Muertos
Los tiempos no son ahora favorables a los sindicatos aut¨¦nticos. Las empresas negocian m¨¢s a gusto con los trabajadores individuales, o a trav¨¦s de sindicatos amarillos
El a?o pasado hubo en Espa?a casi quinientos accidentes de trabajo mortales. Son muchos. Es mucha gente. Para hacerse una idea aproximada de lo que eso significa, podr¨ªamos imaginar que las v¨ªctimas son casi la mitad de los muertos causados por los asesinos de ETA en cuarenta a?os, o m¨¢s que los muertos sufridos por el Ej¨¦rcito espa?ol en la guerra de Ifni. Esa gente, ese verdadero ej¨¦rcito de muertos, est¨¢ adem¨¢s escoltado por millares de mujeres y hombres severamente lesionados. Mutilados muchos de ellos y muchos de ellos condenados a no poder volver a trabajar o, lo que es lo mismo, a tener que arreglarse, ellos y sus familias, con unos ingresos muy mermados para hacer frente a la vida.
Esta sangr¨ªa la soporta la sociedad espa?ola con el estoicismo propio de los que no aman a sus hijos. Los trabajadores, mujeres y hombres, mueren en el tajo y les lloran sus familiares, algunos amigos, y sanseacab¨®.
Luego, tras su muerte, viene el momento de hacer las cuentas, de modo que se fijan las indemnizaciones y las pensiones. Si la v¨ªctima, sus deudos, recurren al sindicato al que estuviera afiliado, la cosa ir¨¢ mejor. Y si parece que en el accidente hay alguna responsabilidad de la empresa, el l¨ªo puede ser gordo, porque pueden aparecer responsabilidades penales. ?Adivina alguien cu¨¢ntos empresarios han acabado en la c¨¢rcel por ese tipo de responsabilidad? La respuesta es sencilla: ninguno. O sea, que todas las v¨ªctimas han acabado mal porque han sido imprudentes o torpes.
Mientras, las malas lenguas hablan de un siniestro mercado de ¡°muertos por delegados¡±, o sea, que algunos sindicatos de car¨¢cter amarillo, o algunos sindicalistas sin escr¨²pulos, cambian las posibles acciones penales contra la empresa o empresarios por puestos de liberados sindicales que tienen algunas peque?as prebendas, al margen de las horas libres, las llamadas horas sindicales, de que disponen los delegados.
Hay que decir que ese tipo de trapicheos tan rentables suele ser acompa?ado por pagos de indemnizaciones generosas para las familias, que aceptan el dinero, siempre bienvenido, para no tener que perder el tiempo en litigios de incierto resultado. Tambi¨¦n hay que decir que los sindicatos de clase suelen caer en menos ocasiones en pr¨¢cticas tan repugnantes.
Los tiempos no son ahora favorables a los sindicatos aut¨¦nticos. Las empresas negocian m¨¢s a gusto con los trabajadores individuales, o a trav¨¦s de sindicatos amarillos. Lo que pasa es que los muertos pueden ser muy rentables para alguna gente.
Ser afiliado a un sindicato de clase no est¨¢ de moda. Y contar muertos es muy desagradable.
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