Seis minutos que cambiaron la Historia
El Rey mostr¨® en su mensaje del 3 de octubre liderazgo de Estado, afianz¨® nuestro proyecto pol¨ªtico com¨²n y, por ende, la paz en Europa
El mensaje del Rey en la noche del 3 de octubre dej¨® a muchos con el est¨®mago encogido. Hab¨ªa sido un d¨ªa complicado en Barcelona. Los hechos arrojaban gran incertidumbre sobre las horas y d¨ªas sucesivos. Y hab¨ªa miedo. Un miedo cerval asociado a fantasmas del pasado.
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Las palabras del Rey fueron duras, pero fueron tambi¨¦n un ba?o de realidad. Un fogonazo que despert¨® a todos del sopor del debate en bucle. Felipe VI puso el foco en la cuesti¨®n esencial. El Govern, dijo, que no representa m¨¢s que a una parte de la sociedad catalana, deb¨ªa saber que si quiere llegar hasta el final, el Estado llegar¨ªa hasta el final. En un minuto, todo lo conseguido desde la Transici¨®n se puso a temblar. Se acabaron los juegos ret¨®ricos, y entramos de lleno en los grandes momentos de la Historia.
Presentar el dilema en t¨¦rminos tan crudos tuvo la virtud de hacernos ver la barbaridad colectiva a la que nos enfrent¨¢bamos. Deshacer Espa?a no era tan f¨¢cil como suger¨ªan los m¨¦todos festivos y las sonrisas. La econom¨ªa se vendr¨ªa abajo. Una posible declaraci¨®n unilateral de independencia planteaba problemas econ¨®micos y sociales insolubles, y abr¨ªa la v¨ªa a otras. Ante esa perspectiva, las im¨¢genes borrosas de nuestra guerra fratricida se mezclaban con las de la antigua Yugoslavia, y produc¨ªan pavor. No solo Espa?a se pon¨ªa en tela de juicio sino el conjunto de Europa.
Frente a la gravedad del momento, los l¨ªderes independentistas hab¨ªan mostrado irresponsabilidad. El Govern, como un aprendiz de brujo, hab¨ªa despreciado las enormes dificultades de un plan m¨¢s propio del siglo XIX que del siglo XXI. Con su proc¨¦s, en realidad desbarataba el otro proceso, el de verdad, la integraci¨®n europea, que opera desde el fin de la Segunda Guerra Mundial para permitir la convivencia en la diversidad y eliminar las fronteras. Con una ingenuidad pasmosa, Puigdemot dijo el 10 de octubre en el Parlament: "No tenemos nada contra Espa?a¡±. Nada, salvo que vamos a amputarle un brazo.
Frente a la gravedad del momento, los l¨ªderes independentistas hab¨ªan mostrado irresponsabilidad
El Rey no habl¨® de Europa, tampoco habl¨® del proyecto com¨²n de Espa?a, que l¨®gicamente corresponde al debate pol¨ªtico. M¨¢s bien se situ¨® en un plano anterior, el de la paz, que resulta absolutamente necesaria para todo lo dem¨¢s. Los logros de la democracia y de la convivencia plural eran transcendentales porque han situado a Espa?a en la Europa contempor¨¢nea, una Europa que por fin ha superado 500 a?os de guerras intestinas. Al garantizar esos logros en Espa?a, se garantizaba tambi¨¦n la estabilidad y la paz de Europa.
El discurso del Jefe del Estado tuvo la virtud de restablecer la confianza en los valores europeos. El Rey actu¨® plenamente dentro de sus funciones constitucionales previstas en los art¨ªculos 56 y 62 de la Constituci¨®n. Pero no era f¨¢cil lo que hizo en el momento que lo hizo. Porque la aplicaci¨®n de estos art¨ªculos no es un ejercicio de matem¨¢ticas. En aquellos seis minutos mostr¨® liderazgo de Estado, afianz¨® nuestro proyecto pol¨ªtico com¨²n y, por ende, la paz en Europa.
Sobre la base de la solidez de ese proyecto abierto y plural, se produjeron los acontecimientos posteriores. Las masivas manifestaciones del 8 de octubre demostraron que el proyecto sigue vivo, y que las opciones unilaterales conducen al fracaso. Los poderes econ¨®micos respaldaron tambi¨¦n el enfoque integrador.
En aquellas manifestaciones se habl¨® de recuperar el seny, y esto es particularmente necesario porque el discurso independentista fue muy injusto con todo lo conseguido en las ¨²ltimas d¨¦cadas. El mundo entero admira lo que hemos logrado en los planos pol¨ªtico, econ¨®mico, social, cultural e internacional y resulta que las mentiras repetidas para criticarlo han calado en una parte de nuestros conciudadanos. Adem¨¢s de relanzar nuestro proyecto pol¨ªtico com¨²n, la convivencia debe basarse sobre un relato positivo de la Espa?a democr¨¢tica y plural.
Los seis minutos del discurso del Rey marcaron un punto de inflexi¨®n. Al mirar atr¨¢s, los historiadores del futuro probablemente reconocer¨¢n en este mensaje el inicio de una nueva ¨¦poca de mayor confianza en nuestra democracia. El ¨¦xito colectivo de Espa?a necesita un sentido de Estado sin complejos como existe en otros pa¨ªses democr¨¢ticos.
Mart¨ªn Ortega Carcel¨¦n es profesor de Derecho Internacional en la Universidad Complutense de Madrid.
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