Guilhermina Suggia, pionera del violonchelo y un amor maldito en la vida de Pau Casals
Fue el episodio m¨¢s cruelmente infeliz de mi vida¡±. As¨ª resum¨ªa Pau Casals su relaci¨®n con Guilhermina Suggia, la violonchelista portuguesa que fue su pareja y compa?era de escenarios durante siete a?os y de la que apenas queda rastro en la biograf¨ªa del artista. Mina, como la llamaba ¨¦l, conoci¨® a Pau en 1898, cuando ella ten¨ªa 13 a?os y ¨¦l 22. Fue en Oporto, donde Casals lleg¨® para actuar en el Casino de Espinho, localidad a 16 kil¨®metros de la capital, al que Augusto Suggia se acerc¨® para pedirle que le diera clases a su hija. Fue el episodio m¨¢s cruelmente infeliz de mi vida¡±. As¨ª resum¨ªa Pau Casals su relaci¨®n con Guilhermina Suggia, la violonchelista portuguesa que fue su pareja y compa?era de escenarios durante siete a?os y de la que apenas queda rastro en la biograf¨ªa del artista. Mina, como la llamaba ¨¦l, conoci¨® a Pau en 1898, cuando ella ten¨ªa 13 a?os y ¨¦l 22. Fue en Oporto, donde Casals lleg¨® para actuar en el Casino de Espinho, localidad a 16 kil¨®metros de la capital, al que Augusto Suggia se acerc¨® para pedirle que le diera clases a su hija.
¡°No me interesa el aplauso de los espectadores. Siento que no merezco ese reconocimiento¡±.
Las lecciones se alargaron durante varias semanas y luego profesor y alumna no volvieron a verse hasta que ella lleg¨® a Par¨ªs en 1905, con 20 a?os, siendo ya una instrumentista destacada. Dos a?os despu¨¦s, se mudaba a la casa que el compositor ten¨ªa en la calle de Villa Molitor, donde convivieron, ensayaron y prepararon algunos de los conciertos que dieron juntos y que hicieron que la prensa los considerara ¡°los dos mejores violonchelistas del mundo¡±. Sin embargo, en la web de la Fundaci¨® Pau Casals, el nombre de Guilhermina solo aparece dos veces: una para indicar la fecha en que empezaron su relaci¨®n amorosa y otra para marcar el final.
En Espa?a, cuando se nombra a Suggia se hace como disc¨ªpula de Casals. ¡°Eso es injusto. ?l le dio clases de ni?a, pero ella siempre demostr¨® tener su estilo. Y como adultos, su relaci¨®n no era de maestro y alumna, sino de colegas¡±. Habla ?F¨¢tima Pombo, profesora en la Universidad de Aveiro y autora de A sonata de sempre y O violoncello luxuriante, dos libros sobre la Suggia.
La cita con Pombo tiene lugar en la Casa da M¨²sica de Oporto, ciudad donde naci¨® la violonchelista en 1885. ¡°La sala de conciertos principal lleva su nombre¡±, informa Pombo para medir a su biografiada. ¡°Fue la primera que hizo carrera como solista con un instrumento considerado de hombres y la primera en tocarlo como ellos: entre las piernas, no al costado como hac¨ªan sus predecesoras¡±.
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Oporto, ciudad musical. Entre finales del siglo XIX y principios del XX, la escena musical de Oporto viv¨ªa un buen momento gracias al profesor Bernardo Moreira de S¨¢, que introdujo estilos y piezas poco conocidas y cre¨® el Orfe¨®n Portuense, inaugurado en 1882, tres a?os antes de que naciera la artista. En ese contexto, Augusto Suggia ense?¨® a Guilhermina a tocar el chelo, y a su hija mayor, Virginia, el piano. Tras debutar en el Club Matosinhos en 1892, las hermanas fueron conocidas como ¡°las prodigiosas¡±, pero la prensa se iba a fijar en la peque?a: ¡°El movimiento del arco fue fuerte y seguro, muy admirable a su edad, en la que los dedos carecen de una fuerza y una agilidad que solo llegan con estudio, pr¨¢ctica y tiempo¡±, public¨® el Jornal de Not¨ªcias.
