Ojo con la batalla del relato
SE HA CONVERTIDO en un clich¨¦: ETA est¨¢ derrotada, pero ahora hay que ganar la batalla del relato. En s¨ªntesis, se tratar¨ªa de impedir que triunfe esa explicaci¨®n del pasado vasco que viene a decir que ¡°la actuaci¨®n de ETA fue poco menos que inevitable, apelando al conflicto secu?lar entre vascos y espa?oles¡±, por usar palabras de Jos¨¦ Mar¨ªa Ortiz de Orru?o. De acuerdo, pero ?c¨®mo ganar esa batalla? Y tambi¨¦n: ?cu¨¢nto tardaremos en ganarla?
?C¨®mo es posible que 40 a?os despu¨¦s del fin del franquismo la mitad de nuestro pa¨ªs siga aceptando el relato franquista, y que la democracia a¨²n no haya sido capaz de ganar esa batalla?.
Quiz¨¢ m¨¢s tiempo del que pensamos. Porque lo cierto es que han transcurrido m¨¢s de 40 a?os desde la muerte de Franco y la democracia a¨²n no le ha ganado la batalla del relato al franquismo. Es un hecho. En 2006 mantuve en este peri¨®dico una discusi¨®n con Jos¨¦ Ignacio Wert, entonces futuro ministro de Educaci¨®n del PP. Polemizando con un art¨ªculo m¨ªo, Wert ven¨ªa a sostener que el golpe de Estado de Franco fue inevitable: en 1936 hubo en Espa?a muchas muertes violentas, el desgobierno era total, la crisis econ¨®mica tremenda; el Ej¨¦rcito, por tanto ¡ªconclu¨ªa Wert¡ª, no tuvo m¨¢s remedio que intervenir para restablecer el orden. Mi respuesta fue la siguiente: si Franco ten¨ªa raz¨®n en 1936, Tejero tambi¨¦n la ten¨ªa en 1981, porque en 1980 y 1981 hubo muchas muertes violentas en Espa?a, el desgobierno era total y la crisis econ¨®mica tremenda; y si todos estamos de acuerdo en que Tejero no ten¨ªa raz¨®n en 1981, conclu¨ª a mi vez, todos deber¨ªamos estarlo en que Franco tampoco la ten¨ªa en 1936. Por desgracia, no lo estamos: la prueba es el art¨ªculo de Wert; la prueba es que el PP no ha condenado el franquismo de manera clara, inequ¨ªvoca y taxativa, con la misma contundencia con que ha condenado a ETA. ?Qu¨¦ explica esta aberraci¨®n? ?C¨®mo es posible que 40 a?os despu¨¦s del fin del franquismo la mitad de nuestro pa¨ªs siga aceptando el relato franquista, y que la democracia a¨²n no haya sido capaz de ganar esa batalla? La principal respuesta a esa pregunta es que cuatro d¨¦cadas de propaganda franquista no pasan en balde; pero hay otras. Una muy importante es que a menudo se ha querido combatir el relato franquista con un relato casi tan falso como ¨¦l, seg¨²n el cual ¡ªdigamos¡ª en la guerra todos los republicanos sin excepci¨®n fueron unas bell¨ªsimas personas, incluidos quienes asesinaron a sangre fr¨ªa a miles de curas y monjas, y todos sin excepci¨®n eran dem¨®cratas, incluidos anarquistas y comunistas. Ser¨ªa bonito, pero es falso. La realidad es que todos los republicanos, incluidos los asesinos, ten¨ªan la raz¨®n pol¨ªtica, porque luchaban por la democracia republicana, pero no todos ten¨ªan la raz¨®n moral: algunos fueron unos canallas; la realidad es que muchos republicanos no cre¨ªan en la democracia, empezando por comunistas y anarquistas, pero todos lucharon por la democracia porque lucharon por un r¨¦gimen que, con todas sus carencias, era una democracia: la II Rep¨²blica. Esa es la verdad, y la mentira antifranquista no ha hecho m¨¢s que contribuir a perpetuar la mentira franquista.
?Puede ocurrir algo parecido en Euskadi? ?Est¨¢ intentando combatirse el falso relato de ETA con un relato anti-ETA igualmente falso? Esa es la impresi¨®n que tengo cuando leo ciertas versiones postizas, edulcoradas y tranquilizadoras de los a?os incandescentes del terrorismo, de acuerdo con las cuales ¡ªdigamos¡ª quienes apoyaban a ETA eran una minor¨ªa de analfabetos de pueblo que consiguieron intimidar a una sociedad cuyo ¨²nico pecado fue el silencio. Es falso, o no es toda la verdad. La verdad completa es que, sobre todo al principio de la democracia, los cr¨ªmenes de ETA contaron con el apoyo impl¨ªcito o expl¨ªcito de una parte considerable de los vascos, y que gozaron de una cierta tolerancia por parte de la izquierda espa?ola y de la simpat¨ªa m¨¢s o menos abierta de algunos de nuestros mejores intelectuales (no s¨®lo Bergam¨ªn, ni Sastre s¨®lo). Esto es muy inc¨®modo, pero es as¨ª. Hay otras cosas igualmente inc¨®modas que tal vez se han olvidado y que se querr¨¢n enterrar o maquillar o suavizar, pero que habr¨¢ que contar con toda su crudeza. Porque, como la batalla del relato del franquismo, la del relato de ETA s¨®lo puede ganarse con un arma: la verdad.
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