No hay complicidad con La Manada
El caso de la presunta violaci¨®n de Pamplona demuestra que la sociedad no est¨¢ tan dispuesta como antes a justificar agresiones sexuales por el comportamiento de la v¨ªctima
El caso ha quedado esta semana visto para sentencia. Los cinco acusados ¡ªdenominados La Manada por su grupo de whatsapp¡ª pueden ser condenados por violar a una joven de 18 a?os que en los sanfermines del a?o pasado pretendi¨® divertirse y termin¨® sufriendo su peor pesadilla: ser agredida sexualmente por cinco hombres en un oscuro portal de Pamplona. El caso, de sobra ya conocido, y algunas otras denuncias m¨¢s leves dieron en su momento pie a que la ciudad tomara medidas contra lo que, seg¨²n los conocedores de la fiesta, era casi una tradici¨®n. Siempre hubo cierto acoso a las chicas aprovechando el jolgorio general.
El caso de La Manada demuestra que esa tradici¨®n sigue viva, a veces en su versi¨®n m¨¢s grave, pero tambi¨¦n que la percepci¨®n social respecto a estos abusos ha cambiado un tanto porque al clamor contra los agresores se ha sumado la indignaci¨®n por el intento de cuestionar a la v¨ªctima. Los acusados han pretendido ¡ªy quiz¨¢ todav¨ªa lo consigan¡ª aliviar su culpa alegando que la chica no solo consinti¨®, sino que hizo vida normal despu¨¦s de lo ocurrido, sali¨® con amigas y hasta public¨® en Facebook la foto de una camiseta con el lema ¡°Hagas lo que hagas, qu¨ªtate las bragas¡±. Trataron, en fin, como bien alega la escritora Almudena Grandes, de certificar que una mujer respetable debe seguir sufriendo despu¨¦s de haber sufrido.
Solo los jueces, que tienen todas las pruebas, podr¨¢n dilucidar en este caso concreto. Lo que es seguro es que la sociedad ya no parece tan dispuesta como anta?o a justificar los brutales ataques de algunos en raz¨®n del comportamiento de sus v¨ªctimas. Hubo un tiempo en que los jueces ten¨ªan en cuenta la ¡°provocaci¨®n¡± que supon¨ªa vestir minifalda para reducir la pena al agresor y que se consideraba una eximente que la v¨ªctima no opusiera una f¨¦rrea resistencia al ataque. Hoy esos ¡°buenos hijos¡± ¡ªen palabras de un abogado defensor¡ª de La Manada no han hallado, sin embargo, la complicidad que buscaban.
La v¨ªctima, tan joven, no se ha refugiado en el silencio y ha mantenido una versi¨®n de los hechos que antes le hubiera perjudicado, como ese coqueteo previo al crimen. Ha sentido el aliento que le ha llegado desde la calle, desde las asociaciones feministas y hasta desde la prensa. Callar ya no es una opci¨®n porque la sociedad reacciona hoy contra los verdugos y no contra ellas, porque entiende que una prenda atrevida, una imprudencia y hasta un deseo de sexo no es un permiso para ser forzada. Porque la libertad sexual es tan sagrada como la libertad a secas.
Las cifras de la violencia machista son escandalosas y las campa?as contra ella no parecen reducir un fen¨®meno tan lacerante. Pero ahora, al menos, conocemos su dimensi¨®n y ahora tambi¨¦n v¨ªctimas como la de Pamplona, traumatizadas, s¨ª, quiz¨¢ disponen de un entorno que las arrope y logre disipar como nunca antes el complejo de culpa que persigue a hombres y mujeres v¨ªctimas de agresiones sexuales.
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