Hu¨¦rfanos
Perdidos como ni?os a los que se obliga a cruzar el hurac¨¢n del divorcio violento de aquellos que deb¨ªan proteger sus derechos y ense?arles c¨®mo afrontar la vida sin furia ni intolerancia.
Hab¨ªa una vez un pa¨ªs en el que durante 40 a?os los padres contaban a sus hijos c¨®mo hab¨ªan conseguido transitar desde una dictadura a una democracia gracias al di¨¢logo y la contenci¨®n de un pacto entre partidos diversos y contrapuestos. Pero un d¨ªa, se quedaron vac¨ªos de palabras. Perdidos como ni?os a los que se obliga a cruzar el hurac¨¢n del divorcio violento de aquellos que deb¨ªan proteger sus derechos y ense?arles c¨®mo afrontar la vida sin furia ni intolerancia.
A un lado, avistaban a un grupo creciente decidido a decir adi¨®s ¡ªno sab¨ªan muy bien porqu¨¦¡ª a la casa en la que hab¨ªan convivido pac¨ªficamente dando ejemplo de apertura de miras. En otro ve¨ªan a un presidente b¨ªblico que cre¨ªa que todo lo que trascendiera el marco constitucional no requer¨ªa negociaci¨®n y se arreglar¨ªa por arte de birlibirloque. Tambi¨¦n estaba el aspirante apuesto que dec¨ªa aquello y lo contrario y sacaba a pasear su propia catarsis pol¨ªtica en el momento menos conveniente. No faltaba el oportunista, que descamisado para parecer m¨¢s cercano, aprovechaba la menor para acercarse a la m¨¢s guapa del baile, aunque hubiera que cambiar de guapa y de baile.
Mientras, segu¨ªan pasando cosas de las que nadie se ocupaba. Los mayores sobreviv¨ªan con pensiones de risa, la sanidad p¨²blica empeoraba, el paro juvenil superaba el 40%, la ley del ladrillo volv¨ªa a imponer sus dudosos brotes verdes y hab¨ªan regresado las banderas. En ese pa¨ªs imaginario, la mayor¨ªa se sent¨ªan hu¨¦rfanos, porque ninguno de aquellos a quienes hab¨ªan confiado la tranquilidad de su casa parec¨ªa recordar lo que significaba hacer pol¨ªtica y el valor que exige la palabra democracia.
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