Lo terrible de estos cr¨ªmenes
La dificultad de combatir la violencia machista estriba en que en ella no hay conspiraci¨®n ni proselitismo: cada s¨¢dico toma su decisi¨®n a solas.
CADA VEZ hay m¨¢s desesperaci¨®n respecto a la llamada violencia machista (nunca emplear¨¦ la insensata expresi¨®n ¡°de g¨¦nero¡±). Se suceden las protestas y las campa?as en su contra, y se exigen ¡°medidas¡± para atajarla y erradicarla. Todo ello con raz¨®n, pero, lamentablemente, con escaso sentido de la realidad. Lo terrible de estos cr¨ªmenes, y la dificultad para combatirlos, estriba en que son individuales. No hay una conspiraci¨®n de varones que prediquen el castigo a las mujeres que los abandonan. No hay proselitismo, a diferencia de lo que ocurre con el terrorismo, fuera el de ETA ayer o el del Daesh hoy. Tampoco, como con el actual independentismo, hay ¡°evangelizaci¨®n¡±. No se intenta convencer a los hombres de que maten a mujeres, no se trata de una ¡°causa¡± que busque ¡°adeptos¡±. Por desgracia (bueno, no s¨¦ qu¨¦ ser¨ªa m¨¢s tr¨¢gico), cada bruto o s¨¢dico va por su cuenta y toma su decisi¨®n a solas. Lo m¨¢s que puede concederse es que haya el factor mim¨¦tico que suele acompa?ar a cualquier atrocidad, al instante imitadas todas. En ese aspecto, siempre cabe preguntarse hasta qu¨¦ punto la sobreexposici¨®n en los medios de cada maltrato o asesinato de una mujer no trae consigo unos cuantos m¨¢s, del mismo modo que los eternos minutos y enormes planas dedicados a cada atentado yihadista tal vez propicien su multiplicaci¨®n. Pero poco puede hacerse al respecto: si ustedes recuerdan, durante los a?os m¨¢s sangrientos de ETA, cuando ¨¦sta lleg¨® a matar a unas ochenta personas cada doce meses, hab¨ªa ocasiones en que los asesinatos ocupaban tan s¨®lo un ¡°breve¡± del peri¨®dico, y eso no logr¨® que disminuyeran. Por mucho que las noticias den malas ideas o estimulen la m¨¢s nefasta emulaci¨®n, es imposible dejar de informar de los hechos graves e indignantes.
Lo cierto es que cada crimen machista va por su cuenta, con su historia particular detr¨¢s. Cada asesino asesina sin confabularse con otros (salvo en casos tan irresueltos como los de Ciudad Ju¨¢rez, donde s¨ª pareci¨® haber conjura), ninguno necesita el aliento, el benepl¨¢cito ni la propaganda de sus cong¨¦neres. Contra eso es muy dif¨ªcil luchar. ?Endurecer las penas? Desde luego, pero no es algo que importe a los asesinos de sus parejas o exparejas, los cuales se suicidan con frecuencia ¡ªo m¨¢s bien lo intentan¡ª despu¨¦s de cometido su crimen (uno se pregunta por qu¨¦ diablos no lo hacen antes). ?Educar desde la infancia? Sin duda, pero no parece que eso d¨¦ mucho resultado: un alto porcentaje de adolescentes espa?oles ve hoy ¡°normal¡± el control de sus ¡°chicas¡± y hasta cierta dosis de violencia hacia ellas. Es deprimente, y da la impresi¨®n de que, lejos de mejorar las mentalidades, las vamos empeorando. No s¨¦, cuando yo era ni?o, nos peg¨¢bamos de vez en cuando en el patio o a la salida del colegio. Las ni?as, rar¨ªsimamente, y no pasaban de tirarse del pelo, poco m¨¢s. Conoc¨ªamos, sin embargo, una serie de normas inviolables: era inadmisible pegarse con un compa?ero de menor tama?o o edad; tambi¨¦n ir dos contra uno (¡°mierda para cada uno¡±, era la frase infantil); y, sobre todo, a una chica no se le pegaba jam¨¢s, en ninguna circunstancia. Eso se consideraba una absoluta cobard¨ªa, algo ruin, algo vil. El que lo hac¨ªa quedaba manchado para siempre, por mucho perd¨®n que pidiese luego. Pasaba a ser un apestado, un individuo despreciable, un desterrado de la comunidad. Y esas ense?anzas se prolongaban hasta la edad adulta. A una mujer no se le pone la mano encima, a no ser, supongo, que sea muy bestia y se nos abalance con un cuchillo en la mano, por ejemplo. Pero ¨¦ramos conscientes de nuestra mayor fuerza f¨ªsica y de que era intolerable emplearla contra alguien en principio m¨¢s d¨¦bil (insisto, s¨®lo en lo f¨ªsico).
Lo cierto es que cada crimen machista va por su cuenta, con su historia particular detr¨¢s. Cada asesino asesina sin confabularse con otros
Obviamente, no todo el mundo cumpl¨ªa esas reglas, porque, de haber sido as¨ª, no habr¨ªa habido en el pasado palizas de maridos a sus mujeres, y ya lo creo que las ha habido, probablemente m¨¢s que hoy. Al fin y al cabo, durante siglos se consider¨® que no hab¨ªa que entrometerse en la (mala) vida de los matrimonios, y que esas palizas y aun asesinatos pertenec¨ªan a la ¡°esfera ¨ªntima o familiar¡±, una verdadera aberraci¨®n.Lo que s¨ª es relativamente nuevo, algo cada vez m¨¢s extendido, es que los varones maltratadores maten tambi¨¦n a los hijos de la mujer, para causarle el mayor dolor imaginable. Ha dejado de ser una rar¨ªsima excepci¨®n. Los ni?os de mi ¨¦poca nos cre¨ªamos bastante a salvo, precisamente por ser ni?os incapaces de infligirle el menor da?o a un adulto. ?C¨®mo iban ¨¦stos a hacerle nada a una criatura no ya indefensa, sino inofensiva? Dudo que los cr¨ªos de hoy se puedan sentir seguros, a poco que se les permita ver o leer las noticias. Las mujeres llevan siglos viviendo con un suplemento de miedo, al ir por la calle y aun en sus casas. Los ni?os, no, y quiz¨¢ ahora s¨ª. Lo peor es que, como sociedad, poco podemos lograr contra todo esto, m¨¢s all¨¢ de exigir jueces m¨¢s severos y repudiar a los maltratadores hasta el infinito. Pero es ingenuo creer que eso les va a hacer efecto. Es lo que tienen los cr¨ªmenes personales, que nada disuade a cada asesino individual.
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