10 mitos sobre los detectives contrastados por detectives de verdad
Moteles, alcohol, romances¡ Hablamos con aut¨¦nticos investigadores privados para que confirmen o desmientan su imagen en el cine y las novelas
?Detectives: ?a qui¨¦n no le gustan los detectives? Son husmeadores profesionales instalados en la sagacidad, adictos al caf¨¦ y las malas compa?¨ªas, que viven arrastrando su fotog¨¦nica decadencia por los callejones, siempre con un er¨®tico cigarrillo columpi¨¢ndose de los labios y un chascarrillo a punto de liquidar el ego del intimidador gorila que vigila ese club de jazz en cuyo s¨®tano se juega al p¨®ker clandestinamente. As¨ª son, ?eh?, tan a?os 40, tan rom¨¢nticos, tan noir.
As¨ª son. O no.
Los detectives, pensemos, trabajan en su detectivesca sombra, lo que no quiere decir que permanezcan ocultos las 24 horas en una gabardina enorme, ni parapetados tras un peri¨®dico cuya portada cubra la velada de boxeo de anoche con dos apropiados agujeritos adaptados a los ojos. Tal vez (y s¨®lo tal vez: qui¨¦n podr¨ªa fiarse al 100% de la escurridiza palabra de un detective) ese misterio que envuelve su trabajo haya fiado el ideal de su profesi¨®n a las ficciones literarias, cinematogr¨¢ficas y televisivas. Por eso en Tentaciones les damos la palabra a los aut¨¦nticos investigadores privados, para que as¨ª confirmen o desmientan varios mitos sobre su trabajo.
1. Viajes solitarios por la carretera y alojamiento en moteles cochambrosos
Gracias a esas ficciones que poco a poco han ido masajeando el imaginario popular, uno se imagina la rutina de un detective como una road movie polvorienta de constantes paradas en moteles de carretera l¨²gubres. Lucas L¨®pez, responsable de la agencia Culmas, admite la condici¨®n solitaria de su trabajo, pero niega el aura novelesca de la vida motelera. ¡°Los viajes no suelen ser tan largos, como mucho una semana, y a la hora de alojarte, sueles elegir el mismo hotel del investigado, o al menos uno cercano.¡±?
Jos¨¦ Luis lleva doce a?os ejerciendo y no recuerda haberse registrado nunca en una habitaci¨®n de mala muerte, sino m¨¢s bien todo lo contrario. ¡°He trabajado casi siempre con investigados que no se privaban de nada al irse fuera. Alguna vez la clienta se ha quedado asombrada al ver las fotos y las facturas, porque el marido racaneaba todo lo posible al irse de vacaciones con la familia, pero con la amante iba a todo trapo.¡±
2. M¨¦todos rid¨ªculos de camuflaje
Una amiga ilustradora me coment¨® una vez que su compa?ero de piso, investigador privado de m¨¦todos un tanto rudimentarios, le hab¨ªa pedido prestado su caballete como pretexto para pasarse varias horas en una plaza, supuestamente ¡°pintando¡±, mientras realizaba una vigilancia. Este pico esperp¨¦ntico no parece ser la t¨®nica habitual de la profesi¨®n, pero s¨ª es cierto que los detectives se ven a veces obligados a disfrazarse. ¡°Es m¨¢s habitual de lo que parece¡±, admite Lucas. ¡°Recuerdo un caso en el que investig¨¢bamos una baja laboral. La mujer alegaba que no ten¨ªa papilas gustativas, o no ten¨ªa olfato, o algo as¨ª. Pusimos un stand y le dimos a probar un producto, grab¨¢ndolo en c¨¢mara oculta. No es lo m¨¢s frecuente, pero pasa.¡±
Jos¨¦ Luis le lleva la contraria con lo de la frecuencia. Oy¨¦ndolo hablar, casi se podr¨ªa inferir que su d¨ªa a d¨ªa es un mortadelesco pase de modelos. ¡°Me he hecho pasar por panadero, por camarero, por pocero, por limpiacristales, por ch¨®fer y hasta por periodista¡±, dice, y entonces se r¨ªe, haci¨¦ndome notar que acaba de citar mi profesi¨®n.
3. ?Sobornos!
