El escudo de la libertad
De las Cortes de C¨¢diz surgi¨® una naci¨®n soberana e indivisible, constituida por personas libres e iguales en derechos, cuyo car¨¢cter esencial era ser ciudadanos; lo mismo que hoy la mayor¨ªa de los espa?oles reivindicamos
Para empezar, debo agradecer el honor que me hacen invit¨¢ndome a hablar en la conmemoraci¨®n de una fecha hist¨®rica tan relevante para la Isla de Le¨®n y para Espa?a entera (**). Pero, a pesar de lo inmerecido e inapropiado de este honor, lo he aceptado y aqu¨ª me tienen. Me he sentido obligado a venir por dos razones, una muy personal e ¨ªntima, la otra de car¨¢cter c¨ªvico, de ¨¦tica ciudadana. Permitan que antes de seguir adelante les explique brevemente estas dos razones.
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Hace una docena de a?os, viv¨ªamos en el Pa¨ªs Vasco sometidos al acoso criminal de la mafia etarra y a la imposici¨®n en todos los ¨®rdenes del nacionalismo obligatorio. Pese a los apoyos oficiales, not¨¢bamos que nos faltaba el sost¨¦n cotidiano de nuestros conciudadanos del resto del pa¨ªs, porque est¨¢bamos convencidos de que la agresi¨®n terrorista era un asunto de todos y no s¨®lo de los vascos que lo padec¨ªamos de m¨¢s cerca. Entonces una valiente luchadora, que adem¨¢s era el amor de mi vida, tuvo una idea que luego han imitado muchos partidos y activistas sociales: fletar un autob¨²s en el que viaj¨¢semos miembros de movimientos c¨ªvicos, v¨ªctimas del terrorismo, periodistas... y recorrer Espa?a haciendo paradas en el camino para contar lo que ocurr¨ªa en Euskadi y despertar a la gente que ve¨ªa el asunto como algo ajeno.
Salimos de San Sebasti¨¢n en un autob¨²s decorado por el gran Alberto Coraz¨®n, y haciendo alto en ciudades de todo el recorrido llegamos hasta C¨¢diz, acabando nuestra aventura en el oratorio de San Felipe Neri. De esa hermosa traves¨ªa guardo recuerdos que despu¨¦s la p¨¦rdida ha hecho dolorosamente imborrables, pero por encima de todos el enorme afecto y el desbordante apoyo c¨ªvico que encontramos en tierras gaditanas. ?C¨®mo no volver, ahora que me llaman desde aqu¨ª? Estoy seguro de que Sara nunca me hubiera perdonado tama?a ingratitud.
Karl Marx dijo que en 1810 se emprendi¨® la tarea de echar los cimientos de la nueva Espa?a
La segunda raz¨®n es que se trata de conmemorar la implantaci¨®n de las primeras Cortes democr¨¢ticas de Espa?a, y de hacerlo en el momento hist¨®rico actual, cuando precisamente nuestra democracia sufre uno de los peores y m¨¢s reaccionarios ataques de toda nuestra posguerra. La implantaci¨®n de las Cortes en 1810 desafi¨® circunstancias extraordinarias: el due?o de Europa, Napole¨®n, hab¨ªa impuesto a los espa?oles un rey seg¨²n su capricho y amenazaba con sus tropas avasalladoras el propio reducto gaditano. Tambi¨¦n hab¨ªa enemigos interiores, conservadores que consideraban formulaciones como ¡°soberan¨ªa de la naci¨®n¡± y ¡°el rey para la naci¨®n y no la naci¨®n para el rey¡± poco menos que como blasfemias decapitadoras como las de la Revoluci¨®n Francesa. P¨¦rez Gald¨®s cuenta con viveza estas decisivas pol¨¦micas en el volumen C¨¢diz de sus Episodios Nacionales.
Por primera vez, otra medida revolucionaria, los diputados a reunirse no iban representando estamentos sino a la naci¨®n espa?ola. Y por naci¨®n entend¨ªan una entidad abstracta y colectiva, formada por el conjunto de los ciudadanos constituidos en cuerpo pol¨ªtico. Como resume inmejorablemente el historiador y profesor universitario gaditano Juan Torrej¨®n Chaves, ¡°la revoluci¨®n liberal amaneci¨® con nuevas palabras y sagrados conceptos. Surgi¨® entonces una naci¨®n soberana e indivisible, constituida por hombres libres e iguales en derechos, cuyo car¨¢cter esencial era el de ser ciudadanos, con independencia de todo lo dem¨¢s: posici¨®n social, riqueza o lugar en que se habitara. La voluntad com¨²n se erig¨ªa as¨ª como superior a toda voluntad particular o de grupo¡±. Exactamente lo mismo que hoy la mayor¨ªa de los espa?oles seguimos reivindicando.
