La revoluci¨®n
El papel de Puigdemont ha consistido en tirar el cohete que anuncia que se ha soltado a los toros

Liechtenstein tiene 40.000 habitantes y el nombre de su capital, Vaduz, aparece en los libros de texto, o en algunos. Y, sobre todo, es un Estado, aunque no tenga lengua propia.
Con mucha m¨¢s raz¨®n, y m¨¢s razones, se presenta Catalu?a ante el mundo, despu¨¦s de que su Gobierno convocara una huelga general para el lunes que le sali¨® bien, es decir, que fue seguida muy mayoritariamente, sobre todo por los militantes de Podemos y la CUP, y por los funcionarios, los abundantes funcionarios de una comunidad aut¨®noma rebosante de competencias, que tuvieron no un d¨ªa de bronca sino de vacaciones ¨¦picas.
Carles Puigdemont, president de la Generalitat, alcanz¨® el martes una importante cima pol¨ªtica digna de Nicol¨¢s Maduro: los estudiantes, los funcionarios, incluidos los polic¨ªas, y algunos dirigentes de las pymes, se dieron cita para tomar las calles en una jornada de protesta que hab¨ªa sido convocada por la CUP unas semanas antes. Para la convocatoria no tuvo que dar ni una sola cifra de participaci¨®n en el llamado refer¨¦ndum del 1-O, ni que explicar ninguna de las muchas irregularidades que convirtieron su gran d¨ªa en una descomunal burla.
Despu¨¦s de la gigantesca borrachera colectiva, que tuvo como v¨ªctimas injustas a guardias civiles y polic¨ªas nacionales enviados por el ministro Zoido en p¨¦simas condiciones a Barcelona, a Puigdemont le ha venido la idea de declarar la independencia, a pesar de que sabe que la mitad de los ciudadanos catalanes no la quiere. Se ha emborrachado con la calle. Ha aspirado en exceso los loores de las barricadas subvencionadas y los piquetes sin consecuencias. Ha perdido la raz¨®n dej¨¢ndose llevar por la din¨¢mica aparentemente emancipatoria de la CUP, y por el entusiasmo de Pablo Iglesias cuando ve una movilizaci¨®n.
Tres periodistas, Manuel Chaves Nogales, Josep Pla y Jos¨¦ D¨ªaz Fern¨¢ndez, vivieron en 1934, en Asturias, una sensaci¨®n parecida a la que se puede percibir ahora en Barcelona, con la enorme ventaja ahora de que no ha habido derramamiento de sangre. En sus espl¨¦ndidas cr¨®nicas reunidas en un libro (Acantilado, 2017) que prologa Jordi Amat, hay una perplejidad com¨²n: los revolucionarios hab¨ªan conseguido instaurar el ¡°comunismo libertario¡±. Pero no sab¨ªan ad¨®nde iba eso despu¨¦s.
Quiz¨¢s Anna Gabriel y los l¨ªderes de la ANC y ?mnium Cultural sepan ad¨®nde quieren llevar la ¨¦pica que de momento conducen. Pero Puigdemont no controla del todo el asunto. Su papel ha consistido en tirar el cohete que anuncia que se ha soltado a los toros.
Un mal presagio para la revoluci¨®n: Oryzon ha subido en la Bolsa al mudarse a Madrid.
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