Imagina que la persona a la que est¨¢s siguiendo te pesca justo despu¨¦s de que t¨² le pesques a ¨¦l con las manos delatoramente manchadas de alguna apetitosa masa, luego te pregunta cu¨¢nto te pagan por el trabajo y al fin te ofrece el doble para que des un informe positiv¨ªsimo sobre sus actividades que omita cualquier menci¨®n a 1) sus manos y 2) la masa. ?Pasa esto o no pasa? Sara, investigadora de ¨¢mbito nacional, afirma que s¨ª, ¡°sobre todo en casos de cuant¨ªas importantes. Evidentemente, se rechazan.¡± Lucas, sin embargo, no ha tenido la misma experiencia. ¡°Nunca nos ha pasado eso en la agencia. Para llegar a ese punto tendr¨ªan que detectarnos antes, y nosotros preferimos dejar de seguir al investigado en cuanto vemos que sospecha algo.¡±
4. Viejos amores del pasado que cruzan el umbral de tu puerta para pedirte un favor
Probablemente fumando y probablemente contone¨¢ndose; contone¨¢ndose as¨ª como de manera muy fatal. A Sara le pas¨® con un ex novio, y aunque resulta atrevido imaginarse a este ex novio caminar con el amenazante garbo de una Bacall o una Simmons o una Hayworth, podemos hacer el esfuerzo. ¡°Quer¨ªa que investigara a su pareja actual¡±, aclara ella. Le pregunto si ese tipo de encargos se reciben con naturalidad o con un jiji mental de satisfacci¨®n. ¡°Como para nosotros es rutina, lo vemos como algo normal. Lo tenemos tan interiorizado que no le damos importancia.¡±?
Lucas, por su parte, a?ade: ¡°Un amor m¨ªo personal no, pero s¨ª nos ha pasado en varias ocasiones que gente mayor, ya de 80 ¨® 90 a?os, quiera localizar a la primera novia que tuvo. Casi siempre es gente con problemas de salud o que ha enviudado y quiere recuperar un viejo amor, ya sea porque se encuentran solos o porque quieren despedirse de alguien.¡±?
5. Vida pendenciera y alcoh¨®lica?
De forma idealizada, uno se imagina a los detectives levant¨¢ndose ojerosos sobre una mancha de ceniza, prepar¨¢ndose el caf¨¦ con el filtro del d¨ªa anterior y enmascarando un fondo sensible tras una coraza c¨ªnica de sarcasmos, flirteos constantes y cogorzas at¨®micas. ?Puede un detective llevar una vida ordenada? Parece que m¨¢s bien s¨ª. ¡°El mito no tiene nada que ver con la realidad¡±, afirma Jos¨¦ Luis, ¡°somos personas normales¡±, dice, y lo dice contundentemente, casi como reivindic¨¢ndose. ¡°Habr¨¢ tantos borrachos como en el ¨¢mbito de los funcionarios o los pol¨ªticos, yo qu¨¦ s¨¦¡±.
Sara apoya esta tesis: ¡°Yo tengo un hijo y he llegado a trabajar embarazada, para que te hagas una idea. La vida familiar es totalmente compatible con el trabajo.¡± Lucas, por su parte, aporta un triste matiz. ¡°En mi caso en concreto, llevo una vida bastante normal, pero s¨ª es verdad que la mayor¨ªa de mis compa?eros est¨¢n divorciados. Es una profesi¨®n solitaria.¡±
6. Ex polic¨ªas reciclados como detectives
Ese viejo granuja ha dejado el cuerpo, pero no quiere decir que se le hayan disecado las ganas de acci¨®n. ?Realidad o mito? ¡°Es bastante com¨²n¡±, afirma Lucas. ¡°Hay muchos inspectores que piden una excedencia o se prejubilan. Con la ley anterior ten¨ªan que abrir esperar dos a?os para ejercer como detectives, pero con la nueva ley van a tener incluso m¨¢s facilidades.¡±
Le pregunto a Sara si estos ex polis son una competencia feroz y me dice s¨ª, ¡°especialmente en los precios¡±.
