FIL
Se disfruta cada p¨¢gina del ¨²ltimo libro de Francisco Javier Irazoki sin necesidad de compartir el criterio que la motiva
El mucho parloteo y los aires acondicionados me hab¨ªan dejado totalmente af¨®nico. Boqueaba chirridos inaudibles ante los mil j¨®venes que llenaban la sala en la FIL de Guadalajara y ya estaba a punto de darme por vencido. Entonces, como un vendaval dionisiaco, entraron los mariachis. Ven¨ªan a cantarme las Ma?anitas y luego Si nos dejan, uno de los m¨¢s bellos poemas de Jos¨¦ Alfredo Jim¨¦nez. Como un regalo de cumplea?os diferido, era en el fondo esa cosa inmensa y generosa que sabe ser M¨¦xico cuando no es terrible. Ni en tres vidas m¨¢s podr¨ªa pagarle cuanto le debo. Y tambi¨¦n a esta feria desbordante de los libros, que constituye en tierras tapat¨ªas ¡°un espacio pac¨ªfico de insurrecci¨®n contra los t¨®picos¡±.
As¨ª mismo, con estos t¨¦rminos, define Francisco Javier Irazoki la biblioteca en su ¨²ltimo libro, Ciento noventa espejos (ed. Hiperi¨®n), que me acompa?a en esta FIL. Son ciento noventa textos, acabados y bru?idos con precisa orfebrer¨ªa verbal, cada uno de ciento noventa palabras exactas. Exactas por bien contadas y por bien elegidas. Los temas son tan m¨²ltiples como la inquietud de la vida: ciudades, poetas, m¨²sica, desgarros ¨ªntimos, artistas que pasan de puntillas, gastronom¨ªa, las llagas del terrorismo, la serena firmeza de quien se enfrent¨® a ¨¦l. El tono suele ser de encomio, hasta de entusiasmo, pero cuando ¨¦ste falta ¡°nunca practica el fracaso llamado insulto¡±. Se disfruta cada p¨¢gina de este libro inclasificable sin necesidad de compartir el criterio que la motiva, porque siempre es sabrosa. A veces el dardo que lanza s¨®lo me roza, otras acierta en mi coraz¨®n: ¡°En las proximidades de los hospitales circulan las ambulancias de la filosof¨ªa¡±. Y tanto que s¨ª, recuerdo, mientras encajan la voz de los mariachis con la lecci¨®n plural de tantos libros.
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