EL PA?S, con el Estatut
No se puede pactar con golpistas; s¨ª dialogar para tener m¨¢s autogobierno
Cuando el golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 estaba en sus primeras horas y en medio de la incertidumbre general, este peri¨®dico sac¨® a la calle una edici¨®n especial. Sin esperar su desenlace, apost¨® por la democracia con un mensaje tan escueto como contundente bajo su cabecera: ¡°EL PA?S, con la Constituci¨®n¡±.
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A esa se?a de identidad hemos procurado ser leales todos estos a?os sin caer en relativismos sobre los valores del ordenamiento democr¨¢tico constitucional. Es esa misma se?a la que hoy nos convoca a salir en defensa del Estatut de Autonom¨ªa de Catalu?a, que es a un tiempo la Constituci¨® interna de Catalunya, una ley org¨¢nica clave del Estado que garantiza el autogobierno y un elemento sustancial de su bloque de constitucionalidad. Con todas sus imperfecciones, este instrumento ha organizado el m¨¢s f¨¦rtil periodo de prosperidad y libertades en Catalu?a y en el conjunto de Espa?a.
Hay que defender a toda costa el Estatut, puesto hoy en peligro por quienes han pretendido usarlo en contra de los catalanes y luego derogarlo. Un grupo de dirigentes pol¨ªticos encabezados por el presidente de la Generalitat concretaron, despu¨¦s de numerosas amenazas, su golpe al Parlament los d¨ªas 6 y 7 de septiembre con la aprobaci¨®n de las leyes de ruptura constitucional (convocatoria del refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n que se pretende para hoy; y de transitoriedad)con car¨¢cter de primac¨ªa sobre el Estatut y la Constituci¨®n, y que vienen, pues, a derogar ambas normas fundamentales.
?La ilegal consulta derivada de aquellos textos, ya suspendidos por los tribunales, culminar¨ªa hoy con la votaci¨®n sin garant¨ªa ninguna, y con la consecutiva proclamaci¨®n, o declaraci¨®n, unilateral de independencia.
Porque se trata del derribo de las normas m¨¢ximas de convivencia ¡ªampar¨¢ndose en el descontento de una parte de la poblaci¨®n inducido y manipulado desde las propias instituciones de autogobierno¡ª, esta votaci¨®n no debe celebrarse. El Estado y sus fuerzas del orden, incluidos los Mossos, deben impedir este atropello. Es ins¨®lito que un Gobierno incite a sus funcionarios a incumplir la ley, a crear situaciones o altercados peligrosos y a rebelarse contra un orden democr¨¢tico, perfectible, pero formidable e internacionalmente homologado.
Aunque no confiamos en ese s¨²bito gesto de sentido com¨²n, la Generalitat deber¨ªa detener instant¨¢neamente esta huida hacia el abismo para tratar de minimizar da?os. Porque los registrados hasta ahora son ya excesivos: no solo en t¨¦rminos de fractura de la sociedad catalana, sino tambi¨¦n en el menoscabo de algunas de sus creaciones genuinas que fueron m¨¢s celebradas: los Mossos, la radiotelevisi¨®n p¨²blica (TV-3/Catalunya R¨¤dio) y la escuela.
No son equiparables con el Gobierno aquellos que se sublevan
La utilizaci¨®n partidista de los primeros; la manipulaci¨®n de la segunda, que ha llegado a delictivas llamadas a identificar p¨²blicamente localizaciones de la Guardia Civil (?en situaci¨®n de alerta 4 antiterrorista!); y las inmorales presiones sobre directores de escuela y hasta escolares menores de edad para que se manifestaran, deben revertirse inmediatamente. De lo contrario, el Estado deber¨¢ hacerse con su control, con lo que el futuro de las mismas quedar¨¢ inevitablemente en entredicho.
Hace tiempo que consideramos que la respuesta del Gobierno a esta serie de episodios de desobediencia de la ley no ha sido la adecuada. Habr¨¢ que detenerse en el futuro de forma m¨¢s pormenorizada en el an¨¢lisis de esos errores y en la correspondiente demanda de responsabilidades. Pero en esta hora es importante se?alar que de ninguna manera son equiparables las conductas de quienes se sublevan al orden constitucional con el Gobierno que m¨¢s o menos torpemente trata de darles respuesta. Esto no ha sido un choque de trenes. Esto ha sido desde el principio la embestida irracional contra el Estado de unos aventureros y oportunistas.
Si han usado de forma muy proporcionada algunos de los instrumentos de los que el Estado dispone para defender la ley, incluso aunque en ocasiones se hayan equivocado de forma inadecuada, nunca se ha puesto en peligro por parte del Gobierno la vigencia del Estado de derecho en Catalu?a. Lo que hoy se juega en las calles y plazas de Catalu?a no ser¨¢ el cuestionamiento de la libertad de expresi¨®n de los ciudadanos independentistas: gozar¨¢n de ella como en todo Estado democr¨¢tico, contra lo que proclaman aviesamente sus dirigentes. Lo que hoy se juega es si se consuma la ruptura y colapsa el ordenamiento estatutario, ya menoscabado en el Parlament y por el Govern. O, por el contrario, se restaura la plena vigencia del Estatut y de la Constituci¨®n.
Hay una estrecha oportunidad de que eso se logre con el menor perjuicio posible para el autogobierno catal¨¢n (y para la econom¨ªa, como juiciosamente ha avisado el Banco de Espa?a). Y requiere en todo caso que este se ejerza en las pr¨®ximas horas con la m¨¢xima contenci¨®n.
Por supuesto que restaurar el Estatut no es indefectiblemente un punto de llegada. Puede serlo de partida, para ampliar el autogobierno. No es imposible ¡ªocurre en el Pa¨ªs Vasco¡ª si se vuelve a los cauces de la legalidad que nunca debieron ser desbordados. Ni tampoco lo es ampliar el alcance descentralizador de la Constituci¨®n en un sentido federal, que proporcione un mejor encaje a las aspiraciones leg¨ªtimas de tantos ciudadanos de Catalu?a (y de otras comunidades).
Si hay voluntad para ello, los mecanismos con que implementarla no son dif¨ªciles de arbitrar: equipos mixtos de trabajo, comisiones parlamentarias, dise?o de un nuevo pacto estatutario e, incluso, constitucional, este s¨ª susceptible de ser sometido ¡ªpor legal¡ª a refer¨¦ndum de ratificaci¨®n. Ser¨¢ una v¨ªa compleja, pero nada traum¨¢tica, contra la que ahora se nos propone. Y sobre todo, mucho m¨¢s portadora de futuro y de reconocimiento global. Pero todo eso ha de hacerse una vez restablecido el orden constitucional, nunca antes. No se puede pactar con golpistas irredentos. S¨ª es posible dialogar con quienes pretenden m¨¢s autogobierno para Catalu?a. Desde el Estatut, todo. Contra el Estatut, nada.
El desaf¨ªo independentista catal¨¢n
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