Frente a la extrema derecha europea
Los electores optan por proyectos extremistas para castigar a sus Gobiernos. Luego se ¡°ideologizan¡± poco a poco
Hay una correlaci¨®n directa entre la profunda crisis de los partidos institucionales y el auge progresivo de la extrema derecha nacionalista y xen¨®foba. El electorado, las bases sociales de apoyo, van pasando de un bando a otro, no solo por su versatilidad e incoherencia, sino tambi¨¦n, y m¨¢s peligrosamente, porque los discursos de extrema derecha dan la impresi¨®n de sintetizar con simplicidad y eficacia sus aspiraciones frustradas, que se perciben desamparadas por los partidos tradicionales y desfavorecidas por las pol¨ªticas sociales vigentes.
Asistimos en efecto, en casi todos los pa¨ªses europeos, a una ¡°derechizaci¨®n¡± de la ret¨®rica pol¨ªtica, as¨ª como a la entrada, en el mercado pol¨ªtico, de movimientos reaccionarios, portadores de visiones del mundo que hicieron derivar a Europa hacia la barbarie en los a?os treinta del siglo XX. Ni la memoria del horror, ni la defensa de los valores humanistas, ni los incontestables acervos propiciados a menudo por la izquierda cuando llega al poder, son rivales capaces de calmar la rabia y contrarrestar la desesperanza que empuja a millones de ciudadanos a identificarse con los proyectos extremistas de derecha. En Francia, en Alemania, en Italia, en B¨¦lgica, en los Pa¨ªses Bajos, en Austria, en Reino Unido, en los pa¨ªses n¨®rdicos, el proceso es siempre igual: los electores van optando por la extrema derecha sin adherirse intr¨ªnsecamente a su discurso, ¨²nicamente para castigar la pol¨ªtica de los Gobiernos y, de elecciones en elecciones, consiguen dar estabilidad y arraigo pol¨ªtico a su discurso. Se ¡°ideologizan¡± poco a poco.
No es que este discurso se haya ganado credibilidad precisamente por las soluciones que propone (artificiosas e irrisorias); antes bien, se fortalece por dramatizar problemas sobre los que la derecha tradicional y la izquierda democr¨¢tica se han quedado mudas. M¨¢s a¨²n, la Gran Recesi¨®n de 2008, de la que no hemos salido, ha puesto en evidencia la caducidad integral de los proyectos tanto del neoliberalismo como del social-liberalismo disfrazado, a veces, de socialdemocracia. La impotencia aparece como un destino ineluctable en el mundo global, y tampoco sirven las pol¨ªticas pragm¨¢ticas, ¡°realistas¡±, de adaptaci¨®n a la sociedad de competencia generalizada. Partes importantes de la poblaci¨®n est¨¢n sufriendo procesos de empobrecimiento, de precarizaci¨®n, de regresi¨®n de su estatus social, que da?an radicalmente sus proyectos de vida, sus aspiraciones, su porvenir. Culpan al mundo entero, Europa, los inmigrantes considerados como peligrosos competidores.
La realidad, en este contexto, es que los partidos tradicionales han fracasado en tres puntos clave: no supieron analizar la globalizaci¨®n y sus efectos sociales; no elaboraron un discurso propio sobre la verdadera ¡°revoluci¨®n¡±, hist¨®rica, que significa la construcci¨®n europea, limit¨¢ndose a repetir el credo envejecido de los fundadores de Europa; y han sido incapaces de pensar la cuesti¨®n de la naci¨®n en el conjunto europeo. Este ¨²ltimo punto es, probablemente, el m¨¢s grave, pues condensa, en t¨¦rminos identitarios, los problemas generados por los dos primeros. Mientras no se aporten respuestas civilizadoras y progresistas a estas tres cuestiones, seguir¨¢ creciendo inevitablemente la extrema derecha europea.
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