Se?oritos de mierda
No hab¨ªa af¨¢n de verdad en las ideas ni, por lo mismo, altura moral para defenderlas
El 5 de julio de 1919, Eugen Levin¨¦, uno de los l¨ªderes de la Liga Espartaquista, se dirigi¨® al tribunal que lo condenaba a muerte: ¡°Nosotros, los comunistas, somos todos cad¨¢veres de permiso. Soy plenamente consciente de ello. No s¨¦ si prolongar¨¦is mi permiso o si tendr¨¦ que unirme a Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo. En cualquier caso, espero vuestro dictamen con compostura y serenidad (¡). Pronunciad el veredicto si lo cre¨¦is justo. He luchado por frustrar vuestro intento de manchar mi actividad pol¨ªtica, el nombre de la Rep¨²blica Sovi¨¦tica a la que tan ¨ªntimamente unido me siento, y el buen nombre de los trabajadores de M¨²nich. Larga vida a la Revoluci¨®n Comunista Mundial¡±. Sin estar de acuerdo con la decisi¨®n de su partido de proclamar la Rep¨²blica Socialista de Baviera, Levin¨¦ la asumi¨® como propia y encabez¨® el levantamiento.
Muy lejos del comportamiento de los l¨ªderes independentistas. Hemos asistido a todas las variantes explotadas por los escolares pillados en falso: no era de verdad, no est¨¢bamos preparados, no ten¨ªamos estructuras de Estado. Sencillamente, no se tomaban en serio. No solo a ellos mismos, tampoco a sus apuestas pol¨ªticas, que abandonan ante las menores dificultades. Un diagn¨®stico que vale tambi¨¦n para los voceros acad¨¦micos que les suministraron las fantas¨ªas con las que traficaron.
No hab¨ªa af¨¢n de verdad en las ideas ni, por lo mismo, altura moral para defenderlas. Sus propios correos cruzados muestran que, aun conscientes de la naturaleza averiada de la mercanc¨ªa, no dudaron en llevar la chatarra a la plaza p¨²blica, sin importarles ni la paz civil ni los l¨ªos en los que embarcaban a quienes la comprasen.
Algo hemos aprendido: la excelencia pol¨ªtica catalana era un cuento. Incluso lo han descubierto en un Madrid impermeable a los Rufi¨¢n o Tard¨¤, esos experimentos cruciales. Los extravagantes diputados no son la excepci¨®n, sino la expresi¨®n m¨¢s depurada de una clase pol¨ªtica. Su sintaxis, desordenada, era la de tantos. Y en el horizonte, Marta Rovira.
No faltan explicaciones del triste nivel. Mi favorita: Catalu?a carec¨ªa de un sistema de selecci¨®n natural de las ¨¦lites pol¨ªticas, ese que obligar¨ªa a administrar las palabras por temor a un titular que perdure como una foto en las Azores. Cualquier cosa val¨ªa, recocida en el caldo nacionalista. Recuerden: cuando se aprueba el Estatut, los periodistas en pie aplauden a sus pol¨ªticos. Recuerden: un editorial conjunto retando al Tribunal Constitucional.
No hab¨ªa filtro ni tampoco material que filtrar. Sobre esto, sobre los mimbres, hasta la hora precisa de la teor¨ªa social, me quedo con las premonitorias l¨ªneas de Mars¨¦: ¡°?Qu¨¦ otra cosa puede esperarse de los universitarios espa?oles, si hasta los hombres que dicen servir a la verdadera causa cultural y democr¨¢tica de este pa¨ªs son hombres que arrastran su adolescencia m¨ªtica hasta los cuarenta a?os? Con el tiempo, unos quedar¨ªan como farsantes y otros como v¨ªctimas, la mayor¨ªa como imb¨¦ciles o como ni?os, alguno como sensato, ninguno como inteligente, todos como lo que eran: se?oritos de mierda¡±.
El p¨¢rrafo entero es mejor. Vuelvan a la novela y lo entender¨¢n casi todo. Se escribi¨® hace cincuenta a?os.
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