Un relato de Espa?a
El s¨ª a la independencia supone rechazar el v¨ªnculo entre los pueblos de Espa?a, que tienen mucho que ofrecer en el concierto mundial desde una articulaci¨®n de unidad y pluralidad que tan pocos pa¨ªses han sabido engarzar
En 1937 se public¨® Viento del pueblo,el poemario del alicantino Miguel Hern¨¢ndez, que cuenta entre sus poes¨ªas con la que da t¨ªtulo al libro. ¡°Vientos del pueblo me llevan, vientos del pueblo me arrastran, me esparcen el coraz¨®n y me aventan la garganta¡± es el c¨¦lebre comienzo de un texto empe?ado en mostrar que no es ¨¦se un pueblo de bueyes, dispuestos a doblar la cerviz, sino ansioso de libertad y se?or¨ªo. ?Qui¨¦nes componen el pueblo? Miguel Hern¨¢ndez va desgranando los nombres de todos los pueblos de Espa?a y caracteriza a cada uno de ellos con un rasgo alentador. ¡°Asturianos de braveza, vascos de piedra blindada¡¡± y as¨ª hasta haber nombrado a todos los que componen el conjunto de esa Espa?a, en que, seg¨²n ¨¦l, nunca medraron los bueyes.
Hace algunos d¨ªas, en las p¨¢ginas de este diario, Jos¨¦ Juan Toharia lamentaba que en el conflicto territorial que estamos viviendo en nuestro pa¨ªs s¨®lo los independentistas hayan contado un relato, que se ha ido imponiendo por sintonizar con los sentimientos de una parte de la poblaci¨®n, y sobre todo por falta de alternativa. No parecen existir otras narraciones, capaces de ilusionar a las gentes en otro sentido, y eso favorece la causa independentista.
Y es verdad que las personas interpretamos los hechos desde los relatos que se han ido inscribiendo en nuestro cerebro desde la infancia y que se encuentran muy pr¨®ximos a las emociones. Es verdad que las narraciones son indispensables para llegar al sentimiento, por eso todas las culturas educan a sus miembros contando cuentos y par¨¢bolas, que hunden sus ra¨ªces en el pasado y proyectan el futuro. Pero tambi¨¦n es cierto que, como dec¨ªa Lakoff, las historias para ser fecundas, no s¨®lo tienen que ser atractivas, sino sobre todo tienen que ser verdaderas. Tienen que unir ¡ªa?adir¨ªa yo¡ª sentimientos y raz¨®n, convencer con argumentos, y no s¨®lo persuadir con recursos emotivos, porque deben llegar a la raz¨®n de las personas concretas, que es una raz¨®n cordial. Y no es de recibo distorsionar los hechos para acoplarlos a una historia que puede ser eficaz en movilizar sentimientos, pero falsa. La posverdad es sencillamente mentira, y rompe el v¨ªnculo humano de la comunicaci¨®n en provecho de quien la cuenta, se mida ese provecho en votos o en dinero.
El relato de Espa?a en que cre¨ªmos muchos de nosotros es el de Miguel Hern¨¢ndez, el de un conjunto de pueblos a los que la historia, con sus avances y retrocesos, ha ido uniendo, y que pueden aportar cada uno mucho de positivo al acervo com¨²n; una aportaci¨®n que, afortunadamente, no siempre se mide en dinero, como querr¨ªa una sociedad mercantilizada.
No es de recibo distorsionar los hechos para acoplarlos a una historia falsa
Cre¨ªmos en un conjunto de pueblos, con sus peculiares historias y tradiciones, pero con una historia y una lengua compartidas, que nos ligaba a nuestra Am¨¦rica, situada al otro lado del Oc¨¦ano Atl¨¢ntico, y entre los que pod¨ªa existir el proyecto compartido de organizar una sociedad m¨¢s justa, tanto en la propia casa, como en el concierto de los pa¨ªses. Pod¨ªamos hacerlo precisamente porque hab¨ªa un v¨ªnculo cultural y a la vez peculiaridades diversas, pero adem¨¢s porque exist¨ªan diferencias econ¨®micas entre las regiones, y la solidaridad entre ellas pod¨ªa propiciar esa reducci¨®n de las desigualdades entre los ciudadanos que es la marca de cualquier proyecto progresista. Tal vez los t¨¦rminos ¡°izquierda¡± y ¡°derecha¡± oscurecen la realidad m¨¢s que iluminarla, y habr¨ªa que sustituirlos por ¡°progreso¡± y ¡°regreso¡±, denunciando por regresivo cualquier intento de quebrar una unidad en lo diverso que ya existe.
