Oriente Pr¨®ximo, la nueva meca del arte
LA ARENA flota en el viento y se mete entre los dientes. No hay nada alrededor. Solo un pu?ado de hoteles de lujo pegados a la primera l¨ªnea de mar, rodeados de barrios residenciales todav¨ªa en construcci¨®n que prometen, en estridentes vallas publicitarias, una vida id¨ªlica a sus inquilinos potenciales. Una larga cola de taxis aguarda junto al campus de la fara¨®nica sucursal emirat¨ª de la New York University, semivac¨ªa por las vacaciones de los estudiantes. Solo algunos turistas adinerados dejan pasar la tarde jugando al golf en un campo te?ido de un verde incongruente respecto a la aridez del paisaje. El nuevo Louvre de Abu Dabi emerge al fondo de esta panor¨¢mica como un espejismo. Este es el lugar escogido para erigir esta medina flotante sobre el agua y bajo el sol asfixiante del desierto, protegida por una c¨²pula plateada y trasl¨²cida, que impregnar¨¢ las salas del museo ¡ªobra de todo un starquitecto como Jean Nouvel¡ª de una luz constante y poderosa.
De momento, el edificio debe observarse a distancia. Para descubrir su interior habr¨¢ que esperar hasta el 11 de noviembre, cuando la pinacoteca abrir¨¢ sus puertas en este rinc¨®n de la isla de Saadiyat (felicidad, en ¨¢rabe). Este futuro distrito cultural, unido por un nuevo puente al centro de la capital de Emiratos ?rabes Unidos, fue creado con la misi¨®n de acoger a cinco museos de primer nivel. Entre ellos, un nuevo Guggenheim a cargo de Frank Gehry, un museo nacional firmado por Norman Foster y otros dos centros proyectados por el japon¨¦s Tadao Ando y la angloiraqu¨ª Zaha Hadid, hoy fallecida. Diez a?os despu¨¦s de haber sido anunciados a bombo y platillo, no se ha levantado una sola piedra para convertirlos en realidad, a causa de la relativa ralentizaci¨®n de la econom¨ªa local. El nuevo Louvre reinar¨¢ solo, de momento, en este paisaje.
El Louvre de Abu Dabi tendr¨¢ una colecci¨®n permanente con 600 obras propias de autores como Leonardo da Vinci, Manet, Gauguin, Calder, Magritte o Klee.
La creaci¨®n del museo es solo la punta de lanza de una estrategia global de inversi¨®n en la educaci¨®n y la cultura, aprobada a mediados de la d¨¦cada pasada por las autoridades del emirato. Abu Dabi ¡ªque junto a Dub¨¢i, Achman, Fuyaira, Ras al Jaima, Sharjah y Umm al Qaiwain conforman Emiratos ?rabes Unidos (EAU)¡ª es responsable de la producci¨®n del 9% del petr¨®leo mundial, lo que le asegura la mitad de su producto interior bruto. Posee tambi¨¦n m¨¢s del 90% del petr¨®leo y del gas del pa¨ªs. Pero sabe que sus reservas f¨®siles no son ilimitadas y que el futuro pasa necesariamente por otro tipo de inversiones. ¡°Tal vez en 50 a?os terminemos el ¨²ltimo barril de petr¨®leo. Si ahora invertimos en los sectores adecuados, celebraremos ese momento¡±, expres¨® el pr¨ªncipe heredero, Mohamed bin Zayed al Nahyan, en 2015. Siguiendo el modelo de Dub¨¢i, menos favorecida por los recursos naturales, Abu Dabi ha decidido diversificar sus fuentes de ingresos. De entrada, meti¨¦ndose en el mapa del turismo cultural. Despu¨¦s de la inauguraci¨®n del nuevo Louvre, el aeropuerto de Abu Dabi espera recibir a 45 millones de pasajeros cada a?o. En 2016 fueron 24,5 millones (en comparaci¨®n, Barajas acogi¨® a 50 millones y El Prat a 45, seg¨²n cifras de Airports Council International).
