El derecho de los nacionalistas
Una soluci¨®n legal, democr¨¢tica y revolucionaria ser¨ªa convocar elecciones en Catalu?a
En Catalu?a y para los nacionalistas al uso, una regla es derecho si sirve para conseguir el poder. Y en Espa?a lo es si vale para conservarlo. Si no, es ilegal, antidemocr¨¢tica, contrarrevolucionaria. No me asombra que los juristas m¨¢s prudentes enmudezcan y los m¨¢s osados, de entre quienes carecemos de toda vocaci¨®n pol¨ªtica, nos quejemos: as¨ª, no.
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Cabe distinguir tres especies de juristas, cada una con insuficiencias manifiestas y excesos insufribles. Los m¨ªos, primero. Los legales creemos que la Constituci¨®n y las leyes han de ser respetadas. Es teor¨ªa antigua y valiosa. Tambi¨¦n fr¨¢gil. De bueno tiene que, gracias a ella y solo a ella, la gente sabe a qu¨¦ atenerse (a la ley al pie de la letra, a lo que dice su texto): a usted le consta, por ejemplo, a qui¨¦n y cu¨¢ndo habr¨¢ de pagar sus impuestos, cu¨¢nto habr¨¢ de pagar y qu¨¦ ocurrir¨¢ si oculta ingresos (y le descubren); o sabe c¨®mo conducirse, en la calle, en el trabajo, en familia, en el hospital y c¨®mo puede exigir que los dem¨¢s le traten. De malo tiene mucho: es r¨ªgida, tediosa, ininteligible, contradictoria y, aunque sea detestada por la mayor¨ªa, la cambian siempre demasiado tarde. La ley, por mucha ley que sea, no puede ignorar a las mayor¨ªas pol¨ªticas claras y estables. La Constituci¨®n, tampoco. El papel no lo aguanta todo, pues por s¨ª solo es muy poca cosa. Pese a ello, por oficio siempre deformador, soy (m¨¢s o menos) legal. Para los nacionalistas, en cambio, la ley que no sirve para alcanzar o conservar el poder es perfectamente despreciable. Como dir¨ªa Marx (Groucho), si la ley que hay no les gusta, tengo otra. As¨ª, tampoco.
Luego est¨¢n los juristas dem¨®cratas. Creen en la ley de las mayor¨ªas pol¨ªticas, en el derecho tal y como lo entienden los m¨¢s. Es teor¨ªa grata, pero manifiesta debilidades antiguas: desguarnece a las minor¨ªas y permite a las mayor¨ªas interpretar hoy la ley de modo distinto a como lo hac¨ªa ayer. Luego, los m¨¢s no son necesariamente los mejores ni siempre aciertan. Por esto, para un dem¨®crata, la ley primordial es la que permite a la gente, cada cierto tiempo, echar a la mayor¨ªa y cambiarla por otra nueva. Los nacionalistas, en Catalu?a, suelen ser dem¨®cratas. Pero ratean, arrog¨¢ndose una mayor¨ªa que no tienen. Han llegado a privar a las minor¨ªas de todo derecho que ellos mismos no hayan decidido concederles, como el de poder debatir proyectos de ley en el Parlamento. Lo han visto ustedes por televisi¨®n: acallan. Los nacionalistas, en Espa?a, usan la ley para extender la prohibici¨®n de votar de los nacionalistas catalanes a las de expresarse, reunirse y manifestarse. Tambi¨¦n lo han podido comprobar ustedes. As¨ª, menos.
Finalmente, est¨¢n los revolucionarios. Mis respetos porque, como dijo uno de ellos, quienes hacen imposible una revoluci¨®n pac¨ªfica convierten otra violenta en inevitable (Thomas Jefferson). Hay factores comunes en muchas revoluciones, en los cambios bruscos del orden pol¨ªtico: un shock externo (la crisis econ¨®mica de 2008), un Estado quebradizo por excluyente de una clase, etnia o cultura, y la formaci¨®n de una coalici¨®n revolucionaria (en Catalu?a despu¨¦s de las elecciones de 2015). De derecho, la revoluci¨®n legal, la ruptura en la cadena del orden legal mismo, ya ha tenido lugar: nacionalistas catalanes y nacionalistas espa?oles ya no se hablan desde un mismo orden jur¨ªdico. Piensan en anclajes distintos. Las cadenas legales tampoco se aguantan solas: todas ellas est¨¢n ancladas en un acontecimiento hist¨®rico que, a menudo, fue una revoluci¨®n (pol¨ªtica y legal). Los conservadores espa?oles no negocian porque temen que su derecha se revuelva y los socialdem¨®cratas no lo hacen porque les aterra que lo haga el Sur. Los nacionalistas catalanes no negocian porque hacerlo ser¨ªa negar la revoluci¨®n que han comenzado (¡°o s¨ª, o s¨ª¡±, giro habitual y abominable). Nadie dice querer la violencia, pero el rumbo es de abordaje. Alguien ha de cambiar la din¨¢mica y liderar la formaci¨®n de nuevas mayor¨ªas. As¨ª sea.
A los legales nos duele el destrozo de las instituciones y del respeto al derecho que los nacionalistas (espa?oles, catalanes) han originado. Pero la situaci¨®n es insostenible. Estos d¨ªas uno se levanta cada ma?ana pregunt¨¢ndose de qu¨¦ lado vendr¨¢ hoy el estropicio.
Una soluci¨®n legal, democr¨¢tica y revolucionaria ser¨ªa convocar de nuevo elecciones en Catalu?a, para conseguir una triple mayor¨ªa ¡ªen n¨²mero de electores, de votos y de esca?os¡ª y desde la fortaleza de la legalidad democr¨¢tica reclamar una revolucionaria ley de claridad, un refer¨¦ndum con garant¨ªas. Pero hay nacionalistas en los dos lados.
Pablo Salvador Coderch es catedr¨¢tico de Derecho Civil en la Universitat Pompeu Fabra.
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