La ambig¨¹edad
Una democracia no lo es porque hable con una voz un¨ªvoca. Lo es porque hablan muchas voces y a todas se escucha. Conjugarlas, ?no es ese, en definitiva, el noble ejercicio de la pol¨ªtica?
No/S¨ª. Negro/Blanco. Abajo/Arriba. Malo/Bueno.
Tendemos a pensar acerca de la realidad en categor¨ªas binarias y a percibir una de ellas como superior a la otra. Por ello, un mero cambio de orden puede desconcertarnos. Sin embargo, restaurar el orden habitual no es necesariamente lo preferible.
S¨ª/No. Blanco/Negro. Arriba/Abajo. Bueno/Malo.
Cuando la realidad se plantea en blanco y negro y es forzosa la elecci¨®n, queda excluido cualquier otro color. Es entonces cuando surge la acusaci¨®n de ambig¨¹edad, entendida como sin¨®nimo de tibieza, mediocridad o, incluso, cobard¨ªa. No obstante, colocarse al margen de una elecci¨®n presentada como ineludiblemente binaria quiz¨¢ no merezca ninguno de estos calificativos. Puede, precisamente, que sea la acci¨®n m¨¢s radical, en el sentido etimol¨®gico original de la palabra: ir a la ra¨ªz de las cosas (del lat¨ªn radix, -¨©cis 'ra¨ªz').
Algunas personas perciben cualquier disensi¨®n y duda como una intromisi¨®n contra su propia identidad, un atentado contra su mismo ser?
El fil¨®sofo Emilio Lled¨® ense?aba que ¡°dentro de todo s¨ª hay un peque?o no, y dentro de todo no hay un peque?o s¨ª¡±. El pensamiento cr¨ªtico asume la libertad del matiz. Por ello, ir a la ra¨ªz con el fin de replantear ¡ª?o deber¨ªa decir replantar?¡ª una determinada situaci¨®n tendr¨ªa como consecuencia una modificaci¨®n del cauce por el que habitualmente discurrimos. Para eludir las roderas del pensamiento, en la vida p¨²blica o en la personal, se necesita un cierto esfuerzo de percepci¨®n y de escucha. Para ello, se requiere reconocer al otro y dejar ¡ªni que sea moment¨¢neamente¡ª ¡®en silencio¡¯ nuestra voz.
Qu¨¦ duda cabe de que el?umbral de tolerancia ante la incertidumbre que conlleva el reconocimiento del otro var¨ªa mucho de persona a persona. Algunas perciben cualquier disensi¨®n y duda como una intromisi¨®n contra su propia identidad, un atentado contra su mismo ser al que reaccionan violentamente. Otras, por educaci¨®n o por experiencia (o ambas cosas), logran ser m¨¢s flexibles. Lo cierto es que atreverse a poner entre par¨¦ntesis las propias certezas, ni que sea por un instante, puede cambiarnos para siempre. Por ello, escuchar al otro no es un signo de debilidad del propio ser, sino todo lo contrario: la demostraci¨®n de una fortaleza tierna.
?Qu¨¦ pasa cuando la respuesta a una situaci¨®n planteada de un modo ¡ªen apariencia¡ª ineludiblemente binario es: ni una, ni otra, ni s¨ª, ni no, ni blanco ni negro? ?No ser¨ªa el resultado de esta postura precisamente uno de los pasos que conlleva todo proceso, en catal¨¢n, proc¨¨s? Ser capaz de replantear radicalmente los t¨¦rminos es asumir el movimiento. Moving, como dec¨ªa la canci¨®n de Macaco que todav¨ªa nos hace bailar. El cambio. Un traslado. Una transici¨®n¡ ?una Segunda Transici¨®n? Una democracia no lo es porque hable con una voz un¨ªvoca, ni b¨ªvoca (valga el neologismo). Lo es porque hablan muchas voces y a todas se escucha. Conjugarlas, ?no es ese, en definitiva, el noble ejercicio de la pol¨ªtica?
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