Gracias a la labor de Moreira de S¨¢, el panorama musical era ¨®ptimo cuando naci¨® Suggia, pero no el social. ¡°El movimiento feminista portugu¨¦s, como el espa?ol, pas¨® casi inadvertido. (¡) Nada que ver con el bullente activismo sufragista que se desarrollaba en otros pa¨ªses¡±, dice Rosa Mar¨ªa Ballesteros en un art¨ªculo titulado La construcci¨®n del sujeto femenino. Por su parte, la historiadora lusa Cec¨ªlia Barreiro cuenta que en Portugal, pa¨ªs cat¨®lico, el feminismo tard¨® en cuajar y, cuando se instal¨®, opt¨® por ¡°reivindicaciones suaves¡±.
Cuando acab¨® con pau casals, la artista se fue a londres. All¨ª naci¨® el mito de Guilhermina suggia.
Por suerte para Guilhermina, su padre no era un hombre de aquel tiempo. ¡°Augusto Suggia ni era machista ni impuso a sus hijas ning¨²n modelo de mujer ni de familia¡±, explica Pombo. La prueba est¨¢ en que ¨¦l y su esposa, Elisa, criaron dos chicas muy distintas. ¡°El amor es mejor que la m¨²sica¡±, escribi¨® Virginia a su hermana cuando dej¨® los escenarios para casarse con un editor parisiense. La mayor de las Suggia prefiri¨® la aspiradora: ¡°La uso a todas horas. Es impresionante. (¡) Debes tener una, quiz¨¢ ya la tengas. No hay nada mejor¡±.
¡°Hoy no es remarcable, pero en el siglo XIX no era normal que un padre espoleara el potencial de su hija¡±, apunta Anita Mercier en Guilhermina Suggia, cellist. Esta profesora de The Juilliard School de Nueva York explica que Augusto no obedec¨ªa al patr¨®n padre-profesor-tirano de otras ni?as prodigio. Uno de esos casos lo vio de cerca Guilhermina con Rebecca Clarke, violinista del cuarteto con el que recorri¨® Europa. A Clarke, su progenitor le impidi¨® ir a clase cuando se enamor¨® de su maestro, le retir¨® los fondos y la palabra, y ya muerta se supo por sus memorias que la hab¨ªa molido a palos cada vez que ella le llevaba la contraria. Titul¨® aquellas p¨¢ginas Yo tambi¨¦n tuve un padre.
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Pionera. Suggia no fue la primera mujer en tocar profesionalmente el chelo. En el siglo XIX despunt¨® Lisa Cristiani, parisiense nacida en 1827, a quien Men?delssohn dedic¨® su Canci¨®n sin palabras Op. 109, y en el XX hab¨ªa en Europa unas 20 violonchelistas conocidas. Pero Suggia destac¨® por varios motivos: ¡°No era una carrerista, no buscaba el ¨¦xito, buscaba la belleza¡±, dice Pombo, que destaca el hecho de que dedicara su vida a su pasi¨®n, cuando sus colegas sol¨ªan abandonarla en cuanto se casaban.
En Alemania tambi¨¦n fue pionera al ser la primera mujer solista que actu¨® en la sala Gewandhaus y la persona m¨¢s joven en conseguirlo. Ese d¨ªa, tras ejecutar el Concierto de Volkmann, el p¨²blico aplaudi¨® de tal forma que la organizaci¨®n tuvo que saltarse sus estrictas normas y permitir que repitiera la pieza completa a modo de bis. Esa ser¨ªa la t¨®nica en sus actuaciones, pero ?Suggia usaba una vara m¨¢s dura para medirse a s¨ª misma: ¡°No me impresiona el aplauso de los espectadores. En mi fuero interno siento que no merezco esos reconocimientos. Los agradezco, pero en el fondo de mi alma no los acepto, ni como mujer, ni como artista¡±.
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Los mejores del mundo. En la puerta del Conservatorio de Oporto hay un busto de la Suggia. All¨ª, F¨¢tima Pombo aprendi¨® a tocar el chelo y se acerc¨® por primera vez a su biografiada. ¡°Siempre me pareci¨® una mujer fascinante¡±. Con su investigaci¨®n, traz¨® la ruta de los conciertos que dio la artista a lo largo de su vida. Algunos tuvieron lugar en Espa?a: Vigo, Oviedo, Sevilla, A Coru?a, C¨®rdoba, Barcelona y Madrid. Pero fue en Par¨ªs donde se produjo el punto de inflexi¨®n en su carrera. ¡°All¨ª se reencontr¨® con Casals¡±, cuenta la bi¨®grafa, que cree que esa fue la etapa en que Suggia sufri¨® el machismo con m¨¢s claridad.
