Una palabra de la izquierda
La contenci¨®n del secesionismo ya no es solo tarea exclusiva del centro y la derecha
Uno de los acuerdos t¨¢citos de la Transici¨®n estipulaba que el ¨²nico nacionalismo censurable era el espa?ol. Se trataba de una actitud comprensible, equiparable a lo sucedido en otros pa¨ªses: las se?as de identidad de las que reg¨ªmenes fascistas hab¨ªan abusado necesitaron tambi¨¦n all¨ª una estancia en el purgatorio (un amigo italiano me comentaba que la bandera italiana solo qued¨® rehabilitada tras la victoria de Italia en el Mundial de 1982). La anomal¨ªa espa?ola es que los a?os de expiaci¨®n no terminaban. La exitosa Espa?a democr¨¢tica viv¨ªa en un extra?o estado de postraci¨®n simb¨®lica, m¨¢s acusado cuanto m¨¢s a la izquierda: no ya la ostensi¨®n de la bandera, sino la mera menci¨®n del nombre de Espa?a resultaba penosa para la izquierda. Esto no hubiera sido tan problem¨¢tico, y hasta alguna ventaja habr¨ªa tra¨ªdo, de no ser porque otros nacionalismos no solo eran leg¨ªtimos, sino que comenzaron a ser obligatorios. Es m¨¢s, en las comunidades aut¨®nomas el socialismo los asumi¨® como propios: relato, rituales y lenguaje, la izquierda lo compr¨® gradualmente todo.
Fue una pena. La izquierda no entendi¨® que la Constituci¨®n espa?ola de 1978, con su dise?o descentralizado, y su expl¨ªcito amparo de la diversidad ling¨¹¨ªstica, permit¨ªa desarrollar por vez primera en Espa?a el discurso de una naci¨®n espa?ola c¨ªvica: el propio texto de la Carta Magna impide que desde el centro se imponga una identidad ¨²nica, y ah¨ª est¨¢ el Instituto Cervantes dando clases de espa?ol, pero tambi¨¦n de gallego, catal¨¢n y eusquera por el mundo. Lo que no ped¨ªa la Constituci¨®n era el olvido o menoscabo de la identidad com¨²n, extraordinario legado que es est¨²pido echar por la borda. Pero tal ha sido el programa apoyado por la izquierda. Culturalmente ha logrado que demandar una ense?anza biling¨¹e (la preferencia normal en quien desea conservar lo com¨²n y lo propio) parezca una idea de derechas. Pol¨ªticamente, la haza?a es mayor: hacer pasar por progresista el derecho de autodeterminaci¨®n de sociedades pr¨®speras y libres, algo que, en puridad, deber¨ªamos empezar a llamar derecho de autosegregaci¨®n. Porque de eso se trata, de segregarse del cuerpo com¨²n de la ciudadan¨ªa. Ciudadan¨ªa que al hacerse inclusiva ¡ªla nuestra lo es¡ª culmina el programa ideol¨®gico que llamamos democracia.
Por eso resulta tan significativo que un n¨²mero creciente de ciudadanos de izquierda comiencen a desprenderse de los complejos que les imped¨ªan asumir como tarea propia la defensa de la Espa?a constitucional y apropiarse de sus signos. Algo ha cambiado estos d¨ªas, y es posible que en adelante en Espa?a la contenci¨®n del nacionalismo segregador ya no sea tarea exclusiva del centro y la derecha. Dado el enorme peso que tiene la izquierda en la educaci¨®n sentimental de los espa?oles, quiz¨¢ no sea exagerado decir, al modo evang¨¦lico, que una palabra de la izquierda bastar¨¢ para sanarnos.
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