Desastres naturales
Los fen¨®menos naturales no pueden ser una excusa para justificar infraestructuras obsoletas que se convierten en trampas mortales
La consternaci¨®n con la que uno contempla los fen¨®menos naturales que se transforman en desastre. La tristeza extra?ada que sabe que, aunque personifiquemos y definamos su temible expresividad, como la ira de la tierra o la furia del viento y el mar, no sienten nada. Son pulsaciones de fuerza brutal que tienen explicaciones geol¨®gicas y meteorol¨®gicas claras, ajenas al sufrimiento de los que los padecen. Esa precisi¨®n de los cient¨ªficos e ingenieros es la que nos tiene que ayudar a reconstruir el rastro que dejan. Sabemos c¨®mo ocurren, conocemos la magnitud y los niveles de esas fuerzas que literalmente nos golpean por tierra, mar y aire. Por eso, las escuelas de las ciudades del siglo XXI no pueden derrumbarse con los ni?os y los maestros dentro, los postes de la luz no deben caer sobre los viandantes, la gente no tiene que ahogarse en las autopistas con su familia dentro del coche. Hay muchas cosas que no nos deben pasar cuando ocurren estos fen¨®menos. Tiembla la tierra, y ese terremoto, por falta de previsi¨®n, de planificaci¨®n y compromiso con la ciudadan¨ªa, destruye las casas, sepulta a sus habitantes. Las lluvias torrenciales y los vientos huracanados han transformado ciudades y pueblos de islas y Estados en ci¨¦nagas desdichadas, en parajes derruidos. Los terremotos que han asolado M¨¦xico, y los huracanes que han golpeado las islas del Caribe y los Estados del sur de Estados Unidos, o las lluvias monz¨®nicas que han anegado el sur de Asia afectando a la India, a Nepal, a Bangladesh y a Pakist¨¢n, suman miles de muertos y millones de desplazados, y esto no puede dejarnos indiferentes.
Con las nuevas tecnolog¨ªas contemplamos la destrucci¨®n en tiempo real. Hemos visto el temblor de la tierra deshacer edificios en cuesti¨®n de segundos. Hay todav¨ªa gente dentro esperando que los recaten. Los fen¨®menos naturales no pueden ser una excusa que justifique infraestructuras obsoletas que se convierten en trampas mortales. En tierras de temblores, huracanes y lluvias torrenciales hay que reconstruir honrando a las v¨ªctimas. A los que han muerto, a los heridos, a los que lo han perdido todo. Que este dolor no signifique que unos pocos accionistas de empresas de construcci¨®n o suministros se van a hacer m¨¢s ricos de lo que ya son. El compromiso transnacional con todas las v¨ªctimas de estos desastres naturales que se pod¨ªan haber mitigado con mejores infraestructuras no puede dejar que se especule con su desesperaci¨®n. Debemos prohibir que los fen¨®menos naturales coticen en Bolsa convertidos en desastres.
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