7. Mendigos confidentes
Es un cl¨¢sico del g¨¦nero negro que los detectives tengan un ej¨¦rcito de confidentes habituales en las calles, a cada cual m¨¢s estramb¨®tico, desde traficantes y prostitutas a mendigos ciegos que dan m¨¢s o menos informaci¨®n dependiendo de c¨®mo suene la tacita a la que echas las monedas. ¡°No es exactamente as¨ª¡±, dice Jos¨¦ Luis, ¡°pero si trabajas en una ciudad acabas conociendo sus barrios, su gente, y hay personas que por su profesi¨®n o lo que sea, vaya, pueden estar m¨¢s en contacto con distintos ambientes. Hay que pensar en ello como algo l¨®gico, no como una cosa s¨®rdida ni mucho menos¡±. Sara admite que ¡°es normal acabar acudiendo a las personas m¨¢s vulnerables para sacarles informaci¨®n. Suena mal, pero es as¨ª.¡±?
8. Enemistad antol¨®gica con alg¨²n polic¨ªa que se cruza siempre en tu camino
?Qui¨¦n no se imagina a un buen husmeador tirando el fedora al suelo y exclamando?: ¡°?Maldita sea, ese sabueso vuelve a interferir en uno de mis casos para cortarme las alas!¡± Probablemente nadie, pero la duda queda ah¨ª. Lo cierto es que todos los detectives consultados hablan de una relaci¨®n m¨¢s o menos cordial con los agentes de la ley, en parte reforzado por el acuerdo Red Azul, una iniciativa que estrecha la colaboraci¨®n entre fuerzas del orden p¨²blico y seguridad privada.
Para ilustrar este ¨¢nimo cooperativo, Lucas cuenta la siguiente an¨¦cdota. ¡°Una vez me detect¨® un investigado, y cuando vino la polic¨ªa me identifiqu¨¦ a escondidas de ¨¦l. Luego ellos me pusieron las esposas y me sacaron como si fuera un ladr¨®n, por lo que el investigado se qued¨® tranquilo y yo pude seguir haciendo mi trabajo. Fue un detalle. El problema viene cuando est¨¢s trabajando en alg¨²n pueblo perdido de la mano de dios y uno que sospecha llama a su amigo polic¨ªa o guardia civil para que vaya a entorpecerte. Esto es raro, de todos modos.¡±?
9. ?Violencia!
Leyendo las novelas de Raymond Chandler, daba la impresi¨®n de que Philip Marlowe no completaba el d¨ªa si no acababa inconsciente por culpa de alg¨²n cachiporrazo en la cabeza que le hac¨ªa despertar a la ma?ana siguiente en otro lugar completamente distinto. Jos¨¦ Luis no niega los riesgos de su oficio, pero afirma haber conocido m¨¢s episodios de violencia por boca de terceros que de su propia experiencia.?
¡°Claro que hay peligro¡±, dice Sara, por su parte. ¡°Ten en cuenta que nosotros en teor¨ªa no podemos investigar delitos p¨²blicos, pero hasta que no tienes pruebas no sabes si se trata de un delito p¨²blico o no. Una vez las tienes, s¨ª est¨¢s obligado a acudir a la fiscal¨ªa. Pero hasta entonces¡ O sea que s¨ª, hay casos que pueden ser delicados.¡±
Lucas dice que todo depende de la gente a la que investigues. ¡°Alguna vez me ha pasado de estar siguiendo a una persona que trafica con drogas por un tema relacionado con una baja laboral o una infidelidad. ?sa gente suele fijarse much¨ªsimo, est¨¢n siempre muy alerta, y lo que menos se esperan es que les est¨¦s siguiendo por eso. Hay que tener cuidado.¡±
10. Dos casos que de repente est¨¢n relacionados?
La cl¨¢sica revelaci¨®n del tercer acto no parece gozar de la misma espectacularidad en la vida real. Sara tiene que escarbar en su memoria para encontrar momentos m¨¢s bien atribuibles al puro azar, como acabar grabando a alguien que paseaba mientras estaba de baja durante el transcurso de otro caso.
¡°S¨ª nos ha pasado¡±, dice Lucas. ¡°Una vez nos contrat¨® un padre para seguir a su hijo, y luego el hijo nos quiso contratar para saber si le segu¨ªa alguien. Cuando esto sucede, lo m¨¢s ¨¦tico suele ser quedarnos con el primer encargo, claro.¡±
Jos¨¦ Luis, por su parte, nos ve r¨¢pidamente el plumero y concluye: ¡°Esas cosas no pasan as¨ª, como os pens¨¢is. Es todo mucho m¨¢s aburrido. No vas a encontrar nunca una caja de cerillas que te resuelva un caso de competencia desleal y al mismo tiempo el asesinato de Kennedy¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.