En Pau Casals (Paid¨®s, 1994), Robert Baldock ?describe al artista como celoso y posesivo con las mujeres. ¡°Casals no permit¨ªa m¨¢s que un gran m¨²sico en casa¡±, declar¨® el escritor, y Anita Mercier cree que con Suggia top¨® con una pareja opuesta a las que estaba acostumbrado. ¡°Casals siempre busc¨® el apoyo de mujeres que lo ayudaran en las tareas dom¨¦sticas y que le permitieran centrarse en sus actividades pol¨ªticas y musicales¡±. Pero ella ten¨ªa sus propias ambiciones y un car¨¢cter firme, y eso fue, seg¨²n la profesora estadounidense, lo que acab¨® con la pareja, que intent¨® reconciliarse en 1913 sin ¨¦xito.
Tras 37 a?os de silencio, escribi¨® a Casals. Tres meses despu¨¦s mor¨ªa. Casals nunca respondi¨®.
Casals y Suggia nunca se casaron. ¡°Ella lleg¨® a firmar como Guilhermina Casals y en algunos c¨ªrculos dec¨ªan que estaban casados porque, siendo cat¨®licos, se evitaban problemas¡±, cuenta Pombo. Un repaso a las hemerotecas espa?olas demuestra que el enga?o funcion¨®, pues diarios como La Vanguardia hablan de ella como ¡°la esposa de Casals¡± y as¨ª aparece citada en las noticias de marzo de 1909, cuando la pareja actu¨® en el Liceu de Barcelona.
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Ruptura y mito. Tras la ruptura, no qued¨® nada. ¡°Ambos intentaron enterrar ese romance¡±, dice Mercier, que explica que ¨¦l se enfadaba cuando bi¨®grafos y periodistas le preguntaban por ella aunque fuera en t¨¦rminos musicales. Suggia, como Casals, tambi¨¦n destruy¨® cartas y fotograf¨ªas, pero no se negaba a hablar de su ex sobre cuestiones profesionales. Un ejemplo son los art¨ªculos que escribi¨® en la revista Music and Letters, en los que manifiesta respeto y admiraci¨®n por su colega.
Tras la separaci¨®n, la prensa espa?ola sigui¨® las actuaciones de Suggia. ¡°Joven, de esbelta figura, es Guilhermina Suggia un temperamento art¨ªstico verdaderamente extraordinario¡±, dec¨ªa Abc de su espect¨¢culo con la Filarm¨®nica de Madrid en 1923. En 1945, el mismo diario valoraba su interpretaci¨®n de Dvor¨¢k diciendo ¡°que est¨¢ en la plenitud de su arte¡±, y cuando falleci¨® tuvo su obituario. Pero desde su muerte hasta hoy fue desapareciendo como protagonista para convertirse en ¡°disc¨ªpula¡± y ¡°amiga fiel del maestro.¡± As¨ª la llaman en los a?os setenta, ochenta y noventa los mismos peri¨®dicos que antes la trataron como a una gran figura de la m¨²sica cl¨¢sica.
Cuando acab¨® con Casals, la artista se fue a Londres. All¨ª naci¨® la Suggia, el mito: ¡°Ten¨ªa personalidad, era apasionada y llamativa. Cuidaba su aspecto porque para ella actuar era comunicar, algo que deb¨ªa hacerse con todo el cuerpo¡±, dice Pombo. Por eso, a pesar de que su poder¨ªo musical interpretando a Bach, Popper o Dvor¨¢k convenci¨® a la cr¨ªtica, no se libr¨® de los comentarios fr¨ªvolos. La revista The Ladies¡¯ Fields se refer¨ªa a ella como ¡°la m¨¢s atractiva de las chelistas¡± y el resto de medios le colg¨® la etiqueta de femme fatale.
La Suggia no escond¨ªa su estilo de vida ni a sus amantes. Parece que uno de ellos fue el pintor Augustus John, autor de su retrato m¨¢s conocido, que se puede ver en la Tate Gallery de Londres. La pose es la de sus actuaciones: armoniosa, con las piernas abiertas sujetando el chelo y vestida con un pomposo vestido escotado en tonos rojos. En la biograf¨ªa del pintor escrita por Michael Holroyd se puede leer que John dedic¨® 80 sesiones al cuadro, del que Suggia se mostr¨® muy satisfecha y con el que acab¨® de convertirse en un icono de la ¨¦poca.
