceptible de ser tratada como una delincuente: pas¨® caso un a?o en una c¨¢rcel de Virginia Occidental y muri¨® esposada a su cama de hospital. Odiaba esa "cura", pero ?la droga en s¨ª? Intent¨® dejarla en multitud de ocasiones. A su pianista le dijo: "Carl, ?ni se te ocurra probar esta basura! ?No sienta bien! ?No te acerques a ella! ?No te conviene acabar como yo!".
SI AMY HUBIERA IDO a rehabilitaci¨®n esa primera vez, cabe la posibilidad de que jam¨¢s hubi¨¦semos disfrutado de Back to Black, pero me pregunto de qu¨¦ podr¨ªamos haber disfrutado en su lugar. Me habr¨ªa gustado much¨ªsimo o¨ªrla cantar sobria. No solo despu¨¦s de estar dos semanas sin consumir nada, sino al cabo de tres a?os, de veinte. "Ten¨ªa el mayor de los dones", asegur¨® una vez Tony Bennett, refiri¨¦ndose a ella. "Si hubiera vivido, yo le habr¨ªa dicho: 'La verdad es que la vida te ense?a c¨®mo vivirla, si sigues existiendo el tiempo suficiente'".
Yo nunca viv¨ª la vida de Amy, ni ella la m¨ªa, pero s¨¦ que al verla sobre ese escenario de Belgrado, es como si la cantante hubiera aparecido de repente en un episodio del que ella jam¨¢s supo nada, y me acuerdo de ciertos momentos en que yo despertaba despu¨¦s de haberme quedado inconsciente, cuando volv¨ªa en m¨ª en un mundo nuevo y extra?o, en el cub¨ªculo de un ba?o en M¨¦xico, o en un s¨®tano sucio, con unas esposas, percibiendo el sabor de la ginebra y los c¨ªtricos, o en un dormitorio poco aireado en el que era m¨¢s f¨¢cil dejar que un hombre acabara de follarme que frenarlo.
S¨¦ que cuando observo c¨®mo Amy avanza a duras penas por ese escenario de Belgrado, en el que finalmente se pone en cuclillas, inm¨®vil y callada, con una sonrisa, esperando a que pase algo o a que algo deje de pasar, no siento exactamente que s¨¦ lo que le sucede en su interior, sino m¨¢s bien que su mirada conoce algo que me ha pasado a m¨ª. Me causa tristeza que no Amy viviera a?os de citas anodinas en cafeter¨ªas, a?os en que la gente le dijese: "Te entiendo", que su destino fuera mantener su car¨¢cter singular, tener esa sangre aguada por el vodka y caminar ebria bajo la torre derruida de su mo?o alto, un peinado que parec¨ªa una pagoda en su cabeza, mientras su cuerpo apenas aguantaba el peso, hasta que ¨¦se dej¨® de ser su destino, hasta que su cuerpo dej¨® de aguantar.
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