Elecciones para qu¨¦
Recuperar la convivencia social y la econom¨ªa exige otra direcci¨®n pol¨ªtica
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Las elecciones auton¨®micas del 21-D deben servir para iniciar la plena normalizaci¨®n de Catalu?a. Ello implica revertir el m¨²ltiple desastre que ha supuesto el proc¨¦s. La intentona secesionista ha fracturado la sociedad catalana hasta extremos ins¨®litos: en la vida familiar y vecinal, en las redes sociales, en el debate medi¨¢tico hay m¨¢s abismos que complicidades. La inestabilidad econ¨®mica buscada por el antiguo Govern se ha instalado, preanunciando un declive: en el crecimiento coyuntural del PIB para 2018, y tambi¨¦n estructural, como indica la deslocalizaci¨®n de empresas. Las instituciones auton¨®micas ¡ªGovern y Parlament¡ª quebraron su legitimidad en septiembre, mucho antes de la intervenci¨®n de la autonom¨ªa que provocaron sus c¨²pulas. Las fisuras entre una parte de la sociedad catalana y el conjunto de los espa?oles se han multiplicado. Y el prestigio internacional de la marca Catalu?a corre peligro de ruina.
Aunque duela tener que resaltarlo, peor ser¨ªa cerrar los ojos a la realidad, lo que incapacitar¨ªa para afrontar los problemas. El reto de Catalu?a en el horizonte que abrir¨¢ el 21-D es tambi¨¦n m¨²ltiple: recuperar la convivencia y la cohesi¨®n social internas; conseguir la seguridad jur¨ªdico-pol¨ªtica suficiente que permita el retorno progresivo de sedes de empresas trasladadas; devolver la dignidad a las instituciones pisoteadas por sus dirigentes; rescatar la confianza; y reinsuflar el prestigio internacional menoscabado. Esas son las tareas urgentes, no otras. Se resumen en restaurar el funcionamiento correcto de la autonom¨ªa, lo que llevar¨¢ tiempo. Solo despu¨¦s de culminadas, serenados los esp¨ªritus y bajo una (deseable) direcci¨®n responsable se abrir¨¢ espacio para perfilar y negociar una mayor y mejor capacidad de autogobierno.
El relato de la facilidad, la gratuidad del 'proc¨¦s' y su supremac¨ªa democr¨¢tica era falso
Todo programa alternativo que reh¨²ya esas prioridades y patrocine la demagogia de la presunta existencia de presos pol¨ªticos (negada por Amnist¨ªa Internacional); agite las conciencias ante la supuesta abrogaci¨®n de la autonom¨ªa por culpa de la aplicaci¨®n del art¨ªculo 155 de la Constituci¨®n (y no, como ocurri¨®, por las leyes rupturistas del 6 y 8 de septiembre que la cancelaron); y haga ruido con el falso exilio de antiguos dirigentes, es humo distorsionador.
Porque para la liberaci¨®n de los ex dirigentes en prisi¨®n bastar¨¢ seguramente con que imiten a los parlamentarios: ofrecer al juez garant¨ªas de que no reincidir¨¢n en sus presuntos delitos y respetar¨¢n la Constituci¨®n (sin necesidad de renegar de sus sue?os). La recuperaci¨®n de la plenitud auton¨®mica deber¨¢ producirse al d¨ªa siguiente de las elecciones, al concluir la vigencia prevista de la aplicaci¨®n del 155. Y el problema del expresidente fugitivo y sus adl¨¢teres puede resolverse en tan solo dos horas de vuelo, el tiempo que necesitan para responder ante la Justicia. Urge que las bases independentistas bienintencionadas examinen fr¨ªamente el balance de sus dirigentes, y que sean ayudadas con esp¨ªritu inclusivo por todos, y no menospreciadas. Si es as¨ª, se percatar¨¢n de que el proc¨¦s entendido como tentativa de romper la convivencia ilegalmente ha periclitado: pol¨ªticamente no suscita mayor¨ªas; jur¨ªdicamente, ha quedado demostrado que el orden constitucional sabe evitar su destrucci¨®n.
La etapa que se inicia exige reconocimiento de los desastres, respeto a todos y raz¨®n
Comprobar¨¢n tambi¨¦n que el ¡°relato¡± de su facilidad, gratuidad y supremacismo democr¨¢tico era falso. Ese relato era lo m¨¢s potente del proc¨¦s, cuyos patrocinadores reconocen ahora su fiasco ¡ªm¨¢s vale tarde que nunca¡ª: que no estaban preparados, que improvisaron, que todo era ¡°simb¨®lico¡±, y por ende, irreal y fantasioso. Pero si era as¨ª, corresponde que quienes les creyeron les pidan cuentas. Y concluyan que no merecen volver a gobernarles quienes tanto intentaron enga?arles.
El peligro principal ser¨ªa el retorno de los culpables del proc¨¦s y de su fiasco a un papel preponderante: aunque no es siquiera imaginable que pudieran perpetrar parecidos desastres, porque se evidenci¨® que el orden constitucional dispone de eficaces anticuerpos. Pero hay otro riesgo, la mutaci¨®n del refer¨¦ndum ilegal en una suerte de refer¨¦ndum secesionista pactado seg¨²n la cantinela del ¡°derecho a decidir¡± (un pilar de la democracia que se ha usado como m¨¢scara del derecho a romper un pa¨ªs). Hay que descartarlo de ra¨ªz: porque jur¨ªdicamente no encaja en la Constituci¨®n, seg¨²n ha aseverado su int¨¦rprete, el Tribunal Constitucional. Y porque pol¨ªticamente es mucho mejor refrendar un acuerdo ya alcanzado con el m¨¢ximo consenso posible que dirimir en falso un desacuerdo que divide por mitades a una sociedad, como ha sucedido en el Reino Unido. Refer¨¦ndum s¨ª, sobre un pacto. No para consagrar la divisi¨®n y disoluci¨®n de una ciudadan¨ªa.
La etapa que se inicia exige tres actitudes c¨ªvico-pol¨ªticas: respeto, reconocimiento, raz¨®n. M¨¢ximo respeto a todos, tanto en Catalu?a a los conservadores, como en toda Espa?a a los independentistas que opten por respetar la ley; el reconocimiento de los desastres que ha provocado el proc¨¦s, para no repetirlos; la raz¨®n, que llama al abandono definitivo del unilateralismo ilegal e impetra el retorno al autonomismo leal. Ahora es el momento.
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