Cornadas entre bueyes
La comunidad intelectual siempre fue terreno de enfrentamientos, pero hoy se producen sin buenas maneras, con insidias y encarnizamientos. En los nuevos soportes informativos no hay ley, salvo la de la selva
Art¨ªculos anteriores del autor
La comunidad art¨ªstica no es la comuni¨®n de los santos. Ni la art¨ªstica ni, en general, la ¡°intelectual¡±. Lo constat¨¦ hace unos a?os, mientras preparaba un libro sobre el compromiso intelectual y, en el camino, explor¨¦ el peculiar ecosistema del arte. No recordaba mayores grados de inquina gremial desde la cenas entre familias en El Padrino. No me sorprendi¨®. Se correspond¨ªa con mi conjetura: la ausencia de criterios compartidos de calidad, aceptados y reconocidos por todos (esos que, mal que bien, operan en la mejor ciencia) propiciar¨ªa --adem¨¢s de la fragilidad psicol¨®gica de los artistas, quienes, carentes de tribunales fiables con los que tasar sus quehaceres, acababan por entregarse a su ego o a su corte para afirmarse en el oficio-- la mala baba y el cainismo entre colegas, con particular dedicaci¨®n a quienes ocupan posiciones que otros creen merecer. Cuando no hay manera inequ¨ªvoca de saber qui¨¦n es el mejor, la canonj¨ªa del cabildo solo se explica por sus malas artes, rumia avinagrado el cagatintas. Y se encona.
Los testimonios abundan y, como subproducto, han generado una jugosa literatura, cuyos mejores pasajes se han decantado en diccionarios de insultos. Entre nosotros Cansinos Assens novel¨® esas disputas por el escalaf¨®n en El movimiento V.P.: ¡°(L)o que s¨ª nos parece indispensable es publicar en la Prensa la noticia de nuestro rejuvenecimiento. La noticia de que somos los ¨²nicos poetas verdaderamente j¨®venes y nuevos, de que ninguno nos aventaja en modernidad y de que nuestra poes¨ªa es el verdadero espec¨ªfico de nuestros tiempos. Eso es; publicaremos un manifiesto y lo firmaremos todos. Y al punto que lo lean, todos los poetas viejos morir¨¢n del susto de saber que son viejos¡¡±.
El a?o pasado asistimos a una actualizaci¨®n del fatigado conflicto con renovado l¨¦xico: cipotudos, pollaviejas, machirulos. Las nuevas injurias destacaban no solo por su ordinariez sino, sobre todo, por su condici¨®n parad¨®jica. Doble: casi siempre, eran facturadas por personas apenas m¨¢s j¨®venes que los destinatarios, de quienes no se conoc¨ªa otra obra que algunas l¨ªneas m¨¢s hilvanadas en las redes sociales, e invocaban una correcci¨®n pol¨ªtica que, en la pr¨¢ctica, quedaba traicionada por el uso de descalificaciones (por edad o sexo) a las que, curiosamente, no se aplicaba tan atosigante filtro.
Las nuevas injurias vienen de quienes no tienen m¨¢s obra que algunas l¨ªneas en redes sociales
Si la cosa no pasara de ins¨ªpidos pellizcos de monja no merecer¨ªa atenci¨®n. Otra novedad cansinamente vieja. Pero junto a maduritos genios ¨¢grafos, suscribieron las descalificaciones j¨®venes con talento que, en las dif¨ªciles circunstancias del ecosistema cultural, han mostrado independencia de criterio y solvencia informativa. Con una peculiaridad: asoman menos en los medios impresos cl¨¢sicos que en los digitales. Escrib¨ªan desde el coraz¨®n de la tormenta. Involuntariamente, eran v¨ªctimas y protagonistas de importantes cambios asociados a los nuevos soportes de la informaci¨®n. Cambios que, por cierto, confirman la insuperable tesis marxiana: el desarrollo de las fuerzas productivas siempre acaba por dinamitar las relaciones de producci¨®n.
Tales cambios est¨¢n en el origen de importantes mutaciones en los entresijos de ciertos oficios, equ¨ªvocamente calificados como ¡°intelectuales¡±, que explicar¨ªan el encanallamiento. Aunque su examen afinado desborda el art¨ªculo de opini¨®n, sin disparatar, cabe levantar algunas conjeturas. En particular, deber¨ªamos atender a tres tensiones cl¨¢sicas y a una novedad que las ha agudizado.
