El perro de Goya y la pena de B¨¦lgica

Esta fuga de Puigdemont tiene, en su origen (a saber c¨®mo la desenreda, no s¨®lo c¨®mo la explique), algunas simbolog¨ªas inquietantes, m¨¢s de Cantinflas que del Capit¨¢n Trueno.

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El president que se mueve fuera del tablero como Houdini lejos del alcance de la l¨®gica ha desatado sucesivamente estupor y risa. La risa es consecuencia de la incertidumbre, e incluso del miedo. Es la risa nerviosa. Fue insultado por los suyos como un villano que hu¨ªa, luego como un h¨¦roe que al fin declar¨® la independencia, y sucesivamente se fue a comer una pizza, a beberse unos vinos a Girona y a tomar un coche para irse de la patria. Y se fue a B¨¦lgica, la de La pena de B¨¦lgica. Pena de historia, tan heroica y al fin tan penosa.

Una fotograf¨ªa inquietante, ¨¦l semihundido en la ventana de un despacho del palacio de la Generalitat, qued¨® ah¨ª latente como s¨ªmbolo de la lucecita que dej¨® encendida. Y dej¨® adem¨¢s un testimonio que era mentira: el cielo de Barcelona bajo el que segu¨ªa, sobre las g¨¢rgolas de su puesto de trabajo. Lo hab¨ªa dejado todo atado para decir adi¨®s sin ser visto. Huyendo de los malos. Y de los suyos. Hasta el cielo era mentira.

Del mismo modo que ¨¦l y los suyos ocultaron en domicilios oscuros las papeletas del refer¨¦ndum heroico, Puigdemont desapareci¨® y se refugi¨® en B¨¦lgica en busca de amparos asimismo oscuros. En pos de un abogado cuya carrera parece hecha para John Le Carr¨¦ en un pa¨ªs que a¨²n padece, y ahora m¨¢s gravemente, lo que Hugo Claus llam¨® La pena de B¨¦lgica (1983), el sudor fr¨ªo del ultranacionalismo y del nazismo. Un brazo de esos restos le ofreci¨® asilo al Houdini de Girona.

Ese libro de Hugo Claus debi¨® avisarle: el que fue marido de Sylvia Kristel y que vivi¨® y cont¨® los rigores del fanatismo en su pa¨ªs y en Europa cuenta ah¨ª las consecuencias de ese nacionalismo ultra que le ofreci¨® amparo a Puigdemont. En portugu¨¦s ese libro se llam¨® O disgusto de B¨¦lgica, y no est¨¢ mal esa palabra, disgusto, para decir ahora qu¨¦ sabor debi¨® dejar en los suyos la huida a B¨¦lgica de este h¨¦roe triste de nuestro tiempo.

Pero como met¨¢fora de todo este viaje raro queda fija su fotograf¨ªa en la ventana de la Generalitat. La casualidad del enfoque quiso que el retrato quedara en la parte m¨¢s baja de la placa; un muro muy poderoso lo enmarca por abajo, y arriba todo est¨¢ vac¨ªo. Como en El perro semihundido de Goya. El mayor especialista en esa inquietante imagen, John Berger, dice que ¡°el perro llega desde la oscuridad justo para encontrarte a ti sin haberlo o¨ªdo antes¡±. Sigiloso, como para dar susto.

Que perdone el protagonista del retrato y que perdone Goya. Es inevitable ver en el arte la copia m¨¢s fiel de la realidad que s¨®lo se entiende como s¨ªmbolo o met¨¢fora, produzca estupor o risa.