?Los que se quejan de la gentrificaci¨®n son los mismos que la causaron?
El 'hater' Ferm¨ªn Zabalegui afirma que los modernos que defienden sus vecindarios frente a Aibnb son tambi¨¦n responsables del fen¨®meno que amenaza hoy muchas ciudades
Vamos a azotar al nuevo orden urbano. Las ciudades han sido siempre la cara visible del progreso. Madrile?os, barceloneses y dem¨¢s pobladores hablan de los profundos cambios a mejor que ha sufrido el paisaje cosmopolita en los ¨²ltimos a?os. De alg¨²n modo se sienten part¨ªcipes de haber construido su nueva urbe, transformando lo feo y antiguo en algo bonito y moderno. La realidad es otra: barrios insostenibles fagocit¨¢ndose; di¨¢spora de los habitantes originales; y una palabra: gentrificaci¨®n, que al principio parec¨ªa exagerada y va camino de arrasar nuestras ciudades.
1. Malasa?a, sociedad de inversi¨®n
Como bien dice la serie Portlandia, una metacr¨ªtica al hipsterismo elevado, la ciudad de Oreg¨®n es el sitio donde los j¨®venes burgueses van a retirarse. La moda del gueto cultural lleg¨® al distrito de Gr¨¤cia y a su sucursal de Malasa?a, generando espacios de wannabes que cre¨ªan estar en su propio Williamsburg o Shoreditch fuera de toda l¨®gica de oferta y demanda. Alquileres prohibitivos, el ¨¢tico como santo grial y la marginaci¨®n econ¨®mica de los vecinos de toda la vida. En Portland, las comunidades negras se han visto obligadas a salir de sus barrios hist¨®ricos y se ha generado una fuerte brecha social. En Madrid y Barcelona, las personas mayores en alquiler han tenido que empaquetar sus cosas. Las sicavs y socimis arrasan con privilegios fiscales en un mercado dopado y se ha perdido cualquier atisbo de conciencia de barrio o de sociedad civil.
2.?La dictadura?de lo cuqui
La gentrificaci¨®n exige espacios bohemios que funcionen tanto en Instagram como en el insaciable af¨¢n de ocio. Los negocios locales sufren las rentas y fracasan, a pesar de mil lavados de cara. Comienza la reconversi¨®n de los comercios a la cultura del placer. Cocteler¨ªas con carta de ginebras, gastrobares biodin¨¢micos de bombillas de filamentos y terrazas supercuquis con jardines verticales conviven con las franquicias m¨¢s evidentes de comida r¨¢pida y casual dining. Si no es por la arquitectura local, todo es id¨¦ntico en Lavapi¨¦s, Dalston o Williamsburg. Estamos convirtiendo el centro ciudad en un gran parque tem¨¢tico.
3?El gran atasco
El problema de la gentrificaci¨®n es doble. Por un lado, j¨®venes adultos en sus 30 y 40, supervivientes de la econom¨ªa precrisis, han desplazado a la tercera edad, a las clases bajas y a los inmigrantes hacia los barrios perif¨¦ricos. Por otro lado, los millennials y las nuevas generaciones, de poco poder adquisitivo, no pueden optar a vivir en el centro, su h¨¢bitat l¨®gico y natural. Hemos creado un cuello de botella que, por un lado, se ha cargado la tradici¨®n de los barrios y, por otro lado, envejece estancado sin permitir la renovaci¨®n cultural.
4.?Las barbas?de hipster,?a remojar
Los barrios estandarizados, c¨®modos y amigables, atraen el turismo. Con la invasi¨®n de Airbnb y similares, es ahora cuando los responsables de la gentrificaci¨®n alzan sus pu?os al cielo y defienden la genuinidad de sus vecindarios. Mientras tanto, las sociedades inmobiliarias siguen pescando a r¨ªo revuelto. Al fin y al cabo es turismo y ladrillo, el alfa y omega de la recuperaci¨®n econ¨®mica. Pero quiz¨¢s tendr¨ªamos que haberlo pensado todos antes.
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