?Valores compartidos...o partidos?
Los golpes de pecho no sirven de mucho ante unos fan¨¢ticos que saben m¨¢s de explosivos que de historia. No parece infundado suponer que en el Islam hay rasgos ideol¨®gicos poco aptos para aceptar los valores de las democracias occidentales
En los d¨ªas posteriores a los atentados terroristas de Catalu?a, hemos o¨ªdo diversas jaculatorias que constitu¨ªan una buena ilustraci¨®n del dicho popular ¡°dime de qu¨¦ presumes y te dir¨¦ lo que te falta¡±. Muertos de miedo (y no sin raz¨®n, porque lo contrario ser¨ªa estar loco) hemos gritado con voz aflautada ¡°?no tenemos miedo!¡±; tambi¨¦n se ha elogiado mucho ¡°la unidad de los dem¨®cratas¡±, mientras cada cual se sub¨ªa a su mata de ciza?a; no han faltado los homenajes a la eficacia los Mossos d¡¯Esquadra precisamente el d¨ªa que menos la demostraron, aunque no lo hicieron mucho peor que otras polic¨ªas europeas m¨¢s famosas; y por supuesto se asegur¨® que nuestros valores comunes ¡ª¡°occidentales¡±, a?aden algunos m¨¢s audaces¡ª ser¨ªan defendidos a capa y espada contra quienes quieren derrocarlos. A m¨ª son estos valores lo que me intriga especialmente. ?Cu¨¢les son? ?En qu¨¦ se diferencian para mejor de otros ajenos? ?Realmente los compartimos desde el fondo de nuestra convicci¨®n o son como esos principios que Groucho estaba dispuesto a cambiar si ve¨ªa que no le gustaban a su vecino m¨¢s quisquilloso? Hum, ejem...
Quienes quieran pensar en estos asuntos sin ?o?er¨ªas deber¨ªan leer al poeta sirio Adonis
A pesar de las diferencias evidentes entre los usos culturales, hay ciertos valores efectivamente universales en el terreno moral aunque en cada lugar y tiempo los legitimen a su manera: en ninguna sociedad se ha apreciado m¨¢s la mentira que la verdad, la cobard¨ªa que el coraje, la avaricia que la generosidad, el abuso contra los peque?os que su protecci¨®n... en una palabra, lo que debilita y compromete los v¨ªnculos sociales ¡ªo sea, humanos¡ª frente a lo que los refuerza. Var¨ªa la extensi¨®n del campo en el que estos principios se aplican (de la estrechez de la tribu hasta la anchura total del universo, que es la aportaci¨®n revolucionaria de estoicos y cristianos) pero lo recomendado no cambia mucho. Los hombres, desde que lo fueron, no han necesitado saber qu¨¦ era el humanismo para portarse con humanidad con aquellos a los que han tenido por semejantes. Y las religiones no son las inventoras de estos preceptos, aunque han contribuido por lo general a extenderlos y reforzarlos. Pero tambi¨¦n han buscado a veces motivos sublimes para darlos de lado y olvidar lo humano en nombre de lo sobrehumano, que suele ser disfraz de lo inhumano. Quiz¨¢ Richard Dawkins exagera de nuevo, como suele, cuando afirma: ¡°Las personas buenas hacen cosas buenas y las personas malas hacen cosas malas; pero para que personas buenas hagan cosas malas se necesitan las religiones...¡±. Yo m¨¢s bien tiendo a creer que la religi¨®n es como el alcohol, que a unos les sienta bien y les hace m¨¢s cordiales y tiernos, mientras que convierte a otros en brutos repelentes.
