Avidez
Asusta pensar que el ADN sea utilizado como un complemento del cotilleo y el disparate sin que los jueces ejerzan de cancerberos del sentido com¨²n.
Hace tiempo que cuelga en mi estudio una foto estupenda que me regal¨® el actor amigo Luis Cuenca en la que est¨¢ abrazado a Salvador Dal¨ª. La tomaron en sus d¨ªas de amistad, cuando el pintor acud¨ªa a verlo al Paralelo de Barcelona en esos espect¨¢culos de revista que propiciaba el empresario Colsada con sus alegres chicas. Al pintor ampurdan¨¦s le encantaba organizar fiestas donde poder apreciar la belleza y el poder¨ªo del cuerpo de baile, era generoso con el champ¨¢n y con la invenci¨®n de apelativos ingeniosos y cari?osos. Era un mir¨®n apreciativo, impenitente defensor del modo de amor cort¨¦s que incluye casi todo menos el contacto f¨ªsico. Conociendo estas an¨¦cdotas, resultaba complicado creerse la demanda de paternidad de una supuesta hija, m¨¢s a¨²n cuando quienes le conocieron de verdad insist¨ªan en esa pasi¨®n suya voyeur¨ªstica, alejada con franqueza de la penetraci¨®n genital y otros derrames.
Y sin embargo, un juez orden¨®, en un rapto quiz¨¢ m¨¢s de curiosidad malsana que de justicia recta, que se exhumara su cuerpo para proceder al examen de ADN. Nada habr¨ªa divertido m¨¢s a Dal¨ª que verse resucitado en las portadas de los noticiarios, incluida la estupenda noticia de que su bigote se conserva en la forma adecuada. Este mundo idiota y superficial en el que vivimos, ¨¦l lo supo no ya predecir, sino orde?ar antes que casi nadie. Es normal que los jueces ordenen pruebas de paternidad entre vivos si hay disputa. Tambi¨¦n entre muertos si las pruebas e indicios son apabullantes. En el caso presente, los expertos convinieron en que se trataba de un precedente peligros¨ªsimo, porque la falta de elementos de juicio, ni una carta, ni una foto, ni una prueba de convivencia, nada s¨®lido, convert¨ªan a cualquier famoso difunto en carne de exhumaci¨®n-espect¨¢culo. No s¨¦ si habr¨¢ sentado jurisprudencia, ojal¨¢ siente al menos prudencia, porque a este ritmo, por 15 minutos de tele alguien aparecer¨¢ diciendo que es tataranieto por parte de padre de Santa Teresa o Lenin.
A todos nos alegra enormemente que la familia de los millonarios, los arist¨®cratas y los cantantes y toreros de ¨¦xito se ampl¨ªe con hijazos de edad provecta aparecidos por el encanto de las concepciones furtivas. Es un regocijo c¨ªvico asistir a las particiones en m¨¢s pedazos de herencias suculentas. Pero asusta pensar que el ADN sea utilizado como un complemento del cotilleo y el disparate sin que los jueces ejerzan de cancerberos del sentido com¨²n. Pero Dal¨ª ya nos avis¨® de que el sentido com¨²n no pinta nada ante la avidez humana por el d¨®lar.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.