Pese a todo, no hay que ver en el proyecto solo una apuesta econ¨®mica. Sus impulsores se han esforzado en recubrirlo tambi¨¦n de una p¨¢tina pol¨ªtica. En la presentaci¨®n del museo en el Louvre parisiense, a finales de septiembre, el director del Departamento de Cultura y Turismo de Abu Dabi, Mohamed Khalifa al Mubarak, pronunci¨® estas palabras: ¡°Cuando la gente entre al nuevo Louvre escuchar¨¢ mensajes de aceptaci¨®n, tolerancia y conectividad, que necesitamos en el mundo de hoy y que lo convertir¨¢n en un lugar mejor¡±. La pregunta es si un simple museo puede aspirar a tan elevada misi¨®n. ¡°Ser¨¢ el primer museo universal del mundo ¨¢rabe y del siglo XXI¡±, responde su director, el franc¨¦s ?Manuel Rabat¨¦. ¡°Presentaremos las obras de forma original, para mostrar las similitudes entre las distintas civilizaciones. Deseamos que cada visitante pueda hallar su propia cultura y, a la vez, entender las de los dem¨¢s¡±.
Para conseguirlo, el Louvre de Abu Dabi contar¨¢ con fondos cuantiosos. Su colecci¨®n permanente, constituida durante los ¨²ltimos 10 a?os, estar¨¢ formada por 600 obras propias de autores del nivel de Da Vinci, Manet, Gauguin, Calder, Magritte o Klee. Su exposici¨®n inaugural destapar¨¢ 300 de esas obras, sumadas a otras 300 que ha prestado un consorcio formado por una docena de museos franceses, entre ellos, adem¨¢s del Louvre, el Centro Pompidou, el Museo de Orsay, el Grand Palais, el Museo Rodin o el Museo del Quai Branly. Todas estas instituciones participar¨¢n en la organizaci¨®n de cuatro muestras temporales al a?o, lo que se supone que garantizar¨¢ un suministro permanente de obras maestras y una direcci¨®n cient¨ªfica alineada con los niveles de rigor y calidad que imperan en la capital francesa.
La gestaci¨®n de este museo ¡ªque no ser¨¢ una sucursal del Louvre parisiense, sino un centro aut¨®nomo¡ª no ha estado exenta de pol¨¦mica. Cuando el proyecto fue anunciado, a finales de 2006, saltaron todas las alarmas. En Francia se acus¨® al Estado de crear ¡°una Las Vegas del desierto¡± que supon¨ªa ¡°una deriva terrible en t¨¦rminos de ¨¦tica¡±, seg¨²n un documento firmado por 5.000 personalidades del mundo del arte. En tiempos de liquidez menguante, la oferta era demasiado lucrativa para ser rechazada. El Louvre ced¨ªa su marca durante las pr¨®ximas tres d¨¦cadas a cambio de 400 millones de euros. A esa cifra hay que sumar 190 millones m¨¢s por el pr¨¦stamo de obras pertenecientes a las colecciones p¨²blicas, adem¨¢s de otros 195 millones por la organizaci¨®n de exposiciones temporales durante los pr¨®ximos 15 a?os. Una suma estratosf¨¦rica, a la que tambi¨¦n cabe a?adir el coste del edificio: 580 millones por los 85.000 metros cuadrados que ha proyectado Nouvel.
Para el proyectista franc¨¦s, resultaba fundamental adaptar el edificio al lugar de acogida. ¡°Soy un arquitecto de contextos¡±, explica. ¡°No quer¨ªa que fuera un museo internacional que aterrizara all¨ª como un platillo volante. El museo tiene que pertenecerles a ellos y ser un s¨ªmbolo de su civilizaci¨®n¡±. El arquitecto no ve en su museo un simple instrumento de legitimaci¨®n diplom¨¢tica, ni tampoco un im¨¢n oportunista para seducir al visitante occidental. ¡°Este museo se hace, en primer lugar, para los emirat¨ªes¡±, afirma. ¡°A lo largo de toda la historia, las ciudades pol¨ªtica y econ¨®micamente poderosas siempre se han dotado de museos. Es normal que se equipen¡±.