En cualquier caso, cuando hablamos de ¡°nuestros valores¡± no nos referimos a las virtudes morales que individualmente podemos compartir con nuestros cong¨¦neres de cualquier lugar del mundo, aunque difieran los usos y costumbres que supersticiosos de todas partes consideran ¨¦ticamente relevantes. Ni tampoco, a¨²n menos los ¡°buenos sentimientos¡± y la abnegaci¨®n por los nuestros, que compartimos incluso con muchos animales. Los valores a los que nos referimos son c¨ªvicos y sociales, se refieren a los principios democr¨¢ticos sobre los que se fundan nuestras instituciones: la igualdad de los ciudadanos ante las leyes, que han sido creadas por ellos mismos y pueden tambi¨¦n ser modificadas por ellos; la libertad de cada uno para buscar su propia excelencia a su modo y manera dentro de la ley, sin la obligaci¨®n de parecerse a los dem¨¢s ni temer diferenciarse de ellos en tal o cual aspecto circunstancial; la educaci¨®n y la protecci¨®n social para todos, que debe resguardarnos de la tiran¨ªa de la miseria; la elecci¨®n de los gobernantes por v¨ªas claramente establecidas y su revocaci¨®n del mismo modo llegado el caso; la consideraci¨®n de que el orden estatal est¨¢ al servicio de los ciudadanos y no estos sometidos al servicio de aquel; el aprecio com¨²n por los aspectos l¨²dicos y embellecedores de la vida, artes, juegos, poes¨ªa y tambi¨¦n por el desarrollo racional de los conocimientos que aumentan t¨¦cnicamente nuestras capacidades y nos permiten profundizar el sentido de la existencia, etc¨¦tera... Con alguna puesta a punto modernizadora, el discurso f¨²nebre de Pericles transcrito ¡ªo inventado¡ª por Tuc¨ªdides sigue siendo un buen prontuario de nuestros valores.
El discurso f¨²nebre de Pericles sigue siendo un buen prontuario de nuestros valores
Desde luego, no son referencias ideales que todas las culturas compartan. Pero tampoco todas las que no las comparten est¨¢n activamente alzados contra ellas, aunque oscuramente sepan que guardan un principio subversivo contra los absolutismos, las teocracias y los tradicionalismos intocables que jerarquizan a los que viven juntos en castas infranqueables. Los pa¨ªses democr¨¢ticos pueden intentar fomentar movimientos pol¨ªticos semejantes a los nuestros en otros lugares pero las libertades no deben imponerse manu militari so pena de suscitar una falsa e hip¨®crita adhesi¨®n que a veces es peor que el franco rechazo. A menudo en estos d¨ªas o¨ªmos aterradas palinodias sobre nuestro mal comportamiento imperial en el pasado inmediato para justificar los ataques terroristas que padecen nuestras capitales. Francamente, creo que los actos de contrici¨®n y los golpes de pecho resuelven poco cuando nos enfrentamos a un movimiento fan¨¢tico y criminal que sabe m¨¢s del manejo de explosivos que de historia. Tampoco parece que todo dependa del rechazo o la falta de oportunidades que encuentran precisamente los musulmanes en nuestras sociedades, las m¨¢s inclusivas que ha habido nunca. Otros grupos ¨¦tnicos a¨²n m¨¢s remotos, como los orientales, no han tenido tantas dificultades para integrarse ni se han convertido en enemigos de la convivencia: ?han visto ustedes alguna vez a un chino o un coreano pidiendo limosna en una esquina o viviendo de la asistencia p¨²blica? No parece infundado suponer que en la religi¨®n musulmana se dan rasgos ideol¨®gicos especialmente poco aptos para aceptar los valores de las democracias occidentales, aunque en ese terreno simb¨®lico siempre se puede esperar giros interpretativos que acaben por reconciliar lo en apariencia irreconciliable. Siento una especial simpat¨ªa por tantas personas que viven en pa¨ªses de mayor¨ªa isl¨¢mica y sometidos a sus dogmas en apariencia, aunque sean tan escasamente religiosos como lo somos la mayor¨ªa de nosotros. A quien desee pensar esos asuntos sin ?o?er¨ªas, les recomiendo el libro/entrevista con el gran poeta sirio Adonis Violencia e Islam (editorial Ariel). Comparto muchos m¨¢s valores aut¨¦nticos con ¨¦l que con quienes en Espa?a deciden saltarse las leyes invocando los derechos de los territorios contra los ciudadanos o toman a Venezuela o Cuba como modelos para sus colectivismos autoritarios, por el momento afortunadamente solo declamatorios...
Fernando Savater es escritor.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.