?Qu¨¦ es la buena educaci¨®n?
LA CAMPA?A de la red municipal de transportes de Madrid para evitar el despatarre masculino, es decir, la postura en la que el individuo se sienta completamente abierto de piernas, suscit¨® el pasado verano un debate acerca de la igualdad de g¨¦nero en los espacios p¨²blicos. No son pocas las voces que se alzan para denunciar que tan molesta costumbre no es una cuesti¨®n de machismo, sino una falta total de educaci¨®n. De civismo. De modales. Ahora bien, ?qu¨¦ son y para qu¨¦ sirven las buenas formas? ?Tienen que ver con el protocolo? ?Qu¨¦ es eso del saber estar? Como vemos, no son preguntas sencillas de responder y seguro que formar¨ªan parte de cualquier tertulia animada. As¨ª que lo mejor ser¨¢ recurrir a una an¨¦cdota que se le atribuye a Ferdinand Foch, mariscal franc¨¦s y comandante en jefe de los ej¨¦rcitos aliados durante la Primera Guerra Mundial, que tuvo que escuchar, en boca de un norteamericano, que los franceses, tan henchidos con sus modales, parec¨ªan estar rellenos de aire caliente.
Devolver el saludo, dar los buenos d¨ªas o no?hablar a gritos son algunas de las reglas m¨¢s b¨¢sicas de la buena educaci¨®n.
Foch, sin perder el autocontrol ni la elegancia, le dio la raz¨®n al estadounidense, aunque a?adi¨® que los neum¨¢ticos tambi¨¦n iban repletos de aire y que, gracias a ello, pod¨ªan avanzar por caminos dif¨ªciles sin demasiadas complicaciones. Tambi¨¦n a?adi¨® que lo mismo pasaba con los buenos modales, pues a uno le permiten salir de las situaciones m¨¢s comprometidas sin excesivos sobresaltos. Luego, suponemos, el mariscal se fue realmente henchido, tanto por su ingenio como por saberse vencedor del combate verbal. Sea o no cierta aquella historia, s¨ª nos ofrece el verdadero sentido de la buena educaci¨®n. La clave de cualquier manual del buen comportamiento es no molestar y tratar al otro como nos gustar¨ªa que nos tratasen a nosotros. Hay que hacer que la persona se sienta c¨®moda, mostrar respeto y cierta sensibilidad hacia sus sentimientos, creencias o formas de vida. Algunas normas se quedan obsoletas y otras valen en un pa¨ªs y no en otro, sin embargo, devolver el saludo, estornudar con moderaci¨®n, no hablar a gritos, no devorar la comida o dejar salir antes de entrar son gestos universales que todo el mundo aprecia. Y que llevamos siglos poniendo en pr¨¢ctica, como demuestra el libro De la urbanidad en las maneras de los ni?os, que escribi¨® Erasmo de Rotterdam en el siglo XVI. Este ensayo fue un aut¨¦ntico best seller de la ¨¦poca, lo que indica que los ciudadanos del Renacimiento ya estaban muy interesados en todo lo relativo a la convivencia. Porque de eso se trata. De coexistir. Sobre todo de adaptarse y no imponer tus reglas.
El secreto de los buenos modales
Para ofrecer lo mejor a los dem¨¢s tenemos que empezar por nosotros mismos. Lo primero que debemos hacer para ser educados es no autoflagelarnos y buscar la armon¨ªa interior. Si no estamos contentos o nos creemos que nuestros problemas son m¨¢s importantes que los del resto, dif¨ªcilmente veremos lo que pasa a nuestro alrededor y, menos a¨²n, nos preocupar¨¢ c¨®mo actuar de cara al exterior. El secreto de los buenos modales y su poder transformador es justamente ese: estar bien con uno mismo. Tratarnos con correcci¨®n para luego comportarnos as¨ª con el otro. Pero ?c¨®mo lo ponemos en pr¨¢ctica? Estas cinco pistas nos pueden ayudar a interiorizar la importancia que tienen algunos gestos en nuestra rutina.
1. Dar los buenos d¨ªas. Tal vez sea la regla m¨¢s b¨¢sica del civismo, pero cada vez se practica menos. Vivimos tan angustiados y estresados, o tan metidos en nuestro mundo, que nos olvidamos muchas veces de saludar al compa?ero de trabajo o al vecino. Lo primero que debemos hacer para cambiar de actitud es darnos los buenos d¨ªas a nosotros mismos. Desearnos lo mejor, llenarnos de buenos prop¨®sitos, de gratitud ante la jornada que empieza. Esto nos ayudar¨¢ a encarar de una manera m¨¢s amable el d¨ªa.
2. Hablar con correcci¨®n. En no pocas ocasiones usamos expresiones como ¡°qu¨¦ tonto soy¡±, ¡°lo he hecho fatal¡± o ¡°me siento un in¨²til¡± para referirnos a nosotros mismos. El lenguaje autodestructivo refleja inseguridades. Y esos complejos nos vuelven personas amargadas, tristes. Tambi¨¦n utilizamos consciente o inconscientemente palabrotas que pueden generar mal ambiente. Hay que quererse m¨¢s para querer m¨¢s al otro. Si no, entraremos en una espiral de resentimiento que repercutir¨¢ en nuestro comportamiento.
3. Saber escuchar. L¨®gico. Una persona educada es aquella que no solo habla con pulcritud y utiliza un lenguaje apropiado. Tambi¨¦n escucha atentamente y presta atenci¨®n a las necesidades y sentimientos de los dem¨¢s.
4. Sonr¨ªe. Cuando lo hacemos demostramos comprensi¨®n y empat¨ªa. Tal vez sea la manera m¨¢s simple de comunicarse entre los seres humanos. Aunque no hablemos la misma lengua, todos entendemos una sonrisa. Si nos esforzamos por sonre¨ªr m¨¢s, en el fondo, estaremos generando un buen ambiente interior que se trasladar¨¢ al exterior.
5. S¨¦ detallista. Hay que tener presentes esas peque?as cosas que poco a poco van construyendo un buen clima. Para eso hemos de prestar atenci¨®n a lo que acontece en nuestra vida cotidiana. Por ejemplo, ceder el asiento a una mujer embarazada es una cuesti¨®n de fijarse en qui¨¦n se tiene alrededor. Ser¨¢ m¨¢s f¨¢cil si nos olvidamos un minuto de mirar el tel¨¦fono m¨®vil y observamos a la gente que viaja con nosotros en el metro o en el autob¨²s. O abrir la puerta a aquella persona que va cargada con la compra. O regalar unas flores solo porque sabemos que a ese amigo nuestro le encantan. Con nosotros pasa lo mismo, si nos damos ese peque?o capricho, ese momento de calma, de mimo y cuidado, nos sentiremos mejor y, a su vez, haremos sentir mejor a los dem¨¢s.
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