Por amor a Catalu?a

Penoso final de la amistad. Al final del verano, agosto incendiado y triste, septiembre con su filo de fr¨ªo, el rescoldo horrible de un atentado, y ni un abrazo. Discusi¨®n grave sobre las culpas, una manifestaci¨®n g¨¦lida, una multitud que abuchea a quien va a darle la mano. Las culpas. T¨² la tuviste, t¨² no me dijiste; no, que fuiste t¨². Penoso final de la amistad, que ya no sirve ni para recibir condolencias. ?No te quiero ni ver!

Penoso. Tendr¨ªan que darle una medalla oscura al que invent¨® Espanya ens roba y tambi¨¦n a aquel al que se le ocurri¨® que no compr¨¢ramos productos catalanes. A los que denunciaron el Estatut y a los que pitaron a Piqu¨¦. A los que buscan en el remoto pasado met¨¢foras para seguir atiz¨¢ndose. A los que no entendieron que a las lenguas s¨®lo se las atiza ley¨¦ndolas, o habl¨¢ndolas. Unas y otras. Las lenguas son sagradas. Todas. Y la falta de respeto a una es igual que la falta de respeto a todas las dem¨¢s. Al sueco, al dan¨¦s y al vasco y al gallego. Y al andaluz, por cierto, y al canario. Se atizaron las lenguas, y ahora est¨¢n tiznadas, inservibles. No sirven ni para hablar. Los sordos hacen su camino solos. ?No te quiero ni o¨ªr!

Penoso final de la amistad. Una medalla oscura. A todos los que quisieron que la amistad languideciera, a los que le dieron la puntilla como un paisaje de amor agonizante. A los que culparon a Machado e incluso a Tenerife, a Goya y a Cervantes. A los que pitaron a Raimon cuando cantaba contra el odio en Madrid. A los que se sentaban en el Ateneu a deplorar nada menos que la existencia del Quijote, tan poc catal¨¢ y no pasaban, cuenta Carme Riera, de la famosa frase En un lugar de La Mancha¡­, el resto es mal paisaje¡­; a los que gritaban Pujol, enano, habla castellano, en las saltarinas celebraciones de G¨¦nova. A los que aplicaron la inteligencia en buscar esl¨®ganes, aqu¨ª y all¨ª, para abrir la herida, para agrandarla, a los que no cesan de dibujar la frontera a gusto con el insulto, a disgusto con la conversaci¨®n. Vete ya, no quiero ni verte. Penoso.

Penoso final del verano. Ah¨ª est¨¢ Jaime Gil de Biedma dici¨¦ndolo, quiz¨¢ en Nava de la Asunci¨®n: ahora ya oscurecen las p¨¢ginas, es el ¨²ltimo verano de nuestra juventud. Los malos presagios ya no tienen que ver con la administraci¨®n de los tiempos, cu¨¢nto falta de aqu¨ª al d¨ªa y qu¨¦ pasar¨¢ despu¨¦s. El mal ya est¨¢ hecho. Se trataba de romper la amistad, de agitar el ¨¢rbol para que cayeran las hojas antes del oto?o y a septiembre llegara el suelo lleno de hojas secas, de flores que no se pueden compartir.

Tan penoso todo. Por amor a Catalu?a, por amor a este otro pa¨ªs cuyo nombre, Espa?a, parece ahora un mu?eco de feria contra el que cae el peso de una palabra que es piedra, Estado (l?Estat), habr¨ªa que iniciar una vuelta atr¨¢s; que alguien preclaro o bueno o simplemente humano, un ser humano capaz de palabras nuevas, diga algo que borre la ignominia que ha sido capaz de construir, con bilis negra, la medalla oscura del final de la amistad. Por amor a Catalu?a y tambi¨¦n por amor a Espa?a, c¨®mo no.