Solo dos dudas empa?an el brillante porvenir que pronostican todos sus responsables. La primera es si este ambicioso proyecto lograr¨¢ encontrar un p¨²blico a la altura de la inversi¨®n. La segunda, si las especificidades culturales y religiosas de Emiratos ser¨¢n un problema para exponer ciertos tipos de obras. Por ejemplo, aquellas que muestran desnudos. Fuentes del museo aseguran que el pa¨ªs de acogida ¡ªuna monarqu¨ªa constitucional con reflejos autocr¨¢ticos, donde la libertad de expresi¨®n sigue estando controlada y limitada¡ª no ha vetado, hasta el momento, ninguna obra. ¡°Por su historia y situaci¨®n geogr¨¢fica, Abu Dabi ha sido desde siempre un lugar de intercambio entre civilizaciones. La apertura y el respeto a la diferencia se encuentran en el coraz¨®n de la cultura emirat¨ª¡±, asegura Rabat¨¦.
La capital de Emiratos podr¨¢ enorgullecerse de contar con las grandes instituciones, pero el mercado del arte seguir¨¢ estando localizado unos 150 kil¨®metros al norte de este pa¨ªs con forma de bumer¨¢n. Dub¨¢i, la hermana cosmopolita y ruidosa de la solemne Abu Dabi, lleva a?os convertida en principal hub del arte contempor¨¢neo en el golfo P¨¦rsico. ¡°Existe una competici¨®n entre emiratos, pero es positiva. Esa pugna te obliga a ser mejor¡±, explica el artista Khalil Abdulwahid, quien se form¨® con el padre fundador del arte contempor¨¢neo emirat¨ª, Hassan Sharif, y ahora dirige la divisi¨®n de artes visuales en la Autoridad de Arte y Cultura de Dub¨¢i (el equivalente a un ministerio). ¡°En el fondo, todos compartimos una cultura y una lengua. Somos una familia¡±.
Dub¨¢i cuenta con cerca de 50. 000 metros cuadrados de espacios expositivos y con un clima inmejorable para este tipo de transacciones.
En esta megal¨®polis, cenefa interminable de autopistas y rascacielos, se crearon en los noventa las primeras galer¨ªas del pa¨ªs. Hoy cuenta con cerca de 50.000 metros cuadrados de espacios expositivos y un clima inmejorable para este tipo de transacciones. En su territorio conviven 180 nacionalidades distintas. Solo entre el 10% y el 15% de la poblaci¨®n local cuenta con la nacionalidad emirat¨ª. El resto son extranjeros llegados de todos los puntos del planeta, que acuden a Emiratos en busca de un trabajo mejor pagado en sectores profesionales que en Occidente parecen estancados, como confiesan 9 de cada 10 (casi siempre en ingl¨¦s, lingua franca de este antiguo protectorado brit¨¢nico). Los oficios creativos son uno de ellos. En esta ciudad, el arte se ha convertido en sin¨®nimo de modernidad y aperturismo, en el s¨ªmbolo de un ma?ana mejor. No es casualidad que ¨²ltimamente brote por todas sus esquinas. Por ejemplo, en City Walk, un nuevo barrio comercial que promociona la idea de caminar como culmen de la modernidad ¡ªen una urbe dependiente del coche hasta l¨ªmites enfermizos¡ª, los muros est¨¢n decorados por cotizad¨ªsimas estrellas del street art, como el franc¨¦s Blek le Rat o el portugu¨¦s Vhils. A la vez, los coleccionistas nacen, crecen y se reproducen. Seg¨²n datos de la casa de subastas Sotheby¡¯s, que abri¨® oficina en Dub¨¢i en marzo de 2017, la participaci¨®n en sus ventas de clientes procedentes de Oriente Pr¨®ximo habr¨ªa aumentado un 76% en los ¨²ltimos cinco a?os. En el caso espec¨ªfico de los emirat¨ªes, el porcentaje superar¨ªa el 150%. Una reciente subasta organizada por su principal rival, Christie¡¯s, que abri¨® su delegaci¨®n en la ciudad en 2006, super¨® los 8 millones de d¨®lares e instaur¨® un r¨¦cord mundial para 18 de los artistas participantes, todos ellos originarios de esta boyante zona geogr¨¢fica.
