Tres vidas del socialismo espa?ol
El PSOE tiene tantos motivos para celebrar un pasado rico en experiencias como para sentir desasosiego por encontrar un rumbo claro. Es dudoso que el equipo dirigente actual pueda aclarar qu¨¦ quieren decir cuando dicen ¡°somos la izquierda¡±
Llegaron al poder, hoy hace 35 a?os, cabalgando sobre las expectativas levantadas por la convicci¨®n de que todo, a partir de ese momento, iba a cambiar. Comenzaron ellos mismos, o mejor, culminaron el cambio iniciado desde el congreso extraordinario de 1979, cuando Felipe Gonz¨¢lez lleg¨® a la conclusi¨®n de que hab¨ªa sido un error para el PSOE haberse declarado marxista. En el socialismo franc¨¦s, Michel Rocard reconocer¨¢ lo mismo cuando escriba que, en 1981, la cuesti¨®n principal era de qu¨¦ modo romper con el capitalismo y que, dos a?os despu¨¦s, de lo que todo el mundo hablaba era de modernizaci¨®n. La experiencia francesa fue clave para todo el socialismo del sur, que de anticapitalista se convirti¨® en modernizador.
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En Espa?a, con la memoria aun fresca del intento de golpe de Estado, con ETA en la cima del terror y en medio de una crisis general de los partidos pol¨ªticos, el discurso de transici¨®n al socialismo, de sociedad sin clases y de nacionalizaci¨®n de la banca y de las industrias estrat¨¦gicas, fue desplazado por el de consolidaci¨®n de la democracia, vertebraci¨®n de Espa?a, ajuste econ¨®mico, incorporaci¨®n a Europa. Tuvieron ¨¦xito y diez a?os despu¨¦s de su llegada al poder, en 1992, pudieron contar la reciente historia como un logro en todos los sentidos, mostr¨¢ndola al mundo en los fastos de Sevilla y Barcelona. Espa?a funcionaba.
Presumieron adem¨¢s de ser los portadores de una nueva ¨¦tica pol¨ªtica, de un proyecto de regeneraci¨®n moral del Estado y de la sociedad. Y aqu¨ª fue donde perdieron la batalla, porque al cabo de una d¨¦cada en el poder, los esc¨¢ndalos de corrupci¨®n derivados de la financiaci¨®n irregular y de las redes clientelares crecidas al calor de la fuerte expansi¨®n econ¨®mica, escindieron al partido desde la cima a la base: Gonz¨¢lez, personificaci¨®n del Gobierno, dimiti¨® como secretario general y arrastr¨® con su marcha a Guerra, personificaci¨®n del Partido. La frustrada candidatura de Josep Borrell a la presidencia del Gobierno y su sustituci¨®n por el perdedor de aquellas primarias, Joaqu¨ªn Almunia, culmin¨®, como era previsible, en el peor resultado de la reciente historia socialista, favoreciendo as¨ª, con la huida del voto joven y urbano, el primer triunfo por mayor¨ªa absoluta del Partido Popular.
En 1982, la transici¨®n al socialismo fue desplazada por la consolidaci¨®n de la democracia
La doble derrota de Borrell, ante el aparato de su partido, y de Almunia, ante los electores, abri¨® en el PSOE una brecha generacional, con la formaci¨®n de Nueva V¨ªa, un grupo de cuadros que llev¨® en volandas a Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero a la secretar¨ªa general en junio de 2000. Todo era nuevo en el primer programa elaborado por este grupo generacional: los tiempos, la pol¨ªtica, los retos, las respuestas, los derechos, las ciudades, los municipios. Nada de extra?o que procedieran al ritual de la muerte del padre proclamando bien alto que se sent¨ªan libres de ataduras con el pasado y disolvieran la identidad socialdem¨®crata de sus mayores en la nueva gram¨¢tica con que expresaron sus ideas pol¨ªticas, el republicanismo c¨ªvico, capaz de atraer al electorado perdido.
Lo atrajeron, rebasando de nuevo la cota del 40%, como en los mejores tiempos de la socialdemocracia europea. Y como la econom¨ªa, y Espa?a entera, iban bien, el foco comenz¨® a proyectarse, y las leyes a sucederse, sobre cuestiones relacionadas con los derechos y la cultura: la mujer, los homosexuales, las personas dependientes, los discapacitados, el divorcio, los plazos para el aborto, la memoria hist¨®rica, la violencia de g¨¦nero y tantas otras. ?ramos ricos y crec¨ªamos a tasas superiores a la media europea, con un sistema financiero envidiado por su solidez en Berl¨ªn y en Washington, con una econom¨ªa asentada en firmes cimientos, solo nos quedaba dar un paso m¨¢s para superar a la vieja Alemania.
