280 caracteres de mala pol¨ªtica
Algunos usos de las nuevas formas de comunicaci¨®n tienen efectos muy perniciosos sobre la toma de decisiones p¨²blicas
Nadie duda de que las redes sociales sean una excelente herramienta de comunicaci¨®n. Facilitan que podamos recibir y emitir informaci¨®n y opini¨®n y se han convertido en un foro de debate con gran capacidad de impacto y de creaci¨®n de opini¨®n p¨²blica. Pero a nadie se le oculta que determinados usos de las redes tienen efectos muy perniciosos sobre la pol¨ªtica y sobre la toma de decisiones p¨²blicas. La complejidad de las cuestiones sobre las que hemos de decidir no cabe ni en 140 caracteres de Twitter ni en 280. Y una imagen de Instagram puede valer m¨¢s que mil palabras, pero en nada ayuda si es un montaje.
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En las democracias consolidadas, los mecanismos de creaci¨®n de opini¨®n p¨²blica juegan un papel trascendente. Ni los gobernantes ni la ciudadan¨ªa pueden tomar decisiones acertadas sin informaci¨®n fiable y fidedigna. Conviene no confundir las opiniones y estados de ¨¢nimo de la sociedad en su conjunto con los que se expresan en las redes sociales. Primero, porque la brecha tecnol¨®gica deja fuera de ellas a amplias capas de la poblaci¨®n y, segundo, porque no todas las personas sienten la necesidad de inteactuar y estar siempre conectadas.
Precisamente porque son el instrumento preferido de activistas de todo signo, en las redes sociales predominan puntos de vista extremos, muchas veces expresados de forma simple y radical. La propia mec¨¢nica de su funcionamiento favorece adem¨¢s el gregarismo ideol¨®gico. La elecci¨®n de los amigos o las cuentas a seguir acota el campo de relaci¨®n, lo que puede llevar a la ilusi¨®n de que una posici¨®n es muy compartida, cuando solo lo es en el peque?o segmento que se ha elegido. Contrariamente a lo que ser¨ªa deseable, el debate pol¨ªtico en las redes no facilita el di¨¢logo ni un intercambio constructivo de pareceres. Lamentablemente lo que m¨¢s intercambian los sectores antag¨®nicos son insultos e improperios, lo que favorece el sectarismo y la polarizaci¨®n, en una din¨¢mica divisiva que acaba provocando desafecci¨®n.
Especialmente grave es la utilizaci¨®n de las redes para intimidar y alimentar el discurso del odio. Campa?as orquestadas desde unas pocas cuentas pueden impactar negativamente sobre quienes han de tomar decisiones pol¨ªticas. El tuit que envi¨® el diputado Gabriel Rufi¨¢n, con la frase ¡°155 monedas de plata¡±, fue el paradigma de la presi¨®n que se ejerci¨® sobre Carles Puigdemont para que no convocara elecciones auton¨®micas y evitar as¨ª que se activara el art¨ªculo 155 de la Constituci¨®n, como era su intenci¨®n. Sucumbir a esas presiones para dar paso a la declaraci¨®n unilateral de una rep¨²blica catalana ilegal e imposible fue, como se ha visto, un error catastr¨®fico.
Como han advertido muchos expertos, el lenguaje pol¨ªtico se ha vuelto en los ¨²ltimos a?os m¨¢s emocional. Se utiliza m¨¢s para impactar que para facilitar la comprensi¨®n de la realidad. Las falsedades difundidas en las elecciones presidenciales que gan¨® Donald Trump o en la campa?a del Brexit muestran los graves da?os que pueden llegar a ocasionar. Las injerencias de Rusia en diversas campa?as electorales europeas y en el conflicto catal¨¢n deben encender todas las alarmas. Las noticias falsas y los bulos interesados que se transmiten por las redes act¨²an como un carcoma para la democracia. No solo provocan el da?o inmediato que persigue el enga?o, sino que minan la confianza de la ciudadan¨ªa en los mecanismos de representaci¨®n democr¨¢tica. Es pues urgente que encontremos mecanismos para defendernos de las intoxicaciones y las campa?as de distorsi¨®n procedentes de poderes que ocultan sus verdaderos prop¨®sitos e intereses. Y todos debemos esforzarnos en un uso m¨¢s constructivo de las redes sociales.
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