Nos olvidamos de la fuerza
El equilibrio s¨®lo tiene lugar cuando el Estado se mantiene neutral y no es cuestionado
Nos hemos acostumbrado a que la lucha pol¨ªtica sea un conflicto puramente dial¨¦ctico. Esto es, en realidad, una fant¨¢stica noticia. Significa que una de las premisas b¨¢sicas para una democracia estable se hab¨ªa cumplido, al menos hasta ahora: que el uso de la fuerza quede fuera del debate porque siempre est¨¢ del lado del Estado, que es por definici¨®n neutral, y adem¨¢s lo abarca todo. Territorialmente, pero tambi¨¦n ideol¨®gicamente.
Pero, ?qu¨¦ pasa cuando alguien quiere salirse de este paraguas, creando un desaf¨ªo al monopolio de la violencia? Entonces, el Estado deja de ser neutral (no est¨¢ en su l¨®gica serlo si se le amenaza). La fuerza vuelve a estar en juego. Sin embargo, se produce aqu¨ª un desajuste entre la realidad y las expectativas de quienes participan de ella, que en su mayor¨ªa siguen esperando que la pol¨ªtica se mueva dentro de par¨¢metros dial¨¦cticos. La sombra de la fuerza genera incomodidad entre muchos, lo cual supone una oportunidad para otros.
La oportunidad llega para aquellos que, sin estar dispuestos a llegar al l¨ªmite, s¨ª deciden explotar el rechazo que la mayor¨ªa siente con la vuelta de la fuerza a la arena pol¨ªtica. Lo hacen afirmando que en un Estado democr¨¢tico los conflictos ¡°se resuelven con m¨¢s democracia, no con la coerci¨®n¡±.
Pero esta es una falsa elecci¨®n. El verdadero dilema es que sin la amenaza velada de la fuerza no hay democracia aut¨¦ntica, pero sin democracia que la embride la fuerza se desboca. ?Por qu¨¦ estamos m¨¢s dispuestos a vivir bajo democracia sin coerci¨®n que bajo coerci¨®n sin democracia, si ninguna funciona adecuadamente sin la otra? Al final, en la primera situaci¨®n cualquier grupo lo suficientemente organizado y decidido podr¨ªa hacer libre uso de la fuerza. Exactamente igual que en la segunda.
Este equilibrio, dif¨ªcil de conseguir, solo tiene lugar cuando el Estado se mantiene neutral, y no cuestionado. Hasta ahora, hemos podido ignorar el dilema precisamente porque nos encontr¨¢bamos dentro de dicho equilibrio. Pero ahora que el Estado est¨¢ en cuesti¨®n, estamos forcejeando en el borde de un precipicio. Y corremos el peligro de despe?arnos. @jorgegalindo
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