La primera tensi¨®n, intergeneracional, recreada en la novela de Cansinos Assens, es el inexorable conflicto por el escalaf¨®n: ¡°la rara unanimidad en el rencor de los que, cogidos de las manos, juraron destruir las lises con los pies¡±. Las revueltas de coroneles explican no pocas ¡°renovaciones art¨ªsticas¡±, una v¨ªa como otra cualquiera de impostar el gesto para una autopromoci¨®n colectiva en la que siempre conviene disponer de un cl¨¢sico muerto para arrojarlo a los vivos con mando en plaza. El ¡°?Viva Don Luis!¡± de los del 27 era una manera esquinada de decir ¡°?A la mierda los viejos!¡±.
No hay lugar para hippies bonobos, que resultan un cuento, solo para pendencieros chimpanc¨¦s
La segunda, intrageneracional, invita a militar en cofrad¨ªas y a levantar doctrina para dignificar las refriegas. Los integrantes cabildean y se arraciman en torno a administradores de grupo con aldabas: premios literarios, cursos de verano, suplementos culturales, revistas, direcci¨®n de sellos literarios o ¡ªya en la fantas¨ªa¡ª de colecciones de autores espa?oles en editoriales internacionales consagradas, como Gallimard, por un suponer. Cada uno juramentado con los suyos y a la gre?a con los otros. Para ejemplo, las vanguardias de hace un siglo: dad¨¢ contra los cubistas, los surrealistas contra dad¨¢, los surrealistas y los creacionistas contra todos. Y, cuando llega la bronca, prietas las filas sin dejar prisioneros. Como, por seguir con los mismos, cuando, tras acusar Huidobro a Neruda de plagio por el Poema 13 de sus Veinte poemas de amor, Lorca toc¨® a rebato con un manifiesto en contra de Huidobro y a quienes se resistieron a firmarlo, como Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, los tamborileros de Neruda les hicieron la vida imposible.
La tercera tensi¨®n, filial, se producir¨ªa entre el maestro o mentor y unos disc¨ªpulos que se disputan la condici¨®n de legatarios, incluso con los deudos. Como en el poema de Jos¨¦ Agust¨ªn Goytisolo: ¡°Se aferr¨® a su cad¨¢ver/todav¨ªa caliente. Dijo:/No le toqu¨¦is ya m¨¢s/que as¨ª era el muerto:/ me pertenece; es m¨ªo¡±. Una tensi¨®n que no es solo una, pues los perdedores sin reliquias no dudar¨¢n en transitar de la devoci¨®n a la ingratitud, y, a la menor ocasi¨®n, se vengar¨¢n de los favores recibidos aplicando el lema: ¡°lo que yo pude haber sido, si no me hubieran torcido las malas influencias¡±. Matan al padre y, de paso, ultiman a los hermanos. Tampoco aqu¨ª nos defraudan los del 27 y sus autoproclamados herederos.
El cuadro anterior, aunque incompleto (para otras pistas: Nuria Peist, El ¨¦xito en el arte moderno), enmarca las trazas generales de bastantes disputas ¡°intelectuales¡±, sobre todo una vez que la desaparici¨®n de tradici¨®n conllev¨® la eliminaci¨®n de los patrones sedimentados de tasaci¨®n. Batalla siempre habr¨¢, pues, como argumentaron Philip Pettit y Geoffrey Brennan, el prestigio, bien limitado que provoca deferencias y honores, se configura como un mercado, con su oferta y su demanda. Por definici¨®n, no todos pueden ser el primero.
Con todo, en ese mundo, el de ayer, todav¨ªa hab¨ªa lugar para las buenas maneras. Ahora, las cosas son diferentes. Con el cambio en los soportes informativos ha mudado el tama?o y la naturaleza del pastel, las retribuciones. Hay menos que repartir y no hay reglas. Si ya no hab¨ªa gremios ni aprendices, ahora ni siquiera hay ley, salvo la de la selva. No cabe esperar a que corra el escalaf¨®n. Se imponen las insidias, el encarnizamiento y la aspereza en el trato. No hay lugar para hippies bonobos, que adem¨¢s han resultado un cuento, solo para pendencieros chimpanc¨¦s. Que nadie se despiste.
F¨¦lix Ovejero es profesor de la Universidad de Barcelona.
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