Llanto
El mendigo se dirigi¨® a la se?ora para decirle que no le diera verg¨¹enza mirarle, pues ¨¦l pod¨ªa soportarlo
El mendigo dijo: ¡°No le d¨¦ verg¨¹enza mirarme¡±. Se dirig¨ªa a una se?ora muy arreglada cuyo perrito hab¨ªa parado para hacer sus necesidades a la altura del indigente, que permanec¨ªa sentado en el suelo, sobre un cart¨®n mugriento, con la espalda apoyada en la pared del McDonalds de la Gran V¨ªa. La se?ora, que no quer¨ªa violentar al perrito, observaba de reojo al pobre: su vaso de pl¨¢stico con dos o tres monedas, su botella de agua, su paraguas, su bolsa de supermercado llena de fruta, sus pies descalzos y negros por la ro?a, su mochila rota¡ Entonces fue cuando el hombre se dirigi¨® a ella para decirle que no le diera verg¨¹enza mirarle, pues ¨¦l pod¨ªa soportarlo.
La se?ora se agach¨® a recoger la caca del perro y al incorporarse estaba llorando. Usted lo puede soportar, dijo, pero yo no. Incongruentemente, a?adi¨® que era profesora de Historia. El mendigo sac¨® de la mochila, para mostr¨¢rsela, una Historia del mundo contempor¨¢neo: un viejo libro de bolsillo con las hojas hinchadas, como los tobillos de alguien que sufre hidropes¨ªa. Es lo ¨²nico que he le¨ªdo en mi vida, explic¨®, leer es muy instructivo. Mucho, asinti¨® ella haciendo un nudo en la bolsa de la caca del animal, mientras se sorb¨ªa los mocos provocados por el ataque de llanto. Si quiere, se ofreci¨®, ma?ana le traigo otro libro. Tr¨¢igame uno sobre el mundo antiguo, por contrastar, dijo el hombre. La mujer anduvo ocho o nueve pasos y regres¨® para dejarle unas monedas. No haberse molestado, manifest¨® ¨¦l. No es molestia, asegur¨® ella. D¨¦jeme la caca del perro, sugiri¨® ¨¦l entonces, tambi¨¦n tengo que deshacerme de una m¨ªa. Ella, tras resistirse un poco, se la entreg¨®. Luego comenz¨® a andar hacia Callao, tirando del perro, que se resist¨ªa a alejarse de su mierda.
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