?Se parecer¨¢ la vivienda del futuro a la del pasado?
La mejor manera de anticipar el futuro es fijar la mirada en aquello que no se hace notar. Que lo discreto permanece lo saben los cl¨¢sicos: lo que no se nota se queda porque no molesta, porque est¨¢ c¨®modo en un segundo plano alejado de la sobreexposici¨®n del primer plano que agota cualquier mueble, cualquier canci¨®n, cualquier moda y casi siempre a cualquier persona. Tambi¨¦n en la vivienda se dan esos hartazgos. Lo que habla en voz alta nos advierte del paso del tiempo. O nos recuerda malos c¨¢lculos, decisiones precipitadas y a otros que ya no queremos ser. Por eso el aspecto futurista aplicado al hogar solo nos gusta en las pel¨ªculas o en las exposiciones: cuando imaginamos el futuro, no cuando lo tenemos delante. A lo que esa ma?ana llama a la puerta, lo domesticamos.
Si lo comparamos con el coche, la ciudad o incluso los matrimonios, el interior dom¨¦stico gana con diferencia la carrera del conservadurismo. ?Por qu¨¦? Porque los cambios en el hogar suelen llegar para quedarse. Las modas o pasan de largo o terminan por molestarnos. Piensen en el televisor sustituyendo a la chimenea como coraz¨®n de la casa, en los ba?os multiplic¨¢ndose o en la cocina abriendo sus puertas. Ha habido pocas transformaciones m¨¢s hasta que lleg¨® el smartphone. Con conexi¨®n individual en unos pocos gramos de peso, la casa se ha redefinido. Han desaparecido algunos electrodom¨¦sticos. Hemos ganado espacio ¡ªque en realidad pierden todos los pisos urbanos¡ª y hoy se dir¨ªa que lo que uno es queda encerrado en su m¨®vil, aun sabiendo que esa informaci¨®n no es solo nuestra. ?C¨®mo afecta a la vida dom¨¦stica la convivencia con ese nuevo inquilino?
La cama, seg¨²n Beatriz Colomina, es el nuevo centro de la vida dom¨¦stica. All¨ª leemos, respondemos correos, vemos la tele¡.
La legendaria productora de los muebles de Le Corbusier, la italiana Cassina, ha querido celebrar sus 90 a?os de historia indagando en esa casa con m¨®vil. En los nueve ¨²ltimos decenios, esta empresa ha demostrado ser cl¨¢sica incluso cuando parec¨ªa visionaria ¡ªdecidi¨® producir los muebles de Le Corbusier, en realidad ya convertido en una marca de estatus¡ª. Sin embargo, la osad¨ªa que la llev¨® a amueblar transatl¨¢nticos con butacas de Gio Ponti est¨¢ viva en la indagaci¨®n que propone su libro This Will Be the Place (Rizzoli), en el que arquitectos y dise?adores aventuran ideas sobre la casa del futuro. El resultado abre tantas puertas que amenaza con hacer desaparecer la mera idea de casa.
Es la arquitecta Beatriz Colomina la que se arriesga a decir que la cama es el nuevo centro de la vida dom¨¦stica: all¨ª vemos la televisi¨®n, respondemos correos, ¡°comemos¡±, leemos y hacemos adem¨¢s todo lo que ya hac¨ªamos antes en posici¨®n horizontal. Que la calle se cuele en la estancia m¨¢s privada (a trav¨¦s de Internet y por medio del trabajo que nos llevamos a casa) le parece a esta profesora de la Universidad de Princeton algo m¨¢s serio que cuando la radio llev¨® las noticias a las viviendas y dejamos de ir a buscarlas al quiosco. La raz¨®n de su preocupaci¨®n es doble: de un lado, ha dejado de existir una separaci¨®n entre trabajo y descanso (la frontera entre ocio y negocio se borr¨® hace tiempo). De otro, con el mero hecho de buscar en Google un hotelito para descansar estamos produciendo datos y abriendo una ventana al coraz¨®n de nuestra intimidad. Como Jonathan Crary ¡ªen su libro 24/7: El capitalismo al asalto del sue?o (Ariel)¡ª, Colomina cree que en la cama cada vez dormimos menos. Sucede que los pisos son peque?os y acabamos tumb¨¢ndonos para trabajar o chatear. Lo que anta?o parec¨ªa cosa de exc¨¦ntricos o millonarios se ha convertido en moneda com¨²n. Onetti escrib¨ªa y recib¨ªa en la cama, lo mismo hac¨ªa Matisse con su vara de pintar, y el recientemente fallecido fundador de Playboy, Hugh Hefner, ten¨ªa una cama redonda ¡ªrodeada de una pantalla de cine, un ordenador, neveras y tocadiscos¡ª en la que se atrincheraba. As¨ª, ?ser¨¢ la cama la vivienda del futuro?
