La resaca de la crisis est¨¢ generando monstruos
Tras la Gran Recesi¨®n, debemos recuperar la dignidad y la proyecci¨®n de la pol¨ªtica
Las crisis econ¨®micas suelen ser el caldo de cultivo id¨®neo para derivas pol¨ªticas. Y cuanto m¨¢s denso es el caldo, peor puede resultar la deriva. Si miramos por el retrovisor se observa que a la Gran Depresi¨®n de los a?os 30 del siglo pasado le sigui¨® el auge del totalitarismo. No en vano, el intelectual austroh¨²ngaro Karl Polanyi nos advirti¨® entonces que el fascismo y el comunismo hund¨ªan sus ra¨ªces en sociedades de mercado no funcionales. En esta reflexi¨®n, econom¨ªa, sociedad y pol¨ªtica funcionan como cajas de resonancia que se retroalimentan. ?Significa esto que hoy d¨ªa estamos siguiendo los mismos fat¨ªdicos pasos que tras la Gran Depresi¨®n dieron paso al mayor conflicto b¨¦lico de la historia? No. La historia no se repite, aunque su conocimiento instruye, como dice Timothy Snyder.
La Gran Recesi¨®n desencadenada en 2008 no parece que vaya a degenerar en el advenimiento del totalitarismo. Pero casi una d¨¦cada despu¨¦s de la ca¨ªda de Lehman Brothers es necesario que nos detengamos a analizar la resaca pol¨ªtica que est¨¢ generando aquel acontecimiento. Y el primer paso es reconocer que hace tiempo que ya no estamos inmersos en una crisis econ¨®mica. Una crisis, por definici¨®n, no dura una d¨¦cada. La Gran Recesi¨®n golpe¨® de forma violenta tanto a EEUU como a Europa entre 2009 y 2012. Aquel ictus econ¨®mico nos mand¨® primero a la unidad de cuidados intensivos y, posteriormente, nos mantuvo bajo estrecha vigilancia financiera. Pero desde hace un lustro ya nos han dado el alta y nos encontramos ante un nuevo escenario: en el mundo despu¨¦s de la Gran Recesi¨®n. Un desolador paisaje de precariedad y malestar social.
La crisis ha dejado un desolador paisaje de precariedad y malestar social
En este nuevo tiempo se est¨¢n produciendo reacciones pol¨ªticas preocupantes. Seg¨²n The Economist, los partidos de corte extremista tienen el doble de apoyo electoral que hace una d¨¦cada y el populismo autoritario ¨Cdefinido por Jan-Werner M¨¹ller como agentes pol¨ªticos que niegan la pluralidad pol¨ªtica aunque acepten instrumentalmente el juego democr¨¢tico¨C est¨¢ en plena expansi¨®n. Es especialmente significativo que estos populismos hayan arraigado en tres pa¨ªses con una larga tradici¨®n democr¨¢tica. La elecci¨®n de Trump en EEUU, el voto a favor del Brexit en Gran Breta?a o el auge de Marine Le Pen en Francia son ejemplo de ello. Adem¨¢s, si analizamos el perfil de votante que ha empoderado a estos movimientos entusiastas del repliegue ¨¦tnico, observamos que, salvando las distancias de cada caso, se trata de familias preocupadas por el declive de la clase media, envejecidas, residentes en zonas rurales o postindustriales y que perciben que el votante cristiano y blanco est¨¢ perdiendo la batalla demogr¨¢fica y religiosa.
Las equidistantes declaraciones de Trump frente a los sucesos racistas de Charlottesville, los actos xen¨®fobos que se empezaron a dar en Inglaterra tras la votaci¨®n del Brexit o el hecho de que Francia vacilar¨¢ en entregar el inmenso poder presidencial a una persona que defiende un pensamiento pol¨ªtico de corte fascista son un ejemplo del tipo de monstruos pol¨ªticos a los que nos enfrentamos.
A Gramsci se le atribuye la reflexi¨®n de que los interregnos, cuando lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer, es donde surgen los fen¨®menos morbosos. Parece que el periodo entre 2009 y 2012 fue una bisagra entre dos mundos y que en el ¨²ltimo lustro se ha abierto una preocupante grieta de la que van surgiendo diferentes tipolog¨ªas de fen¨®menos morbosos en forma de monstruos pol¨ªticos. La pregunta ahora es cu¨¢nto aguantar¨¢ nuestro sistema democr¨¢tico y si, en caso de no hacer nada y multiplicarse el populismo autoritario, los monstruos acabaran devor¨¢ndolo.