¡°Ha surgido una nueva generaci¨®n de compradores que aspiran a identificarse, en t¨¦rminos de herencia cultural, con la obra que desean adquirir. Quieren volver a conectar con sus ra¨ªces¡±, apunta Myrna Ayad, libanesa de 40 a?os y nueva directora de Art Dubai, feria de arte fundada hace una d¨¦cada en el emirato y convertida en punto de referencia. A la edici¨®n de la pasada primavera acudieron un centenar de galer¨ªas de 43 pa¨ªses distintos y m¨¢s de 28.000 visitantes en solo cinco d¨ªas. Entre ellos, representantes de las mayores instituciones del mundo, como la Tate de Londres, el Centro Pompidou de Par¨ªs y el MOMA neoyorquino. ¡°Antes, las capitales culturales en el mundo ¨¢rabe eran Beirut, El Cairo o Bagdad. Por motivos pol¨ªticos y econ¨®micos, las miradas se dirigen ahora hacia el golfo P¨¦rsico¡±, a?ade Ayad, apuntando a nuevos centros neur¨¢lgicos como Dub¨¢i o Abu Dabi, pero tambi¨¦n a Doha o incluso a Yeda, segunda ciudad de Arabia Saud¨ª.
Art Dubai tiene lugar en Madinat Jumeirah, descomunal hotel que se extiende a lo largo de 40 hect¨¢reas, formadas por una sucesi¨®n de edificios y jardines intercalados por canales artificiales. Desde las plantas altas se distingue la silueta de la vecina Palm Jumeirah, una de las tres islas en forma de palmera que delimitan el frente mar¨ªtimo. Por sus pasillos circulan hombres vestidos con el dishdash, t¨²nica blanca hasta los tobillos, y mujeres envueltas en ceremoniosos hiyabs junto a otras que lucen vertiginosos escotes. Un concurrido pasillo escupe im¨¢genes pop que lo convierten en el fondo perfecto para un selfie. Algo m¨¢s all¨¢, en una de las zonas de descanso, hay un grupo de coleccionistas espa?oles. ¡°Venimos a tomar el pulso. Nos marchamos con unos cuantos nombres apuntados. Artistas libios, sirios, iran¨ªes o iraqu¨ªes que no siempre nos llegan. De vez en cuando se descubren cosas extraordinarias¡±, explica una conocida empresaria y mecenas catalana, que prefiere no ser citada.
El per¨ªmetro de esta feria es tambi¨¦n un espacio de convivencia infrecuente en el fragmentado mundo musulm¨¢n. Art Dubai no entiende de cismas entre sun¨ªes y chi¨ªes. Una galer¨ªa saud¨ª tiene de vecina a otra iran¨ª, pese a la legendaria rivalidad de sus respectivas naciones. Tambi¨¦n los artistas de origen ¨¢rabe se benefician de un espacio m¨¢s receptivo a sus propuestas que en otras ferias. Por ejemplo, una artista tunecina como Nic¨¨ne Kossentini, que expone sus dibujos inspirados por un tratado sobre el amor del siglo XI, convive con el maestro iraqu¨ª Dia Azzawi y sus ¨®leos coloristas. En uno de los cruces aparece Dana Farouki, una de las coleccionistas que han apoyado la feria desde su creaci¨®n. Nacida hace 37 a?os en Washington, esta hija de palestinos form¨® parte del equipo que adquiri¨® la colecci¨®n del futuro Guggenheim de Abu Dabi. Ahora est¨¢ asentada en Dub¨¢i y es un miembro destacado de la escena art¨ªstica de la ciudad. ¡°Quiero apoyar a los artistas de pa¨ªses y culturas con los que me sienta identificada¡±, asegura.