El alem¨¢n Konstantin Grcic no cree en el dise?o visionario. ¡°El futuro no empieza nunca con una p¨¢gina en blanco. Empieza afrontando lo que tienes delante¡±. ?l est¨¢ convencido de que, en la gran escala, la vivienda llegar¨¢ a todas partes. Muchos edificios de oficina en el coraz¨®n de Manhattan est¨¢n ya cambiando su uso a espacios dom¨¦sticos por el teletrabajo. Pero en la peque?a escala, considera que el dise?o, su oficio, no debe imponer sino ofrecer. Y piensa que es hora de afrontar que un espacio dom¨¦stico donde todo est¨¢ en su sitio no puede ser un espacio real. ¡°La perfecci¨®n resulta inc¨®moda. El mejor dise?o no es el que cambia por cambiar; es el que propone y hace posible el cambio¡±. Siempre es interesante atender a la biograf¨ªa de quien opina. En la propia vivienda de Grcic, el cambio lleg¨® con ¡ª?oh, sorpresa!¡ª la llegada de un beb¨¦. Este dise?ador, que se form¨® como ebanista en Reino Unido, asegura que nunca concibi¨® un sof¨¢ porque nunca antes lo hab¨ªa usado. Ahora tiene uno de dos plazas, compacto, que Dieter Rams ¡ªel autor de los inolvidables electrodom¨¦sticos de Braun¡ª ide¨® en los sesenta. Y est¨¢ fascinado. Apostemos a que cuando su hijo crezca a?adir¨¢n otra plaza al sof¨¢. O tal vez para entonces se hagan con otro modelo para tumbarse, como los ciudadanos analizados por Colomina, que trabajan desde la cama.
Konstantin Grcic: ¡°El mejor dise?o no es el que cambia por cambiar; es el que propone y hace posible el cambio¡±.
Otro alem¨¢n, el arquitecto Arno Brandlhuber, cree que ¡°igual que los l¨ªmites entre las estancias se est¨¢n disolviendo, las categor¨ªas de muebles se est¨¢n fundiendo¡±. Habla del mueble ¨²nico que hace cinco a?os Muller y Van Severen idearon como asiento, mesa, l¨¢mpara y estanter¨ªa. Pero la historia parece superar cualquier ocurrencia. En los setenta, uno de los dise?adores de Cassina, Mario Bellini, dibuj¨® para el laboratorio de ideas de esta empresa (atenci¨®n, un laboratorio de ideas ya en los setenta) el Kar-a-Sutra, una especie de camioneta con almohadas de pl¨¢stico en las que uno pod¨ªa dormir, jugar, leer y¡ viajar. Aunque ahora nos tumbemos en casa, ese mueble polivalente asociado a la vida n¨®mada se qued¨® en experimento.
Tal vez por eso, porque la mera idea de casa huye del futuro y m¨¢s bien busca parar el tiempo, el arquitecto chino Zhao Yang decidi¨® dejar Pek¨ªn y su idea del progreso y mudarse a la ciudad condado de Dali, en el sur del pa¨ªs, para desarrollar su propia versi¨®n del futuro con materiales sostenibles, artesan¨ªa local y la historia de la vivienda china como gu¨ªa. ¡°Quer¨ªa que la arquitectura no fuera un objeto, sino un fondo¡±, dice Yang. ¡°Cuando las grandes ciudades se convierten en m¨¢quinas econ¨®micas y pol¨ªticas, hay muy poco que la arquitectura pueda hacer para alterar la vida de las personas¡±. Lo que Yang busca es recuperar el equilibrio, la clave del hombre y el estilo renacentistas. No centrarse en nada y disfrutar un poco de todo: hogares sin estancias encorsetadas, donde uno haga c¨®modamente lo que la poblaci¨®n reclama: comer en la cocina, el comedor o en el sal¨®n, y trabajar en el comedor, en el sof¨¢ o en la terraza. Esos espacios flexibles son los que est¨¢n preparados para el cambio. Lo viven a diario y lo tienen asimilado. As¨ª, de nuevo, la novedad es que la tecnolog¨ªa futurista cabe en un tel¨¦fono m¨®vil. Y que el futuro dom¨¦stico no quiere parecer ciencia-ficci¨®n.
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