Jovellanos coment¨® que este congreso se reuni¨® ¡°para fijar el destino de la naci¨®n tan ultrajada y oprimida en su libertad como magn¨¢nima y constante en el empe?o de defenderla¡±. El otro d¨ªa escuch¨¦ a un vocinglero decir que la democracia espa?ola era low cost. Ah no, se?or m¨ªo, lo que quiera menos eso, porque se ha conseguido a un coste muy alto y muy comprometido. Cuarenta y cuatro a?os despu¨¦s de la fecha que estamos conmemorando, un cronista alem¨¢n nada desde?able consignaba que ¡°ninguna asamblea legislativa hab¨ªa reunido hasta entonces a miembros procedentes de partes tan diversas del orbe ni pretendido regir territorios tan vastos de Europa, Am¨¦rica y Asia, con tal diversidad de razas y tal complejidad de intereses; casi toda Espa?a se hallaba ocupada a la saz¨®n por los franceses, y el propio Congreso, aislado realmente de Espa?a por tropas enemigas y acorralado en una estrecha franja de tierra, ten¨ªa que legislar a la vista de un ej¨¦rcito que lo sitiaba. Desde la remota punta de la isla gaditana, las Cortes emprendieron la tarea de echar los cimientos de una nueva Espa?a¡±. El cronista que con tono admirativo escribi¨® estas l¨ªneas se llamaba Karl Marx.
El primer presidente que eligieron las Cortes fue el catal¨¢n Ram¨®n L¨¢zaro de Dou y Bassols
Llegaron los diputados de la Pen¨ªnsula y ultramar para formar la naci¨®n de todos, no para promocionar identidades particulares como mendigos que exhiben sus mu?ones a la puerta de la catedral para pedir limosna. La delegaci¨®n m¨¢s numerosa fue la de Galicia, seguida por la de Catalu?a. Y el primer presidente que eligieron las Cortes fue precisamente catal¨¢n: Ram¨®n L¨¢zaro de Dou y Bassols, al que en el paneg¨ªrico de la Academia de Buenas Letras de Barcelona se calific¨® como ¡°var¨®n insigne, sabio jurisconsulto, literato distinguido, pol¨ªtico consumado, honor de la Universidad de Cervera y gloria de Barcelona, de Catalu?a y de toda Espa?a¡±.
A pesar de su edad, 68 a?os de los de entonces, hab¨ªa arrostrado una larga traves¨ªa mar¨ªtima para estar presente en las Cortes. L¨¢zaro de Dou, comentando el decreto de Nueva Planta, llam¨® a Felipe V Sol¨®n de Catalu?a por haber derogado las reliquias del sistema feudal. Y rechaz¨® las opiniones adversas que no faltaban entre sus coterr¨¢neos as¨ª: ¡°Tal es la ¨ªndole del hombre que casi nunca cree deber aprobar ni alabar sino lo que ha visto siempre desde ni?o en su pa¨ªs: las costumbres, las reglas, las leyes, las mismas acciones buenas, las pr¨¢cticas en ninguna parte le parecen tan excelentes como all¨ª donde ha nacido. Esto depende principalmente de que nosotros solemos juzgar m¨¢s por sentimiento que por reflexi¨®n¡±. ?Bravo, mos¨¦n Dou!
Las sesiones de la magna asamblea se hicieron en el antiguo Teatro C¨®mico de la Isla convertido en Sal¨®n de Cortes por otro catal¨¢n, Antonio Prat. Unos meses m¨¢s tarde, ya concluidas las sesiones, el diputado por Valencia Joaqu¨ªn Lorenzo Villanueva, un sacerdote ilustrado y liberal, pidi¨® que el edificio del antiguo teatro se convirtiera en finca de la naci¨®n para preservar su dignidad. Propuso como adorno de la fachada poner la fecha de la instauraci¨®n de las Cortes, 24 de septiembre de 1810, y luego s¨®lo dos palabras: ESPA?A LIBRE. Que ese sea tambi¨¦n nuestro lema, amigas y amigos, compatriotas, sin olvidar nunca que debemos ser nosotros mismos el escudo insustituible de esa libertad.
Fernando Savater es escritor.
(**) Este art¨ªculo es una intervenci¨®n le¨ªda en el Teatro de Las Cortes de San Fernando, C¨¢diz, en la conmemoraci¨®n del 207 aniversario de la implantaci¨®n de las primeras Cortes Generales de Espa?a, 24 de septiembre de 1810.
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