¡°Sabemos qu¨¦ l¨ªneas podemos superar y cu¨¢les no¡±, explica una artista dubait¨ª. ¡°Pero no lo llamar¨ªa autocensura. Es otra forma de encontrar el camino¡±.
Pese a todo, la misma pregunta vuelve a aparecer. ?Puede una sociedad que no acepta la disidencia abrazar la libertad absoluta a la que siempre aspira el arte? La respuesta es s¨ª, siempre que se evite la explicitud. ¡°El arte es un lugar de protesta silenciosa. Los artistas de Oriente Pr¨®ximo han desarrollado una poes¨ªa y una inteligencia brutal para plantear sus denuncias. Ese vocabulario ha creado una escena muy especial¡±, explica el madrile?o Pablo del Val, fichado por Dub¨¢i en 2015 como n¨²mero dos tras haber dirigido la feria Zona MACO en M¨¦xico. En la edici¨®n de 2012, las autoridades de Dub¨¢i ordenaron retirar cuatro obras de la feria justo antes de una visita de la familia que preside el emirato. Una de ellas estaba inspirada en la conocida imagen de un grupo de soldados egipcios agrediendo a una mujer en la plaza de Tahrir. En la ¨²ltima edici¨®n, sin embargo, s¨ª se vio alguna pieza inc¨®moda, como los fusiles Kal¨¢shnikov cubiertos de flores de la palestina Laila Shawa o distintas esculturas de cuerpos masculinos semidesnudos y maniatados a cargo del iran¨ª Reza Aramesh.
Para hacer evolucionar las mentalidades, la propia feria promueve un programa de conferencias, llamado Global Art Talks, que no reh¨²ye las cuestiones delicadas. ¡°La censura existe en todas partes. Todo depende de d¨®nde dibujes la frontera. Lo que hace el arte es permitir que ciertas cosas superen esa frontera sin ser detectadas por el radar de las autoridades pol¨ªticas¡±, afirma su coordinador, Shumon Basar, prestigioso historiador del arte brit¨¢nico de origen banglades¨ª. ¡°Las cosas han cambiado mucho en los ¨²ltimos 10 a?os. El poder ha entendido que, si quiere competir con las grandes ciudades, tambi¨¦n necesita abrirse a la cultura, al arte, a las ideas. Tal vez su impulso inicial solo fuera ser percibidos como inteligentes, pero el resultado ha sido muy distinto¡±.
Ese empuje no muestra s¨ªntomas de agotamiento. En 2018 se inaugurar¨¢ un nuevo museo de 10.000 metros cuadrados que acoger¨¢ la colecci¨®n de la fundaci¨®n privada Art Jameel. Mientras, en Alserkal Avenue, antigua zona industrial que concentra a las principales galer¨ªas desde su refundaci¨®n como distrito art¨ªstico en 2007, el arquitecto Rem Koolhaas inaugur¨® en marzo su primer edificio en el golfo P¨¦rsico: Concrete, cub¨ªculo de hormig¨®n y cristal pensado para albergar exposiciones, conciertos y desfiles de moda. ¡°Dub¨¢i es un lugar donde uno se replantea todas sus ideas preconcebidas¡±, explica Koolhaas. ¡°Como arquitecto, es importante estar expuesto a fuerzas diferentes a las habituales. En lo econ¨®mico, claro, pero tambi¨¦n en cuanto a sensibilidad: aqu¨ª es m¨¢s discreta y delicada, m¨¢s colectiva y menos agresiva¡±. OMA, el estudio de Koolhaas, abri¨® oficina en Dub¨¢i en 2015, poco despu¨¦s de hacerlo en Qatar, donde tambi¨¦n ultima la nueva Biblioteca Nacional de ese pa¨ªs, el de mayor renta per capita en todo el planeta.