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Regreso a casa
La II Guerra Mundial apart¨® a Suggia de los escenarios, pues fue voluntaria de la Cruz Roja para atender a los soldados ingleses. Tras la contienda, volvi¨® a la m¨²sica y a Oporto, donde se dedic¨® a su otra pasi¨®n: dar clases. ¡°Ense?ando era severa y apasionada, pero iba a los conciertos de los j¨®venes y se levantaba a aplaudir y vitorear como una m¨¢s¡±, relata Pombo.
En su ciudad natal compr¨® dos casas: una para sus padres y otra para ella. En la suya vivir¨ªa con Jos¨¦ Casimiro Carteado Mena, el m¨¦dico de su progenitora, con el que contrajo matrimonio a los 42 a?os. ¡°Se cas¨®, pero eran m¨¢s amigos que pareja¡±, opina la bi¨®grafa, pues en las cartas donde abordan el tema no se ve un ¨¢pice de la pasi¨®n de Suggia y s¨ª muchas dudas.
Tambi¨¦n alquil¨® una vivienda frente al mar, en Le?a da Palmeira, donde nadaba y se desplazaba condu?ciendo su propio Renault negro. ¡°Nada que ver con las mujeres de su ¨¦poca en Oporto¡±, dice Pombo sobre una mujer cuyo legado est¨¢ muy vivo en su ciudad. Es evidente dando un paseo por Matosinhos, localidad donde vivi¨® de peque?a, o visitando su tumba en el hermoso cementerio de Agramonte, donde es raro no encontrar una rosa roja, sus favoritas. ¡°Yo misma le dejo una cuando vengo a Oporto¡±, dice Pombo.
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Un estilo y una beca, su legado
La ciudad que la vio nacer celebra cada a?o su nacimiento y su muerte, pero el mejor legado que dej¨® la violonchelista fue la Escuela Suggia, que no es una academia al uso, sino una forma de entender la m¨²sica. La propia artista la describ¨ªa as¨ª: ¡°El arte es una religi¨®n. Es necesario servirla con firmeza, libertad, y es un verdadero sacerdocio de sacrificios. Solo as¨ª nace el artista; de lo contrario, se es eternamente un tocador¡±.
Para dar continuidad a ese ideal, cre¨® un premio anual para elegir al mejor violonchelista menor de 21 a?os. ¡°No quiero cacat¨²as ni monos imitadores¡±, dej¨® dicho. Lo que quer¨ªa era lanzar a gente ¨²nica y con una visi¨®n personal del instrumento. Una de sus ganadoras fue Jacqueline du Pr¨¦, que lo obtuvo a los 10 a?os. ¡°Estaba llamada a ser la sucesora de la Suggia. Eran parecidas en presencia y en energ¨ªa¡±, opina Pombo. Pero su carrera fue muy corta: la esclerosis m¨²ltiple la retir¨® a los 27 a?os.
En cuanto a su discograf¨ªa, la portuguesa dej¨® poca obra porque muri¨® cuando empezaban a desarrollarse mejores formas de grabaci¨®n, pero aun as¨ª registr¨® varios discos con el sello His Master¡¯s Voice. Al final de su vida padeci¨® un c¨¢ncer de h¨ªgado del que se oper¨® en Inglaterra, pero volvi¨® a Oporto sabiendo que no hab¨ªa remedio. Toda su familia hab¨ªa muerto y sola esper¨® la muerte. Tras 37 a?os de silencio, escribi¨® a Casals: ¡°Querido amigo, te escribo con la emoci¨®n y la esperanza de que no me rechaces¡, pero no querr¨ªa morir sin escucharte, querido maestro, y verte de nuevo¡ Recu¨¦rdame siempre como tu devota admiradora. ?Olvidaste a la peque?a que fue a recibir tus lecciones en Espinho? Adi¨®s. Espero¡±.
Tres meses despu¨¦s, la Suggia mor¨ªa en la cama de su casa de la Rua da Alegria junto a su violonchelo Montagnana. Casals nunca respondi¨® a su carta.
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