Los enemigos del pueblo
Es desalentador observar c¨®mo la infamia de se?alar al otro regresa en tiempos de conflicto
Deber¨ªamos prestar m¨¢s atenci¨®n a peque?os incidentes que suelen ser s¨ªntomas serios de algo m¨¢s. Por un lado los carteles aparecidos en L¨¦rida, atribuidos a sectores juveniles de Arran, y que los dirigentes de la CUP avalan expl¨ªcitamente. Se trata de se?alar con posters callejeros como ¡°enemigos del pueblo¡± a diversos l¨ªderes pol¨ªticos, concejales, etc. que tienen en com¨²n pertenecer al campo no soberanista. Ha sucedido al menos en dos ocasiones recientemente y ello plantea un problema de fondo. La tendencia de se?alar y denunciar p¨²blicamente, con amenazas de ¡°segundo nivel¡± (¡°senyalem-los¡± , ¡°enemics del poble¡± y cosas parecidas), ha sido en la historia reciente una constante en por ejemplo la kale borrokay en la Historia no tan reciente lo propio de movimientos como las Juventudes Hitlerianas o el comunismo sovi¨¦tico. Y ello en nombre del pueblo, entidad que cuando m¨¢s abstracta m¨¢s discutible es. En este caso por razones obvias: la mitad (y un poco m¨¢s) de los catalanes no independentistas no ¡°son¡± el pueblo. Pues ?qu¨¦ son? Cuerpos extra?os a este discutible unificador de voluntades. Son ¡°no pueblo¡± o peor a¨²n ¡°otro pueblo¡±.
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Un segundo s¨ªntoma es si cabe m¨¢s indigno, acosar (aunque sea con carteles y pintadas) a familiares de l¨ªderes pol¨ªticos, en este caso los padres de Albert Rivera, es mucho m¨¢s grave. Extiende a los familiares la agresividad dirigida al pol¨ªtico. Y cabe preguntarse ?en qu¨¦ medida los padres de este se?or ser¨ªan ¡°culpables¡± de lo que hace o dice el hijo? Esto, en versi¨®n mucho m¨¢s dram¨¢tica lo han hecho en Italia las Bridadas Rojas, en Euskadi ETA, y en Italia la Mafia lo sigue haciendo. Hay un colapso moral total en este tipo de acciones, pues adem¨¢s del mal que hacen, liquidan de paso el concepto de ciudadano como sujeto pol¨ªtico y titular exclusivo de sus hechos y dichos. Y esto sin entrar en por qu¨¦ el se?or Rivera tiene m¨¢s o menos derecho de estar en pol¨ªtica que los se?ores Puigdemont, Turull, Pablo Iglesias o el vecino de abajo.
El tercer s¨ªntoma es relativizar estas actitudes, que est¨¢n mal m¨¢s all¨¢ de toda duda, con el argumento m¨¢s falaz de todos, y que se resume en ¡°?pues mira lo que hacen ellos!¡±, que se supone es igual o peor. Incluso en conversaciones con amigos muy cercanos nos encontramos a menudo con este problema. Y hay que volver a explicar algo muy elemental. Si ¡°tu bando¡± acaba igualando lo peor de lo que atribuyes al ¡°bando contrario¡±, ?d¨®nde queda la superioridad moral de tu causa? Aquellos que cierran sus o¨ªdos a esto, aunque sea como tema a debatir, ya han perdido la referencia m¨¢s importante, y es que en pol¨ªtica todo es cuesti¨®n de fines y medios.
Curiosamente, ha habido alg¨²n caso en que por fortuna si se ha activado una condena un¨¢nime y muestras de apoyo transversales de todo el abanico pol¨ªtico. Cuando In¨¦s Arrimadas fue acosada de modo innoble y Anna Gabriel amenazada de modo igualmente innoble, todas y todos las defendieron. Fue un rayo de luz que respond¨ªa a una exigencia moral ineludible. ?Porque son mujeres? Seguramente, lo cual indica un leve pero esperanzador progreso en el apoyo a la mujer en general, cuando cada d¨ªa cada peri¨®dico te da muestras de lo lejos que estamos de un m¨ªnimo de equidad ante el agravio que padecen todas y por ello deber¨ªamos reprobar todos (y todas).
Si ¡°tu bando¡± acaba igualando lo peor de lo que atribuyes al ¡°bando contrario¡±, ?d¨®nde queda la superioridad moral de tu causa?
En realidad, ni siquiera sospechamos lo que ganar¨ªa el tejido moral y social del momento en que vivimos si unos y otros aplic¨¢semos esta aproximaci¨®n, la de defender al contrario, al ¡°otro¡± cada vez que es acusado, se?alado, vilipendiado, de algo que cuando afecta a ¡°tu¡± campo es se?alado como una agresi¨®n descomunal, brutal, total. Ante todo esto escuchamos alguna objeci¨®n. Es aquello de que ¡°no hay para tanto¡±, lo hemos o¨ªdo y le¨ªdo repetidamente, que no hay que exagerar, que por suerte a d¨ªa de hoy no ha habido ninguna desgracia importante, ning¨²n acto violento ¡°relevante¡±. La ¨¦tica esta ¡°aqu¨ª¡±, la violencia est¨¢ ¡°all¨¢¡±. Esto es otro s¨ªntoma m¨¢s: conviene autoconcederse toda la superioridad ¨¦tica en la confrontaci¨®n. Mal argumento, porque seguimos sin saber en qu¨¦ nivel de violencia activar¨ªamos quiz¨¢ las defensas morales, y uno prefiere no esperar. Lo peor es siempre enemigo de lo malo.
Lo m¨¢s desalentador es que todo esto es sabido y conocido, en t¨¦rminos racionales, desde hace siglos, pero cada vez descubrimos que a partir de un cierto nivel de confrontaci¨®n, volvemos todos a la casilla de salida.
Pere Vilanova es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica en la Universidad de Barcelona.
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