Kintsugi, la belleza de las cicatrices de la vida
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El ¡®kintsugi¡¯ es una t¨¦cnica centenaria de Jap¨®n que consiste en reparar las piezas de cer¨¢mica rotas y que ha acabado convirti¨¦ndose en una filosof¨ªa de vida. Frente a las adversidades y errores, hay que saber recuperarse y sobrellevar las cicatrices.
EN UNA ?POCA dominada por el consumismo y la obsolescencia programada, lo m¨¢s probable es que si una ma?ana te levantas con el pie cambiado y, en un tropiezo, se te cae la taza del desayuno, te resignes a recoger sus pedazos y los tires a la basura sin m¨¢s. Algo impensable en Jap¨®n. Hace cinco siglos, surgi¨® en el lejano Oriente el kintsugi, una apreciada t¨¦cnica artesanal con el fin de reparar un cuenco de cer¨¢mica roto. Su propietario, el sog¨²n Ashikaga Yoshimasa, muy apegado a ese objeto indispensable para la ceremonia del t¨¦, lo mand¨® a arreglar a China, donde se limitaron a asegurarlo con unas burdas grapas. No contento con el resultado, el se?or feudal recurri¨® a los artesanos de su pa¨ªs, que dieron finalmente con una soluci¨®n atractiva y duradera. Mediante el encaje y la uni¨®n de los fragmentos con un barniz espolvoreado de oro, la cer¨¢mica recuper¨® su forma original, si bien las cicatrices doradas y visibles transformaron su esencia est¨¦tica, evocando el desgaste que el tiempo obra sobre las cosas f¨ªsicas, la mutabilidad de la identidad y el valor de la imperfecci¨®n. As¨ª que, en lugar de disimular las l¨ªneas de rotura, las piezas tratadas con este m¨¦todo exhiben las heridas de su pasado, con lo que adquieren una nueva vida. Se vuelven ¨²nicas y, por lo tanto, ganan en belleza y hondura. Se da el caso de que algunos objetos tratados con el m¨¦todo tradicional del kintsugi ¡ªtambi¨¦n conocido como ¡°carpinter¨ªa de oro¡±¡ª han llegado a ser m¨¢s preciados que antes de romperse. As¨ª que esta t¨¦cnica se ha convertido en una potente met¨¢fora de la importancia de la resistencia y del amor propio frente a las adversidades.
El ¡®kintsugi¡¯ evoca el desgaste que el tiempo obra sobre las cosas f¨ªsicas y otorga valor a
nuestras imperfecciones
La filosof¨ªa vinculada al kintsugi se puede extrapolar a nuestra vida actual, colmada de ansias de perfecci¨®n. A lo largo del tiempo conocemos fracasos, desenga?os y p¨¦rdidas. Con todo, aspiramos a esconder nuestra naturaleza fr¨¢gil, esa que nos hace m¨¢s humanos y aut¨¦nticos, bajo la m¨¢scara de la infalibilidad y ¨¦xito. Se ocultan los defectos, aunque desde que nacemos nos recorre una grieta. Adam Soboczynski apunta en El arte de no decir la verdad (Anagrama) que hemos aprendido a camuflar ¡°con gran esfuerzo, y manteniendo la compostura, incluso la m¨¢s terrible de las conmociones que nos golpean¡±.
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Somos vulnerables no solo f¨ªsica, sino tambi¨¦n ps¨ªquicamente. Cuando las adversidades nos superan, nos sentimos rotos. A veces, es el azar el que nos lleva al punto de ruptura; otras, somos nosotros mismos, con nuestras elevadas expectativas no cumplidas y la avidez de novedad, los que nos metemos en el hoyo. El fil¨®sofo Josep Maria Esquirol defiende que ¡°la memoria y la imaginaci¨®n son las mejores armas del resistente¡±. Como animales dotados de creatividad, tenemos una poderosa herramienta en la capacidad de concebir alternativas a la realidad. Pero cuando soplan malos vientos, ?qu¨¦ m¨¢s nos ayuda a resistir la embestida? La respuesta es, seg¨²n la escritora Joan Didion, el verdadero amor propio. La gente con esta cualidad ¡°es dura, tiene algo as¨ª como agallas morales; hace gala de eso que antes se llamaba car¨¢cter¡±. Y el logro de una vida plena pasa, adem¨¢s, por librarse de las expectativas ajenas y dejar atr¨¢s la compulsi¨®n de agradar.
No hay recomposici¨®n ni resurgimiento sin paciencia. En el kintsugi, el proceso de secado es un factor determinante. La resina tarda semanas, a veces meses, en endurecerse. Es lo que garantiza su cohesi¨®n y durabilidad. Entre los cultivadores de la paciencia, Kafka ocupa un lugar privilegiado. Para ¨¦l, la capacidad de saber sufrir y de tolerar infortunios era la clave para afrontar cualquier situaci¨®n. Un d¨ªa, mientras paseaba con un amigo, le dio este consejo: ¡°Hay que dejarse llevar por todo, entregarse a todo, pero al mismo tiempo conservar la calma y tener paciencia. Solo hay una forma de superaci¨®n que empieza con superarse a s¨ª mismo¡±. La receta para vivir del autor de El proceso es sencilla, pero no por ello menos dif¨ªcil: ¡°Tenemos que absorberlo todo pacientemente en nuestro interior y crecer¡±.
Saber valorar lo que se rompe en nosotros nos aporta una serenidad objetiva. Apreci¨¦monos como somos: rotos y nuevos, ¨²nicos, irreemplazables, en permanente cambio.?
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