Hillary Clinton: 600 horas de maquillaje para hacer la misma campa?a que un hombre
La candidata dem¨®crata confiesa en su libro que le sorprendi¨® la cifra y que nunca se acostumbrar¨¢ a los esfuerzos que tiene que hacer una mujer p¨²blica si se compara con sus iguales masculinos
Hillary Clinton lo explica en su reciente libro What Happened: en su ¨²ltima campa?a para la presidencia de Estados Unidos tuvo que dedicar 600 horas, el equivalente aproximado a 25 d¨ªas, a peluquer¨ªa y maquillaje para conseguir que su apariencia siguiera los c¨¢nones que se exigen a una mujer que decide tener una presencia p¨²blica y aspira a un puesto de importancia social o empresarial.
Fue tal su sorpresa ante la cifra que Clinton confiesa que revis¨® los c¨¢lculos varias veces. ¡°Nunca he terminado de acostumbrarme a los muchos esfuerzos que tiene que hacer una mujer p¨²blica. Mis colegas masculinos solo tienen que ducharse y afeitarse¡±, ha explicado la candidata dem¨®crata.
Aunque seg¨²n sus declaraciones aprovechaba estos momentos para preparar discursos o hacer llamadas telef¨®nicas, la senadora norteamericana confiesa que siempre ha odiado perder ese precioso tiempo que sus competidores no necesitan. ¡°No he sentido celos de mis colegas varones¡±, explica Clinton, ¡°pero un poco s¨ª cuando pensaba que ellos solo ten¨ªan que ducharse, afeitarse y ponerse un traje para estar listos¡±.
La pregunta que subyace a todo esto es ?qu¨¦ hubiera ocurrido si Hillary Clinton o cualquier otra mujer pudiera dedicar esas 600 horas centradas en sus cuidados de belleza a otra cosa? ?Cambiar¨ªa su situaci¨®n? Lo cierto es que la tiran¨ªa de la apariencia en pol¨ªtica afecta a todos, pero es especialmente exigente con las mujeres, a quienes resulta casi imposible librarse de su peso. La misma Hillary Clinton, de 69 a?os, tuvo que aguantar durante la pasada campa?a electoral duros ataques referidos a su f¨ªsico y, despu¨¦s de su derrota, los rasgos cansados de su rostro despertaron todo tipo de reacciones que se repitieron en Twitter cuando la candidata dem¨®crata decidi¨® cambiar de peinado y muchos lo interpretaron como una forma de querer pasar p¨¢gina.
Hillary Clinton, en cualquier caso, no es la ¨²nica f¨¦mina afectada por las exigencias de la belleza. Seg¨²n un estudio aparecido en la revista Today, las mujeres dedican dos semanas al a?o para mantenerse en perfecto estado de revista. Y en 2016 se difundieron otros estudios que afirman que las f¨¦minas que usan maquillaje y cuidan su apariencia para ir a trabajar suelen verlo reflejado en un aumento considerable en el promedio de sus ingresos. Con toda la cautela con la que deben tomarse estas generalizaciones, lo que es indudable es que liberarse del maquillaje es todav¨ªa una quimera para las mujeres que quieran tener un papel p¨²blico en una sociedad que no mide por el mismo rasero a los hombres que se encuentran en situaci¨®n similar.?
Aunque conviene recordar dos casos recientes protagonizados por hombres, que, al menos por el importe de las facturas de su maquillador y peluquero, deben tener claro que pasar por los pinceles y peines de profesionales tiene su r¨¦dito. Se trata de Emmanuel Macron, actual presidente de Francia, de quien se public¨® en agosto que en sus primeros cien d¨ªas de gobierno hab¨ªa gastado 26.000 euros para remunerar al profesional encargado de maquillarle. 8.000 euros brutos de salarios mensuales que escandalizaron al pa¨ªs aunque los profesionales no juzgaron que se tratara de una cifra desorbitada si se tiene en cuenta las tarifas que cobra un especialista al que se convoca para maquillar a una personalidad en un estudio de televisi¨®n (entre 300 y 600 euros por media jornada).
Un a?o antes, en julio de 2016, tambi¨¦n fue noticia el peluquero de Fran?ois Hollande, el predecesor de Macron en el cargo, que recib¨ªa 9.895 euros al mes por cuidar el tup¨¦ presidencial, aunque El El¨ªseo se defendi¨® argumentando que el trabajador deb¨ªa estar disponible 24 horas sobre 24. Definitivamente estar presentable para resultar cre¨ªble resulta caro y costoso, por no hablar del tiempo que hay que estar dispuesto a gastar en el proceso.
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