Sin embargo, en el actual debate sobre la organizaci¨®n territorial de Espa?a se ha producido un inmisericorde empobrecimiento de aquella perspectiva amplia. El n¨²mero de protagonistas del relato parece haberse reducido a dos: el Gobierno de Mariano Rajoy en el marco del Estado y la Generalitat de Catalu?a y quienes salen a las calles pidiendo la independencia. Han desaparecido del horizonte los ¡°extreme?os de centeno, aragoneses de casta¡± y cuantos interven¨ªan en nuestra historia com¨²n, junto a los ¡°catalanes de firmeza¡±, y ha quedado en la desoladora escena un enfrentamiento entre una entelequia llamada ¡°Madrid¡± y otra, igual de difusa, llamada ¡°Catalu?a¡±. Ninguna de ellas corresponde a una realidad social de carne y hueso, ninguna de ellas tiene verdadera encarnadura social.
Hay una desoladora escena de enfrentamiento entre dos entelequias: ¡°Madrid¡± y ¡°Catalu?a¡±
Y no s¨®lo porque la mayor¨ªa de los catalanes no son independentistas, y habr¨ªa que decir en el mejor de los casos ¡°una parte de los catalanes¡±, sino porque apostar por la independencia de Catalu?a no es decir no a Rajoy y a un ¡°Madrid¡± inventado. Tampoco es decir no al Partido Popular. El s¨ª a la independencia supone rechazar el v¨ªnculo con las gentes de esos pueblos de Espa?a, que tal vez no sean tan brav¨ªos como los so?aba Miguel Hern¨¢ndez, pero tienen mucho que ofrecer en el concierto mundial desde esa articulaci¨®n de unidad y pluralidad que tan pocos pa¨ªses han sabido engarzar con tanto respeto, si es que hablamos de cultura, tradiciones o lengua. Baste comprobar la diferencia con otros pa¨ªses, por otra parte espl¨¦ndidos como Alemania o Francia, bastante menos sensibles al cuidado de lo diverso. Si en nuestro caso hablamos de desigualdad econ¨®mica, no de diversidad cultural, entonces entramos en la discusi¨®n sobre la justicia distributiva y la solidaridad, no sobre cuestiones de identidad.
Sin embargo, como los relatos arrancan del pasado y sobre todo han de proyectarse al futuro, a las altura del siglo XXI, en el horizonte de un mundo global, no creo que haya proyecto m¨¢s ilusionante y atractivo que el que esbozaron los ilustrados en el siglo XVIII, haciendo pie en el estoicismo y el cristianismo: el de construir una sociedad cosmopolita, en que sea posible erradicar la pobreza y el hambre, reducir las desigualdades, conseguir que ning¨²n ser humano se vea obligado a emigrar, porque todos son ciudadanos de ese mundo. La globalizaci¨®n ha tra¨ªdo recursos que nunca pudimos so?ar para ir adensando el grado de democratizaci¨®n de los distintos pa¨ªses, reforzando los v¨ªnculos legales y ¨¦ticos con otras comunidades, que hoy en d¨ªa ya comparten soberan¨ªa gracias a las uniones supranacionales, como la Uni¨®n Europea, y a la multiplicaci¨®n de entidades internacionales, que podr¨ªan ser el germen de una gobernanza mundial. Es sin duda un proyecto y un relato que une los sentimientos a la raz¨®n.
Adela Cortina es catedr¨¢tica de ?tica y Filosof¨ªa Pol¨ªtica de la Universidad de Valencia, Miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Pol¨ªticas y Directora de la Fundaci¨®n ?TNOR.
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