La pregunta ahora es cu¨¢nto aguantar¨¢ nuestro sistema democr¨¢tico y si los monstruos acabaran devor¨¢ndolo
Si debemos enfrentarnos a la resaca pol¨ªtica de la Gran Recesi¨®n antes de que la misma degenere y sea incontrolable, ?qu¨¦ podemos hacer? La respuesta no es f¨¢cil dado que la actual situaci¨®n, como toda enfermedad compleja, requiere de medidas y antibi¨®ticos de amplio espectro.
En primer lugar habr¨ªa que recordar las palabras de Pedro Arrupe, a quien le preocupaba afrontar ¡°los problemas de hoy con soluciones de ayer¡±. Por ello debemos transformar nuestra conversaci¨®n p¨²blica, interiorizar la situaci¨®n en que nos encontramos. Ser plenamente conscientes de este nuevo escenario ¨Cy el malestar subyacente¨C nos permitir¨ªa poner un mayor ¨¦nfasis en detectar, denunciar y luchar contra los monstruos pol¨ªticos seg¨²n empiecen a emerger. As¨ª mismo, interiorizar esta nueva realidad vol¨¢til, insegura e interdependiente nos aportar¨ªa la perspectiva necesaria para moldear correctamente el marco que est¨¢ surgiendo.
Poro ante todo tenemos que reparar nuestro disfuncional sistema econ¨®mico, dado que sin justicia socioecon¨®mica no puede haber democracia. La brutal desregulaci¨®n financiera de finales de los a?os noventa alent¨® una estructura econ¨®mica donde se prima la extracci¨®n de valor a corto plazo, no la creaci¨®n del mismo a medio y largo plazo. Y la reciente recuperaci¨®n econ¨®mica es solo un espejismo si no se entablilla y cura la fractura social que persiste. Por ello es urgente recuperar el peso de los salarios en el PIB, seguir embridando regulatoriamente al sector financiero, (re)balancear las diferencias impositivas entre capital y trabajo, dedicar capital paciente (no especulativo) a apoyar la industria avanzada, espolear la inversi¨®n en innovaci¨®n y pensar que el mercado ¨Caunque herramienta ¨²til para dinamizar la actividad econ¨®mica¨C no puede ser la varita m¨¢gica que se aplique por doquier. Las democracias desarrolladas despliegan un sistema de econom¨ªa de mercado, pero sin que el mismo se degrade hasta convertir a estas mismas democracias en sociedades de mercado donde todo se observa a trav¨¦s de las gafas de la oferta y la demanda.
Tambi¨¦n es importante recuperar la dignidad y la proyecci¨®n de la pol¨ªtica como herramienta b¨¢sica de nuestro sistema democr¨¢tico. La clase media occidental est¨¢ ¨¢vida de nuevos l¨ªderes y liderazgos que renueven la conversaci¨®n p¨²blica y que est¨¦n formados para dedicarse a fomentar el bien com¨²n, articulado a trav¨¦s del Estado de Bienestar. Por ¨²ltimo, es vital mantener nuestras sociedades abiertas y seguir fortaleciendo la sociedad civil. Levantar fronteras y se?alar con el dedo al diferente significa encordar el caldo de donde nacen los monstruos. Frente a ello, participar en movilizaciones ciudadanas, mantener la ¨¦tica profesional, fomentar el humor y la s¨¢tira, defender la separaci¨®n de poderes, saludar amigablemente a nuestra vecina inmigrante en el portal o donar parte de nuestro salario a una causa justa son peque?as acciones que mantienen abierta la sociedad.
Es hora, por tanto, de ser conscientes de la situaci¨®n y enfrentarnos a la terrible resaca que ha generado la crisis en forma de fanatismo religioso, nacionalismo ¨¦tnico y populismo autoritario. Y debemos hacerlo defendiendo la sociedad democr¨¢tica con toda la firmeza y con una sonrisa, porque, como dir¨ªa Dario Fo, la risa nos libera de nuestros miedos¡ y empeque?ece a los monstruos.
I?igo Calvo Sotomayor es economista y profesor de Deusto Business School-Universidad de Deusto.
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