Verdades
Los corazones de Boya, Mart¨ªn, Chac¨®n y Forn, rezuman odio. Como los de los terroristas
Hace casi 80 a?os que Figueras fue, aunque de manera fugaz, la capital pol¨ªtica de la II Rep¨²blica Espa?ola. Mal protegido por los deshechos restos del Ej¨¦rcito republicano, el Gobierno del Estado, presidido por Manuel Aza?a, iniciaba el d¨ªa 5 de febrero la huida a Francia, que ya hab¨ªan practicado unos 200.000 compatriotas en los pocos d¨ªas transcurridos desde la ca¨ªda de Barcelona en manos franquistas. Quedaban todav¨ªa otros tantos por hacerlo.
Son hechos que cada vez que paso por estos lares recuerdo con gran intensidad, pese a no haberlos vivido ni de lejos. Asomado a la bah¨ªa de Rosas, sobrecogido por la gran belleza de un atardecer transparente, como si fuera de invierno, y todav¨ªa sacudido por el golpe que la barbarie tribal del salafismo ha asestado a Occidente en la carne de mi amada ciudad de Barcelona, este golpe adquiere una gran presencia, como la que tienen siempre, al menos para m¨ª, las muertes fronterizas de Antonio Machado y de Walter Benjamin, a quienes el conseller de Interior de la Generalitat, Joaquim Forn, y la concejal de Cultura de Sabadell, Monserrat Chac¨®n, habr¨ªan puesto en su sitio como jud¨ªo uno y espa?ol el otro. Mireia Boya, que ha puesto en claro que el Rey ha tenido responsabilidad en el atentado, podr¨ªa ayudarles.
Ellos, Machado y Benjamin, que seguramente se sent¨ªan ciudadanos del mundo, de un mundo que ahora les volver¨ªa a rechazar con el repugnante verbo de un cura madrile?o trabucaire, Santiago Mart¨ªn, o del confuso edil que nunca supo que en Catalu?a tambi¨¦n hab¨ªa franquistas. Si uno se toma la molestia de leerlos, entiende bien, sin embargo, que habr¨ªan podido elegirlos como v¨ªctimas los salafistas de Ripoll, los salvajes que ocupan muchos p¨²lpitos cat¨®licos y los no menos salvajes que creen que defienden la cultura catalana negando el pasado espa?olista de Pla, Dal¨ª o Galinsoga.
?Cu¨¢nto habr¨ªan dado Machado y Benjamin por haber podido pasear por La Rambla una tarde de verano, sin acordarse de que hab¨ªa unas fronteras donde se quedar¨ªa su vida empujada por el mismo fanatismo salvaje hoy renacido en Europa!
Los ni?os asesinos de Ripoll, el cura madrile?o, el conseller de Interior o la portavoz de la CUP forman parte del mismo ej¨¦rcito que levanta fronteras, que intenta hacer que solo haya una verdad frente a las muchas esquinas que la verdad tiene.
Y, como bien dice desde su p¨²lpito cat¨®lico Santiago Mart¨ªn, ya no basta con palabras, hay que pasar a los hechos. Los corazones de Boya, Mart¨ªn, Chac¨®n y Forn rezuman odio. Como los de los terroristas.
?Qu¨¦ aire transparente!
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