La ruptura nacional-populista
La CUP ha accedido a la sabidur¨ªa de los viejos golpistas: dentro del Estado es desde donde mejor se destruye al Estado. La farsa que se est¨¢ viviendo no hubiera sucedido si Junts pel s¨ª no se hubiera sometido al chantaje ¡®cupero¡¯
Algo hay de insufrible desfachatez en la conducta pol¨ªtica de la presidenta del Parlament de Catalunya, Carme Forcadell, cuando despu¨¦s de vulnerar todas las leyes y todos los reglamentos que rigen la vida de la instituci¨®n que preside, se encarama a una tribuna, se agarra al micr¨®fono y arenga al p¨²blico all¨ª congregado para ilustrarles acerca de la dictadura bajo la que gime su naci¨®n: la dictadura, c¨®mo no, franquista. Y esa desfachatez no consiste en que, por su edad, algo podr¨ªa recordar de lo que fueron aquellos tiempos; tampoco en que despu¨¦s de decirlo adopte el gesto del h¨¦roe en la gloria que precede al martirio, sino porque en el camino que va de la presidencia de una instituci¨®n del Estado a la tarima levantada en un espacio p¨²blico de Barcelona confluyen en su persona y llegan a fundirse en su acci¨®n los dos movimientos pol¨ªticos que alimentan la actual situaci¨®n por la que atraviesa Catalu?a: el nacionalismo y el populismo.
El primero viene de antiguo y se ha caracterizado desde su origen por su intr¨ªnseca diversidad: desde el cat¨®lico tradicionalista, pasando por el simplemente cristiano, el burgu¨¦s conservador, el menestral, el republicano hasta el socialista, el comunista o el libertario, nacionalismos los ha habido de todos los colores en Catalu?a. Se trataba de movimientos fuertemente marcados por su doble impronta de clase y religi¨®n y divididos por el tipo de organizaci¨®n y de objetivos pol¨ªticos. Llam¨¢ndose catalanistas m¨¢s que nacionalistas, sus dos corrientes m¨¢s nutridas a la salida de la dictadura fueron la conservadora y la progresista, Converg¨¨ncia i Uni¨®, de una parte, PSC y PSUC, de otra, sobre los que muy pronto recay¨® el Gobierno de Catalu?a, desde la Generalitat y desde los grandes Ayuntamientos, durante m¨¢s de un cuarto de siglo.
El mundo creado por estas dos grandes corrientes se ha venido abajo por razones que ahora no son del caso, pero que algo tienen que ver con la crisis general de las democracias: partidos c¨¢rtel, colusi¨®n de intereses privados con dinero p¨²blico, corrupci¨®n, selecci¨®n de dirigentes y dem¨¢s. Lo que interesa es que tras ellos dejaron instituciones de Estado fuertemente dedicadas a lo que llaman los polit¨®logos construcci¨®n de naci¨®n. Como ocurre desde los or¨ªgenes de estos dos artefactos pol¨ªticos que, junto al capital, han marcado la vida europea desde el siglo XVI, es el Estado el que crea naci¨®n y no al rev¨¦s. En Catalu?a, convergentes y socialistas, tan distintos por sus bases, fueron iguales en sus metas pol¨ªticas: construir una naci¨®n catalana en un Estado espa?ol plurinacional con las miras puestas en una confederaci¨®n o federaci¨®n de Estados nacionales. Con esa visi¨®n de futuro, dotaron a la Generalitat y a los Ayuntamientos de una vocaci¨®n de Estado, muy generoso a la hora de subvencionar a organismos p¨²blicos y privados aplicados a la sacrosanta tarea de la construcci¨®n nacional.
