La frontera del cacao
Este producto es una alternativa natural y respetuosa frente a la agresividad y la alta demanda de agua que implica el cultivo de arroz

A ?scar Vel¨¢squez le gusta manejarse contra la corriente. Me lo dice tres frases despu¨¦s de empezar la conversaci¨®n y concuerdo con ¨¦l; si no fuera as¨ª, no estar¨ªamos hablando justo en la linde que separa el arrozal del cacao, en medio del valle del Shumba (al norte de Per¨²), poco despu¨¦s de la salida de Ja¨¦n hacia San Ignacio. Hablo del otro Ja¨¦n, llamado de Bracamoros por sus fundadores para diferenciarlo del andaluz, aunque apenas guarda con ¨¦l otra relaci¨®n que no sea el nombre. Levantada en plena regi¨®n amaz¨®nica, muy cerca del cauce del Mara?¨®n, Ja¨¦n es una ciudad pr¨®spera y populosa que se ofrece entre sorpresas. La primera es la omnipresencia del arrozal, rodeando la ciudad y cubriendo la pr¨¢ctica totalidad del valle. La segunda puede estar en este hombre enjuto y magro que lleva casi toda su vida embarcado en la batalla del cacao, que viene a ser la guerra contra el arroz.
Nadie dir¨ªa que Ja¨¦n es tierra de arroz, hasta que te asomas a un paisaje que apenas tiene variaciones. Lo ves cubriendo el paisaje si miras desde la ventana del avi¨®n mientras esperas a que aterrice, si vienes desde San Ignacio o por la carretera de Bagua. El arroz domina el paisaje y las vidas de la gente de Ja¨¦n, con sus terrazas y sus servidumbres. Lo hace ocupando el lugar que hasta hace apenas 60 o 70 a?os perteneci¨® al cacao. Me lo cuenta el propio ?scar, mientras relata la historia de su familia. Las escrituras de la tierra que hoy trabaja, comprada por su abuelo en 1914, hablan de un predio dedicado a pastos y cacaotales. As¨ª fue en todos estos valles hasta que un heladero lime?o compr¨® 300 hect¨¢reas de cacaotal y decidi¨® sustituir las variedades criollas end¨¦micas de la zona por plantas tra¨ªdas de Brasil.
Con ellas llegaron las plagas, encabezadas por la escoba de bruja, que acabar¨ªa asolando los cacaotales de la comarca. El cacao estaba enfermo, el arroz daba dos cosechas al a?o que se transformaban en dinero contante y sonante, los bancos apoyaban la transformaci¨®n y los valles se hicieron arroceros.
?scar me explica el contrasentido mientras nos acercamos a la finca de Jorge Troya en el valle del Shumba, a 10 minutos de la ciudad. El sendero que recorremos surca un mont¨ªculo que hace las veces de frontera entre el arrozal y las nuevas plantaciones de cacao. Una hect¨¢rea de arrozal, me dice, proporciona entre 3.000 y 4.000 soles por siembra (entre 930 y 1.250 d¨®lares), que se repite dos veces al a?o, mientras un cacao criollo bien cultivado proporciona alrededor de 2.500 kilos de habas secas al a?o, que al precio actual equivale a 25.000 soles de ingresos (cerca de 7.800 d¨®lares), que pueden subir a 30.000 o 35.000 si cultivan pl¨¢tano para proporcionar sombra al cacao. Jorge Troya tiene las cuentas claras y a?ade alguna consideraci¨®n. El arrozal proporciona agua y sus terrazas ofrecen un suelo f¨¦rtil y liso que facilita la transformaci¨®n. El cacao tambi¨¦n es una alternativa natural y respetuosa frente a la agresividad y la alta demanda de agua que implica el cultivo de arroz.
Jorge Troya busca ahora nuevos terrenos para extender su cacaotal. Su ¨¦xito y el de algunos productores m¨¢s atrae cada d¨ªa m¨¢s miradas en el valle de Shumba y otras zonas cercanas, en las que ?scar Vel¨¢squez proporciona asesor¨ªa t¨¦cnica desde los a?os 90. Primero fue la recuperaci¨®n del cacao, sobre todo a partir de h¨ªbridos como el CCN 51, productivo, de r¨¢pido crecimiento y resistente a las enfermedades, aunque no proporciona frutos de especial calidad. Despu¨¦s empez¨® a transformarlos, injertando los ¨¢rboles con variedades criollas. Lo siguiente ha sido la puesta en marcha de un programa que llama Rescate gen¨¦tico de plantas ancestrales de cacao de fino aroma, concebido para recuperar los cacaos originarios. Con la ayuda de la cooperativa Cepicaf¨¦ ha ido rastreando viejas plantas de cacao, hasta seleccionar 68 variedades que mantiene en un vivero a la espera de fondos para poder estudiarlas y ver cu¨¢les son las m¨¢s adecuadas para la comarca. Le bastar¨ªan tres a?os para poder injertar los ¨¢rboles actuales y acabar transformando el cacaotal de Ja¨¦n y el paisaje de la comarca.
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