En el marco de este republicanismo c¨ªvico habr¨ªa de encontrar tambi¨¦n su respuesta definitiva la cuesti¨®n territorial, con las clases pol¨ªticas de las comunidades aut¨®nomas, ya consolidadas, transformando en los estatutos de nueva planta las nacionalidades en naciones y las regiones en nacionalidades o comunidades nacionales. Al cabo, naci¨®n era un t¨¦rmino tan polis¨¦mico que nadie pod¨ªa concretar qu¨¦ diferencia exist¨ªa entre ella y nacionalidad: todo cab¨ªa en la Espa?a Plural, un sintagma del que se esperaban maravillas tanto en Madrid como en Barcelona, un talism¨¢n que transmutar¨ªa las comunidades aut¨®nomas en naciones sin tocar la Constituci¨®n.
Todo cab¨ªa en la Espa?a Plural, un sintagma del que esperaban maravillas en Madrid y en Barcelona
Y en esas est¨¢bamos cuando, s¨²bitamente, se acab¨® la fiesta. En un reportaje que son¨® como una enmienda a la totalidad, The Economist reprochaba al presidente del Gobierno haber despilfarrado su primera legislatura en guerras culturales contra la derecha olvidando acometer la reformas de fondo por miedo a que los sindicatos se le echaran encima. Y lo que se ech¨® encima fue la gran recesi¨®n que dej¨® literalmente mudo al Gobierno: si en enero de 2010 Zapatero anunciaba que ese ser¨ªa el a?o de la recuperaci¨®n, en mayo no supo qu¨¦ decir despu¨¦s de la noche triste en las que se vio obligado a someterse al dictado de la famosa troika, reconociendo en la pr¨¢ctica que carec¨ªa de una pol¨ªtica socialdem¨®crata para salir de la crisis. Ya no volver¨ªa a levantar cabeza.
El recurso al pol¨ªtico mejor dotado de la vieja guardia, un superviviente cargado de m¨¦ritos entre los que sobresal¨ªa su papel en la derrota de ETA, Alfredo P¨¦rez Rubalcaba, profundiz¨® la amenazante cat¨¢strofe electoral, con la p¨¦rdida, en noviembre de 2011 de 4,3 millones de votos, la peor de la reciente historia. Agonizaba as¨ª la segunda vida del PSOE, sin que apareciera en el horizonte nadie capaz de insuflar al paciente la energ¨ªa necesaria para no seguir cediendo terreno en un campo que, mientras tanto, hab¨ªa experimentado un cambio radical, con la eclosi¨®n de dos nuevos fen¨®menos pol¨ªticos: la transformaci¨®n del catalanismo conservador en soberanismo independentista y la irrupci¨®n de dos nuevos partidos que mord¨ªan en el espacio electoral del PSOE tanto por la izquierda como por la derecha.
Desde entonces, todo ha sido como un quiero y no puedo recuperar el terreno perdido. Quemados los programas modernizador y republicano-c¨ªvico, y finiquitado el sistema de partidos en el que siempre ocup¨® el PSOE un espacio bien definido, el nuevo secretario general, Pedro S¨¢nchez, ha identificado, en su segunda navegaci¨®n, socialismo con izquierda, pero es algo m¨¢s que dudoso que el actual equipo dirigente est¨¦ en condiciones de aclarar qu¨¦ quieren decir cuando dicen ¡°somos la izquierda¡± sin utilizar palabras vac¨ªas de sentido. En todo caso, a los 35 a?os de su llegada al Gobierno, el PSOE tiene tantos motivos para celebrar un pasado rico en experiencias y realizaciones pol¨ªticas, pero tambi¨¦n en frustraciones y derrotas, como para sentir cierto desasosiego por encontrar un rumbo claro y una unidad de prop¨®sito en estos tiempos turbulentos, cuando el Estado que tanto debe a sus a?os de gobierno y oposici¨®n sufre el doble asalto de una ¡°voluntad colectiva nacional-popular¡± (que dir¨ªa Gramsci) desde el interior de sus propias instituciones.
Santos Juli¨¢ es historiador.
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