Algo hay de insufrible desfachatez en la conducta pol¨ªtica de Carme Forcadell
La cuesti¨®n es que al dividirse y hundirse CiU y al desmoronarse el PSC, las instituciones de Estado quedaron en Catalu?a como presa codiciada de los movimientos populistas, liderados por la CUP, con su componente libertario y sus vanguardias dispuestas a recurrir al siniestro repertorio de acci¨®n colectiva propio de los nazis, con sus ¡°se?al¨¦moslos¡±, ¡°barr¨¢moslos¡±, en su estrategia de ruptura populista o de dicotomizaci¨®n de la esfera p¨²blica. Muy h¨¢biles en el manejo del poder, los dirigentes de la CUP percibieron enseguida el potencial de crecimiento derivado de la crisis de representaci¨®n que acompa?¨® a la Gran Recesi¨®n y, despu¨¦s de someter a cerco a los parlamentarios nacionalistas, no dudaron en proclamar que la autodeterminaci¨®n de los pueblos es un principio que desborda el marco de toda legalidad.
Desbordar el marco de la legalidad entrando en las instituciones y manteniendo la presi¨®n en las calles: tal es el principio que gu¨ªa a todo movimiento populista en su lucha contra la democracia representativa. Lo original de Catalu?a hoy es que ese desbordamiento no procede desde lo que el populismo llama las afueras del sistema, de los marginados, de quienes sufren el paro o se han empobrecido como resultado de las pol¨ªticas neoliberales. Surge y avanza desde el coraz¨®n mismo de la legalidad que se pretende desbordar, las instituciones democr¨¢ticas, con el prop¨®sito, muy elaborado por la CUP en su Proposta de conclusions de la comissi¨® d¡¯estudi del proc¨¨s constituent, de iniciar lo que en la teor¨ªa y en la pr¨¢ctica populista, y en ese documento, se define como ¡°proceso de desconstitucionalizaci¨®n¡±. Han accedido a la sabidur¨ªa de los viejos golpistas: que dentro del Estado es desde donde mejor se destruye al Estado, t¨¦cnica del golpe que en nuestra historia parec¨ªa una exclusiva de la burocracia militar. Ahora estos movimientos populistas la han extendido proclamando, faltar¨ªa m¨¢s, que lo hacen en nombre del pueblo, de la gente, de la soberan¨ªa popular, del derecho a decidir, de Catalu?a.
Lo original de Catalu?a es que el debordamiento de la legalidad viene de las propias instituciones
Cuando se conocieron los resultados de las ¨²ltimas elecciones catalanas, convertidas en plebiscitarias por sus propios convocantes, la primera reacci¨®n de los entonces dirigentes de la CUP fue admitir que el plebiscito no se hab¨ªa ganado; por poco, pero hab¨ªan perdido. Luego, tras unas asambleas de abracadabra y la laminaci¨®n de los dubitativos, lograron que de la votaci¨®n de unos 3.020 militantes resultara ?un empate! que dej¨® manos libres a la vanguardia para decidir lo que bien quisiera. La decisi¨®n fue, como en los d¨ªas tr¨¢gicos del golpe militar contra la Rep¨²blica, cuando la CNT sostuvo en la presidencia a Companys, apoyar a la coalici¨®n de Junts pel S¨ª, con la condici¨®n de que les trajera en bandeja la cabeza de Artur Mas. Los dos partidos accedieron, mostrando con su gesto que por fin el nacionalismo catal¨¢n en su doble vertiente conservadora y de izquierda se hab¨ªa maridado con el populismo en la com¨²n reivindicaci¨®n del derecho de autodeterminaci¨®n de ¡°Los Pueblos de la Pen¨ªnsula¡±, comenzando por el catal¨¢n.
Lo que ha seguido y contin¨²a es bien conocido: la farsa presidida por Carme Forcadell en el Parlament los d¨ªas 6 y 7 de septiembre, cuando Anna Gabriel afirm¨® que su partido estaba all¨ª para hacer pol¨ªtica y no para hacer ¡°parlamentarismo auton¨®mico¡±, nunca habr¨ªa sucedido si no hubiera contado con el apoyo, y si Junts pel S¨ª no se hubiera sometido al chantaje, de la CUP. Qu¨¦ saldr¨¢ de este maridaje nadie lo sabe, pero lo que ya est¨¢ claro es que lo sucedido hasta hoy no va solo de nacionalismo; va tambi¨¦n de ruptura con la democracia desde instituciones del Estado previamente ocupadas por partidos populistas.
Santos Juli¨¢ es historiador.
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