El propietario del edificio es Abdelmonem bin Eisa Alserkal, uno de los principales mecenas del pa¨ªs, surgido de una familia de industriales que comercializ¨® los primeros coches y cre¨® los primeros bancos de Dub¨¢i. ¡°Este es el momento en que debemos preguntarnos cu¨¢l queremos que sea nuestra relevancia en la pr¨®xima d¨¦cada. El progreso natural de cualquier ciudad apunta hacia el arte¡±, explica. ¡°Nos da una gran satisfacci¨®n ofrecer una plataforma para que los artistas puedan expresarse y escribir la historia de la regi¨®n¡±. ?Incluso cuando ese arte es cr¨ªtico? ¡°S¨ª, incluso en ese caso¡±, responde con una risa nerviosa. En un almac¨¦n pegado al edificio principal, el artista Ammar al Attar, de 35 a?os, expone sus fotograf¨ªas de cines dubait¨ªes abandonados: una invectiva sutil a la acelerada transformaci¨®n de esta urbe.
En el emirato vecino de Sharjah, un grupo de se?oras vestidas con el niqab pasa por delante de una obra textil del artista liban¨¦s Joe Namy, compuesta por tejidos tradicionales. Solo se detiene una de ellas, que la observa desde la rendija que le deja su atuendo. La obra es una de las instalaciones de la bienal de Sharjah, que se celebra desde 1993. Se trata de un acontecimiento pionero que ha cambiado la forma de ver el arte en este emirato de reputaci¨®n conservadora, donde el alcohol est¨¢ prohibido. En las salas de exposici¨®n, artistas del mundo ¨¢rabe reflexionan sobre sus culturas de manera m¨¢s cr¨ªtica de lo que a priori aparentan. Por ejemplo, la dubait¨ª Hind Mezaina presenta una serie de cianotipos de hojas de plantas y ¨¢rboles de la ciudad, testimonio de una naturaleza que se extingue entre los rascacielos y centros comerciales. ¡°El arte no tiene por qu¨¦ vociferar¡±, explica. ¡°Somos de esta regi¨®n del mundo y sabemos qu¨¦ l¨ªneas podemos cruzar y cu¨¢les no. Cuando preparas una obra sabes que, si dices algo ofensivo, tendr¨¢ unas consecuencias. Ser¨¢s multado y arrestado. Pero no lo llamar¨ªa autocensura, porque no es un proceso deliberado. Es otra forma de encontrar el camino¡±.
En el vest¨ªbulo del hotel Mina A¡¯Salam, el cr¨ªtico de arte Hammad Nasar, comisario del pabell¨®n de Emiratos en la ¨²ltima Bienal de Venecia, ofrece su punto de vista. ¡°En el taich¨ª existe el tui shou, la pr¨¢ctica marcial de las manos que empujan. Se trata de absorber la energ¨ªa del otro, bloquearla y hacer que se agote. Los artistas j¨®venes de este pa¨ªs son maestros en ese arte. Son respetuosos, pero cr¨ªticos. Y eso es, a mi entender, mucho m¨¢s interesante que la literalidad y los esl¨®ganes¡±, afirma. Nasar mand¨® a Venecia a cinco artistas que residen en el pa¨ªs. Dos de ellos ni siquiera hab¨ªan nacido en Emiratos. ¡°Cre¨ª que ser¨ªa pol¨¦mico, pero nadie protest¨®. Me qued¨¦ casi decepcionado¡±, sonr¨ªe. ¡°Los emirat¨ªes est¨¢n hartos de los estereotipos. Se suele decir que este es un lugar de dinero, ostentaci¨®n y petr¨®leo. Sienten la necesidad de decir que son mucho m¨¢s que eso¡±, concluye. El primer cap¨ªtulo de ese nuevo relato empieza en noviembre. Su final sigue envuelto en una niebla misteriosa. Pero as¨ª sucede siempre, despu¨¦s de todo, con las mejores historias.
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