Veros¨ªmil

Ha sido una decepci¨®n para sus seguidores descubrir que los constructores de la futura rep¨²blica catalana carec¨ªan de m¨¢s plan que un plan de fuga tras la proclama solemne. Muchos critican al Gobierno espa?ol por aplicar remedios del siglo XX a un problema del siglo XXI, aunque la verdad es que el Gobierno espa?ol est¨¢ aplicando soluciones del siglo XIX a un problema del siglo XIX. As¨ª de triste es la cosa. Si algo nos ense?aron los buenos escritores del XIX es la importancia de ser veros¨ªmil. Se les llam¨® realistas, pero jam¨¢s renunciaron a su enorme capacidad inventiva, que serv¨ªa para contar desde el tormento sentimental de una mujer ad¨²ltera hasta la peripecia de un funcionario que pierde su nariz.

En toda ficci¨®n siempre fracasa quien no sabe crear lo veros¨ªmil. Veros¨ªmil es aquello que goza de apariencia de verdadero. En esa sutileza creativa radica toda una pelea bastante pueril en la que anda metida la literatura contempor¨¢nea, que tambi¨¦n har¨ªa bien en dejar de despreciar al siglo XIX desde la mirada de superioridad del siglo XXI. La ¨²nica superioridad que tiene un tiempo sobre otro radica en el ejercicio de vitalidad, f¨¢cil victoria. Puede que 11 jugadores de f¨²tbol vivos ganen con facilidad a 11 muertos, pero eso no significa que sean mejores. Si hay alguien a quien no puede batir Messi ya en ning¨²n duelo es a Di St¨¦fano o Maradona. De la misma manera, despreciamos la pol¨ªtica del siglo XIX sin caer en la cuenta de que ha venido a instalarse en Espa?a y en el mundo, por ahora solo provocando fatiga mental, que es lo que provocan los malos pol¨ªticos en tiempo de paz.

Los defensores de una futura rep¨²blica catalana intuyen que para serlo tendr¨¢n que disponer de un texto constitucional que nadie podr¨¢ transgredir sin pagarlo judicialmente. Para ello nombrar¨¢n tribunales que abarroten sus c¨¢rceles, as¨ª como empresas que exijan vincularse a acuerdos internacionales para garantizar el negocio. Disfrutar¨¢n de una moneda para justificar que en su adoraci¨®n se perviertan los principios, la moral y la hermandad. Igual que ensalzar¨¢n los s¨ªmbolos patrios como intocables, con un ej¨¦rcito disponible y una polic¨ªa presta a obedecer las ¨®rdenes del mando y hasta peque?os grupos ultras que espanten disidencias. Desde un sistema educativo desigual, una religi¨®n dominante y hasta las vacaciones reguladas, los m¨¢ximos intereses ser¨¢n preservados. Ser¨¢ un pa¨ªs como todos, en el que incluso nacer¨¢ un movimiento independentista que dar¨¢ con una porci¨®n de pulsiones propias sobre la que tejer otra utop¨ªa para cuando se hayan malgastado las utop¨ªas anteriores.