La vida en otros mundos
El escritor encomienda sus dubitaciones a la disquisici¨®n del autor Edward Lear. Que este lleve muerto m¨¢s de un siglo solo juega a su favor.
DEAR MR. LEAR,
Que est¨¦ muerto no deber¨ªa resultarle una sorpresa, pienso. Despu¨¦s de todo, desde ni?o tuvo una salud fr¨¢gil, fue asm¨¢tico, corto de vista, epil¨¦ptico: morirse deb¨ªa estar en sus planes, por decirlo as¨ª. ¡°En este mundo nada puede ser dado por seguro, excepto la muerte y los impuestos¡±, afirm¨® Benjamin Franklin. De hecho, morirse parece ser una actividad enormemente popular entre las personas sin vida, lo cual no quita que sea una excentricidad comparable a la de su ¡°viejo se?or de Cromero / que se puso en un pie para leer a Homero¡±: lo ¨²ltimo que supimos de ¨¦l es que a continuaci¨®n se cay¨® de un muro.
Quiz¨¢s morirse sea (tambi¨¦n) extraordinariamente divertido: en casi todos sus limericks (esas composiciones de cinco versos que lo han hecho inmortal, lo cual no est¨¢ nada mal para alguien muerto) los personajes fallecen de formas terribles y absurdas. Pienso en su ¡°dama de El Paso / de virtudes y vicios escasos / [que] de puro diligente / trag¨® un pastel caliente / y pas¨® a mejor vida en El Paso¡±. O en su ¡°vieja persona de Buda / cuya conducta era cada vez m¨¢s ruda¡±: lo ¡°acallaron a martillazos¡± cuando ya no pudieron m¨¢s con sus ofensas. Vivir siempre acaba cost¨¢ndonos la vida.
?ltimamente me acuerdo mucho de usted porque acaban de publicar una peque?a novela m¨ªa: sorprendentemente, dicen que es ¡°para ni?os¡±
?ltimamente me acuerdo mucho de usted porque acaban de publicar una peque?a novela m¨ªa: sorprendentemente, dicen que es ¡°para ni?os¡±. Pero ?qu¨¦ determina que un libro lo sea? (Usted escribi¨® uno de los m¨¢s famosos que existen, su Disparatario o Nonsense, de all¨ª mi pregunta). Mi peque?a novela trata un tema que no parece ¡°infantil¡±: la responsabilidad que nos cabe (y preferimos ignorar) frente a las personas que se ven forzadas a marcharse de su pa¨ªs de origen; lo hace con un venado, un puercoesp¨ªn, un cerdo que finge ser un perro, una ballena suspendida en el aire sobre Europa. Y sin embargo, posiblemente sea el libro m¨¢s personal y autobiogr¨¢fico que haya escrito en mi vida. Su inspiraci¨®n fueron sus limericks: escritos en plena ¨¦poca victoriana, ponen de manifiesto que ni siquiera el imperio m¨¢s poderoso de su tiempo puede domesticar la naturaleza descarriada de sus s¨²bditos. Todav¨ªa hoy, sin embargo, son considerados aptos para la lectura infantil, lo cual habla muy bien de la inteligencia de los ni?os y relativamente mal de la de sus prescriptores. ?O no hay algo inquietante, algo completamente alejado de cualquier inocencia, en su ¡°viejo se?or de Coblenza / cuyas piernas eran de longitud inmensa¡±? Para este ¡°sorprendente se?or¡±, ¡°un paso era la distancia / entre Turqu¨ªa y Francia¡±, pero miles de personas mueren en nuestros d¨ªas intentando esa u otra ruta similar. Quiz¨¢s exista una relaci¨®n estrecha entre lo que tememos revelar y lo que contamos a nuestros ni?os, y la literatura ¡°infantil¡± sea el ¨²ltimo refugio de una cierta sensibilidad frente al dolor, siempre insoportable, de los dem¨¢s. Tal vez sea ese refugio lo que hace los ¡°libros para ni?os¡± tan importantes (tambi¨¦n) para quienes somos adultos.?
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